Todos conocemos a personas especiales de las que nos gusta rodearnos. Son personas que transmiten alegría, luz y que pueden actuar como guía para que nuestro tránsito por la vida sea mejor. Son esas personas a las que llamamos 'buenas'. Este tipo de personalidad no se suele caracterizar por ser sumisa ni dócil. Tampoco intentan agradar siempre a los demás. Las buenas personas, en general, son individuos con la personalidad suficiente como para enfadarse, cuando la situación lo requiere, y para ser cariñosos y comprensivos cuando se necesita. Tienen muchas más cualidades, siempre positivas, por eso es bueno estar siempre cerca de ellas e imitarlas. Hablamos con el psicólogo José Martín del Pliego para que nos explique cuáles son sus rasgos y características y nos da consejos para ser mejores personas si esta es nuestra intención.
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¿Qué es ser una buena persona?
Al contrario de lo que podemos pensar, una buena persona no es alguien entregada a los demás, poco molesta o sumisa, que no se queja demasiado y que trata de hacer lo que el resto de las personas esperan sin generar grandes conflictos y poniendo a los demás por delante de las necesidades de uno mismo. Si se actúa de esta manera, podríamos dar la impresión de ser una buena persona, pero en realidad, lo que seguramente estaría pasando, es que es alguien que trata de adaptarse a las necesidades de los demás, para mantener un vínculo con ellos y sentirse segura
Ser una buena persona es otra cosa. En psicología se habla del yo esencial, de quién es uno, apartando esas partes del yo protectoras que se activan a veces como defensa. Conectar con esa parte que tenemos todos nos hace ser mejores personas porque entramos en esa aceptación calmada, de lo que nos rodea y de quienes nosotros mismos somos.
¿Las personas buenas nacen o se hacen?
Todos deberíamos tener esa esencia de bondad en nuestro comportamiento hacia nosotros mismos y hacia los que nos rodean. Pero desde que nacemos, nos van ocurriendo cosas en nuestra relación con los demás que nos generan defensas protectoras, que nos impiden conectar con nuestro yo esencial, y tenemos que poner en marcha mecanismos de afrontamiento que marcan nuestro diálogo interno y nuestras relaciones.
Aquí entra el concepto de las partes del yo, que son como subpersonalidades que todos tenemos y que se activan ante situaciones de la vida. No siempre somos conscientes de estas partes porque a veces se activan cuando menos lo esperamos y muchas veces son muy antiguas y van cargadas de emoción, a veces negativa. Un ejemplo de ello sería una persona amable y educada que ante una situación de exceso de tráfico pierde los nervios y activa una parte agresiva y violenta contra el otro conductor sin que haya nada que lo justifique.
La buena persona tendría más conocimiento de su sentido del yo y entraría más compasivamente en la aceptación de quienes somos, con esas partes que se nos activa y que están ahí por algo, aunque a veces, no nos gusten mucho. Cuanto más autoconocimiento tenemos, mejores nos hacemos.
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¿Cómo influye la educación?
Volvemos a las partes del yo. Podemos tener una parte autocrítica muy extrema. Otra con tendencia a sentirse culpabl. Otra parte necesita el éxito social. También hay otra que puede sentir la necesidad de dar una imagen constante de fortaleza y otra puede querer ser complaciente con los demás. Otras partes son soldados y generan respuestas más hostiles y defensivas ante los demás, mientras que otras prefieren no sentir nada para no sufrir.
Son solo algunos ejemplos. Lo cierto es qué si nuestro entorno emocional y educativo es seguro y amoroso, si nos hacen sentir importantes, si sentimos que están para nosotros cuando lo necesitamos, se activaran menos defensas y las que lo hagan lo harán con menos energía y eso nos permite conocernos mejor.
