Las cifras son para reflexionar: un 17% de la población española vive con dolor crónico, que se da cuando aparecen episodios de dolor durante un periodo de al menos tres meses. Conviven, muchas veces a diario, con dolor en la espalda, en el cuello, en la cabeza, en el hombro… "El dolor es una experiencia subjetiva que configura el cerebro a partir de la interacción de múltiples factores, y entre estos tienen un rol muy importante los factores psicológicos", nos detalla Rubén Nieto, psicólogo especialista en dolor persistente y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), en relación al papel juega el cerebro en esa experiencia del dolor que se alarga en el tiempo. Y nos resume los que son algunos falsos mitos o creencias relacionadas con el dolor.
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1. Si no se encuentra una causa física, la persona se está inventando el dolor
“El dolor no suele inventarse ni se crea voluntariamente. El dolor siempre es real y se genera con independencia de lo que la persona pueda opinar o pensar", explican los psicólogos Rubén Nieto y Mayte Serrat, autores de Dolor y psicología: ¿por qué es necesaria la persona especialista en dolor? Y es que hay ocasiones en las que no se encuentra una causa fácilmente identificable del dolor que sufre una persona, lo que puede llevar a pensar que se está inventando su dolor. Nada más lejos de la realidad.
Serrat detallan que, tradicionalmente, el dolor ha sido entendido "desde un modelo biomédico asociado a daño en los tejidos, interpretando que, cuanto más daño (cuanta más nocicepción) hay, más dolor se siente. Gracias a la neurociencia sabemos que esto no es así". Y pone como ejemplo el miembro fantasma, que se da cuando una persona percibe dolor en una parte de su cuerpo que ya no tiene. "Es posible tener dolor sin un cuerpo físico y es exactamente igual de real que si se tuviera esa parte física. Hay que tener en cuenta que la nocicepción no es necesaria ni suficiente para generar dolor", afirma la psicóloga y fisioterapeuta.
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2. El dolor es o físico o psicológico
Según detallan los expertos, el dolor es una opinión del cerebro que no tiene una relación directa con la cantidad de daño físico que pueda sufrirse, sino que tiene relación con la "cantidad" de amenaza o peligro que el cerebro interpreta que una lesión potencial o real puede generar. Pero, como explica Rubén Nieto, polarizar el dolor como físico o psicológico carece de sentido "en la medida en que la experiencia del dolor es única y construida de forma única para cada persona, a partir de la interacción de múltiples factores. Y aunque los factores psicológicos puedan tener un peso importante en la experiencia del dolor, esto no quiere decir que se pueda categorizar el dolor como exclusivamente psicológico”.
¿Cuáles son los factores psicológicos que modulan la experiencia del dolor se encuentra el estado de ánimo, que puede influir en cómo se experimenta el dolor? "Si nos sentimos tristes, por ejemplo, tendremos una tendencia a ver las cosas de forma más negativa y que nos afecten en mayor medida. En este sentido, pueden aparecer lo que denominamos pensamientos catastróficos, que consisten en ver la situación (el dolor) como algo sobre lo que no podemos hacer nada, que ocupa gran parte de nuestros pensamientos, y como algo terrible, mucho más de lo que en realidad es. Pensar de esta manera puede también hacer que tengamos miedo a lesionarnos o realizar actividades que puedan incrementar el dolor, de forma que se cree un círculo vicioso que finalmente pueda hacernos sentir peor", señala el profesor de la UOC. Igualmente el estrés también puede afectar, incrementando o "disparando" el dolor, a la vez que tener dolor puede crear estrés.
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3. No se puede hacer nada para ayudar a disminuir el dolor
Es uno de los mayores problemas ante los que nos enfrentamos: pensar que no podemos hacer nada para acabar con ese dolor. "El dolor no implica, necesariamente, que exista daño en los tejidos, pero el cerebro ha aprendido a asociar ciertas sensaciones y percepciones con el dolor. Se trata de enseñar al cerebro a reconceptualizar estas relaciones, reeducarlo. Y esa reconceptualización puede realizarse a través de la educación en neurociencia del dolor, explicando los mecanismos por los que ocurren las asociaciones y a través de diferentes técnicas y ejercicios", indica Mayte Serrat.
