Todos conocemos personas tóxicas, que tienen actitudes muy negativas frente a la vida o los demás, que intentan manipular y llevarte a su terreno o que ejercen su influencia para hacértelo pasar mal. Son lo que conocemos comúnmente como malas personas. Estos individuos no tienen por qué sufrir un trastorno de la personalidad. Simplemente, tienen esta actitud frente a la vida por causas adaptativas. Las malas personas generan sufrimiento en el entorno, pero ellas también padecen. Hablamos con el psicólogo José Martín del Pliego que nos explica cuáles son sus rasgos y características y nos da consejos para protegernos de ellas o para librarnos de esta actitud si nos sentimos identificados. También contamos con la ayuda de Judit Izquierdo, psicóloga y CEO de Siquia.
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¿Qué es ser una mala persona?
Dar una definición exacta de lo que es una mala persona es bastante difícil. Podríamos decir que las malas personas son aquellas con malas intenciones, es decir, aquellas que actúan para hacer el mal de manera consciente, sistemática y sin remordimientos.
Ser mala persona sin tener un trastorno de la personalidad
Hay personas que son malas porque tienen un trastorno de la personalidad. Sin embargo, hay otras que son malas porque sí. Es cierto que existen personas con una conducta de 'maldad' hacia su entorno que no responden a trastornos de personalidad, más bien a una forma de ser y funcionar en la vida.
Por ello, no se debe identificar el ser mala persona con tener un trastorno mental, ni pensar que es más probable ser malvado si se tienen problemas psicológicos. Evidentemente, hay malas personas que tienen trastornos de la personalidad, del mismo modo que hay malas personas que no tienen ningún tipo de trastorno. No hay que estigmatizar; al contrario: hay que velar por la inclusión social y recordar que ninguna enfermedad mental lleva a nadie a hacer daño de forma premeditada por sí sola.
La mala persona tiene un fondo básico de emoción negativa hacia los demás, sin que los otros hayan hecho nada para merecer eso.
Forma parte de su vida, de forma significativa, ese componente hostil hacia el otro y si pueden perjudicar de alguna manera lo harán, sin sentimiento de culpa alguno y justificando por entero sus actos.
Hay un punto importante en esto y es que todos hemos podido obrar mal en varios momentos de nuestra vida y eso no nos convierte en malos. Sin embargo, estás personas tienen mucha energía hostil de forma crónica y forma parte de su repertorio habitual de conducta.
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¿Las personas malas nacen o se hacen?
Los seres humanos nacemos con la capacidad de hacer el mal y de ejercer la crueldad. No hay un 'gen' de la maldad. Lo que realmente influye en si una persona es buena o mala son sus vivencias. Si se ha sentido protegido, si ha vivido una infancia plena, si ha recibido el suficiente afecto, si ha tenido a gente que le guiase y le apoyase en los malos momentos… Es precisamente cuando no se cubren las necesidades más básicas cuando se desarrollan los rasgos de la personalidad que normalmente caracterizan a las malas personas: egoísmo, narcisismo, sed de venganza…
Así, como en casi toda conducta, puede haber parte innata y parte aprendida. Lo cierto es que este tipo de rasgo no el más 'humano' por así decirlo. Somos mamíferos gregarios y respondemos al estímulo social como una forma de conseguir vínculo y seguridad con los que nos rodean.
Sin embargo, todos hemos visto niños con comportamientos poco adecuados hacia los otros desde edades muy tempranas. Cuando aparece este tipo de conducta y se va desarrollando con el tiempo, es una forma de manejar el entorno buscando control, por lo que tal vez fue útil para la persona en un principio para luego convertirse en un estilo de personalidad.
Se debería poder distinguir entre la ira, que es una emoción activadora que sirve para equilibrar las emociones cuando ha habido algo perturbador, del concepto hostilidad, que se relaciona más bien con ese pensamiento negativo hacia los otros y que se va alimentando constantemente. La hostilidad puede durar toda una vida, siendo el esquema de la persona 'mala', mientras que el enfado viene y se va.
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¿Cómo distinguir a una mala persona?
Hay muchos tipos de malas personas y hacer un retrato fiel de todas ellas es misión imposible. No obstante, las malas personas a menudo se sienten superiores a los demás y por eso no les importa hacer daño o faltar al respecto. Si tú eres humano y asumes que el resto de la gente es menos que tú, entonces llegas a la conclusión de que son infrahumanos y que no tienen por qué tener tus mismos derechos. De ahí que no les importe ser hirientes, mentirosos, ni manipuladores.
La energía de una mala persona se percibe de inmediato, aunque se pongan una máscara para poder encajar en sociedad. De hecho, es probable que se les desenmascare en poco tiempo y que se descubra esa hostilidad que tienen hacia los otros o hacia uno mismo.
Asimismo, las emociones habituales de estas personas son amargura, venganza, odio desproporcionado e injustificado, envidia sin causa y un constante estado de activación negativa.
Sus pensamientos son rumiantes, obsesivos y hostiles hacia la persona o personas objetos de su rencor. Les cuesta mucho sacárselos de la cabeza y lo único que puede aliviarles es ver que les va mal en la vida, alegrándose de sus fracasos o desgracias.
Sus conductas frecuentes son la manipulación, la crítica y la mentira como forma de obtener control y que las cosas sean como ellos quieren.
Hay que insistir en que no tienen por qué tener una razón objetiva y real para poner en marcha su maldad.
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¿Cuáles son los riesgos de convivir con una mala persona?
Los más peligrosos son los que tienen la habilidad de esconder ese estilo, porque si se les nota su forma de funcionar la gente termina alejándose de ellos, como forma de seguridad.
Sin embargo, si ocultan estos rasgos de alguna manera, tratarán de manipular. Por ejemplo, poniendo a los que hay a su alrededor en contra de alguien.
Cuanto más sutiles son, más difícil puede resultar detectar sus maniobras, pero siempre se nota que algo pasa.
Si se trata de una pareja o un amigo más cercano, se comenzará a sentir ese agotamiento que produce ese continuo martilleo que provocan sus actitudes.
Esta situación resulta más difícil de manejar cuando el alejamiento resulta complicado o imposible. Familiares muy cercanos, superiores en lo laboral, parejas de las que es complejo separarse... En estos casos, el desgaste que generan es muy grande y pueden acabar provocando ansiedad en el entorno.
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¿Cómo podemos protegernos?
La salida más hábil es el escape. Hay que alejase, en la medida de lo posible, de este tipo de personas. Generan un ambiente tóxico, que va en contra de las necesidades humanas de vinculación y seguridad. Si se trata de un familiar, aunque sea muy cercano, hay que establecer límites y procurar, cuando se le visita, estar el menor tiempo posible.
Si se trata de un superior, alejarse es más complicado. Sin embargo, es probable que haya ejercicio presión o haya tenido actitudes malas con otros compañeros. En ese caso, aliarse para crear un grupo de seguridad es una opción para sobrevivir.
En definitiva, lo mejor que podemos hacer es poner distancia, tanto a nivel físico como a nivel emocional. Si no es posible alejarnos físicamente, entonces lo mejor que podemos hacer es alejarnos emocionalmente: recordarnos que lo que dicen no es cierto, rodearnos de personas que nos apoyen y nos quieran, tener siempre en mente nuestro valor y pasar el menor tiempo posible a su lado. También se les pueden poner “los puntos sobre las íes”, eso sí, sin ponernos a su nivel, porque eso no hará más que azuzarles.
También es conveniente acudir a un psicólogo, ya que en la consulta se pueden tratar aquellas emociones que nos produce esa mala persona, sentirlas en el cuerpo y, de esa manera, poder descargarlas, soltar todo aquello que produce esta actitud.
Si no se acude a un profesional, es aconsejable el siguiente ejercicio: mirar dentro de uno mismo, identificar lo que se siente cuando se recibe su influencia negativa, pararse en estos sentimientos y respirarlo despacio para que se pueda ir.
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Consejos para alguien que sospecha que es mala persona
Estas conductas son adaptativas. Se trata de una forma de generar control manteniendo un estado defensivo de forma cronificada. Si la persona detecta que este rasgo no es algo que quiere mantener en su vida, porque se da cuenta de las consecuencias que tiene para su entorno, ya está dando un gran paso. Y es que es importante para trabajar de forma más profunda en los orígenes de esa conducta para poder tratarla y procesarla.
Darse cuenta, de hecho, es el primer paso. Es importante ser conscientes de las “maldades” que hacemos y cuestionar por qué las hacemos y cómo hacen sentir al resto. Si son costumbres muy arraigadas en la vida, lo mejor es ponerse en manos de un profesional capaz de encontrar el origen de estas actitudes y de darnos las herramientas necesarias para desarrollar costumbres más productivas. En estos casos, acudir a un psicólogo también es una opción. Nos ayudará a tomar perspectiva, sustituir creencias erróneas, mejorar la empatía, la escucha activa, la manera de comunicarnos y otros factores que necesitemos para alcanzar logros.
Como conclusión, hay que tener en cuenta que cada vez hay más personas, de hecho, que se dan cuenta de que algo les ocurre, ya que la mala persona tampoco es feliz siendo como es. Este tipo de emociones son muy destructivas y está demostrada su influencia en la salud.