La influencia de la pareja o de los amigos
Si nuestra pareja supone un colchón para las cosas de la vida, si dispongo de una buena red social de apoyo, donde las personas no se juzgan entre sí y aceptamos todo lo que el otro es, es más fácil que las partes defensivas no tengan que aparecer con tanta fuerza y podamos ser nosotros mismos. Si logramos esto, ya seremos mejores personas, conectando cuando nuestro auténtico yo. Por eso relacionarnos con personas que nos hagan bien es tan importante para no tener que activar nuestras partes defensivas y poder así sentirnos mejor con nosotros mismos. Ahí es cuando nos damos cuenta de cómo influye el entorno en nuestra conducta.
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¿Cuáles serían las características que las distinguen?
La buena persona tendría estas características, muy relacionadas con la entrega a los demás:
- Curiosidad. Las buenas personas sienten más ganas de conocer, aprender y descubrir lo que nos rodea y a ellos mismos.
- Compasión. Sienten el dolor y sufrimiento del otro y tienen tendencia a evitarlos si está en su mano.
- Calma. Si estoy bien conectado conmigo mismo, no necesito estar alterado y en tensión. Veo cuando una parte se activa y soy capaz de regularme.
- Claridad. Capacidad para distinguir bien las sensaciones, percepciones y pensamiento. Hacen buena lectura interna de cómo se encuentran
- Coraje. La buena persona tiene el valor y la decisión para acometer dificultades.
- Confianza. Dispone de esa esperanza y fuerza para que las cosas sean de determinada manera, alcanzando sus objetivos.
- Creatividad. La buena persona está abierta a lo nuevo, a inventar y cambiar.
- Conexión. Se siente en contacto y comunicación con los que le rodean, sintiéndose parte de los demás, lo que conlleva percepción de pertenencia que nos trae seguridad.
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¿Podemos aprender a ser buenas personas?
Claro que se puede. Sobre todo, si somos capaces de ver esas partes del yo que no nos gustan o que nos están generando problemas. Estas partes seguramente sean solo algunas de nuestro yo, no todas, de tal manera que tenemos que identificarlas y centrarnos en una. Qué tipo de pensamientos me trae esta parte. Desde cuándo está ahí. Si me trae algún tipo de beneficio. Qué ocurre cuando esta parte está al mando. Qué siento yo hacia esa parte de mí.
Cuando más sepas de ellas, más vas a poder manejarlas, controlarlas y se irán haciendo más pequeñas y vas a estar más conectado con quien eres tú realmente.
Las buenas personas, ¿pueden cometer maldades también?
Claro que sí. La buena persona no es infalible. La diferencia es que seguramente si aparece una conducta, emoción o actitud, que siente que no es adecuada, tendrá más herramientas para darse cuenta de dónde viene y notar que es lo que se ha removido para obrar de forma poco adecuada. Hay que recordar que la clave es el autoconocimiento que nos irá haciendo mejores, pero tropezaremos con seguridad muchas veces.
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Consejos para que una 'mala persona' se convierta en buena
Es importante distinguir quienes somos, y esas partes con maldad que a veces nos acompañan. Seguro que no es todo malo en ti.
- Entrenar la autoobservación o la meditación, nos puede ayudar a generar más conocimiento sobre qué pensamientos, emociones y sensaciones negativas nos aparecen en determinados momentos. Dedicándoles un tiempo para saber de ellas y familiarizarnos con lo que nos viene. De esas partes malas tenemos que aprender, porque están ahí por algo. Poder, desde nuestro yo esencial, ver esa parte de mí que no me gusta, pero sin criticarla, solo conocerla.
- Intenta relacionarte con buenas personas y observa su funcionamiento. Tal vez te sirvan de referencia.
- Antes de dejarte llevar por esa parte negativa, trata de regularla, de bajar su energía. Aquí te vendrían bien ejercicios de respiración o relajación.
- Si te resulta difícil hacerlo solo, es aconsejable el trabajo terapéutico, donde estamos acostumbrados a escuchar estas partes negativas, disponiendo de herramientas para hacer un trabajo de liberación y procesamiento de esas partes de ti que no te gustan. Brainspotting o hipnosis son buenas técnicas para trabajar tus partes malas.
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