Así, si el cerebro interpreta que, incluso habiendo daño real, no es necesario que la persona haga una acción concreta, no generará dolor, como ocurre cuando alguien se descubre un moratón y ni siquiera recuerda en dónde o cuándo se ha dado un golpe. "Entendiendo que la experiencia del dolor forma parte de un proceso de aprendizaje, se puede desaprender para recibir la educación de forma correcta y que el cerebro cree nuevos conceptos de asociación que permitan generar dolor funcional para nuestra supervivencia y elimine aquel persistente que ya no cumple con su cometido", explica la psicóloga.
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4. El dolor crónico o persistente es cosa de mujeres
Es un hecho que existen algunas enfermedades, como la fibromialgia que se asocian principalmente al sexo femenino. Esto puede llevarnos a que pensemos que el dolor crónico o persistente es una experiencia que sufren solo las mujeres. Sin embargo, según Rubén Nieto y Mayte Serrat, hay un problema de infradiagnóstico de enfermedades como la fibromialgia en el sexo masculino "quizás debido a estigmas sociales por el carácter femenino de la misma enfermedad y el estereotipo de fortaleza de los hombres frente al dolor”. Por eso, consideran urgente y necesario que la perspectiva de género se aplique en todos los ámbitos, y el contexto del dolor no es una excepción.
5. El entorno de la persona con dolor crónico o persistente no puede hacer nada para ayudar
Es importante precisar que nuestro entorno puede sernos útil o todo lo contrario con respecto a nuestro dolor. Según los psicólogos, las personas del entorno, a través de su comportamiento, pueden influenciar en los factores que están implicados en la modulación del dolor de quien lo sufre. Por eso su papel también es importante. Y ponen un ejemplo muy claro: “Cuando la persona con dolor manifiesta su problema, alguien de su entorno hace todas sus actividades, y lo hace siempre, seguramente, de forma no intencionada, estará provocando que cuando la persona con dolor quiera hacer las actividades de nuevo tenga más dificultades. La evitación no es una buena estrategia, es necesaria la confrontación", señalan Nieto y Serrat. De ahí que sea importante implicar a los allegados en los tratamientos para que las personas con dolor puedan realizar un afrontamiento activo con la ayuda necesaria. Los mensajes y las indicaciones también son de gran importancia, y para ello es necesario una correcta comprensión del funcionamiento y de los factores implicados en la cronificación del dolor.
Dolor Irruptivo Oncológico
En el marco de este día, los expertos quieren hacer hincapié en el impacto de un tipo de dolor que sufren un gran número de pacientes oncológicos, en concreto un 59% de ellos. El Dolor Irruptivo Oncológico, conocido como DIO, es el síntoma más temido y agobiante para estos pacientes, con un alto impacto en su calidad de vida, pues actividades como caminar, trabajar,
sociabilizar, dormir y el disfrute, en general se encuentran disminuidas. El DIO consiste en una exacerbación transitoria del dolor que aparece sobre la base de un dolor persistente estabilizado, y que se caracteriza por su elevada intensidad, rapidez de instauración (generalmente súbita) y corta duración (usualmente inferior a unos 20-30 minutos). “Impacta en múltiples dimensiones: el dolor físico que en el caso de DIO suele ser de severa intensidad aunque breve duración; impacta la esfera emocional generando miedo y angustia, muchas veces a las mismas funciones biológicas como orinar, toser, tragar o movimientos funcionales que son naturales en el día a día. La desesperanza y pérdida de significado que este tipo de síntoma puede producir genera distrés existencial. El DIO puede limitar la vida social, al no querer ver amigos o familiares por la ocurrencia de este tipo de dolor e impacta con ello la esfera social”, añade el Dr. Juan Pablo Leiva, jefe de Servicio Cuidados Paliativos Hospital de Manacor (Mallorca) y presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL).