El papel de la insulina en el funcionamiento de nuestro organismo es fundamental. Se trata de una hormona generada en las células β (beta) de los islotes de Langerhans pancreáticos y es liberada desde este órgano (el páncreas).
“Su función principal es el mantenimiento de la homeóstasis glicémica y de otras sustancias energéticas. Es decir, se dedica a regular la glucosa en sangre teniendo diferentes formas de actuación en función de diferentes estímulos, destacando que esta hormona se libera cuando la glucosa se eleva en la sangre. Esta elevación se produce, generalmente, después de tomar algún alimento donde la insulina capta la glucosa liberada (tras procesos de digestión del alimento que contiene la glucosa y otras sustancias) permitiendo la entrada de glucosa desde la sangre al interior de las células de los tejidos y, así, permite obtener energía al organismo”, nos cuenta Marta Fernández Batalla, Doctora en Ciencias de la Salud y Enfermera Especialista en familia y Comunidad en EAP Torres de la Alameda, Directora de CODEM Educa, con quien hemos hablado de un problema concreto: la resistencia a la insulina.
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¿Qué es lo que se conoce como resistencia a la insulina?
Como se ha explicado brevemente, la insulina permite la entrada de glucosa desde el torrente sanguíneo a los tejidos (como si fuera una llave que permite entrar la glucosa desde el torrente a las células), pero en ocasiones se produce una alteración en la señalización de la insulina ocasionando la llamada intolerancia a la insulina.
Para entender mejor la regulación de la glucosa en el organismo, quizás, es necesario hablar del equilibrio entre la “resistencia” y la “sensibilidad” a la insulina, donde su complementación permite la función correcta de esta hormona.
Por una parte, se encuentra la sensibilidad a la insulina que permite la “absorción” de la insulina en las células de los receptores de insulina ante señales de glucosa en sangre (la insulina que funciona como llave permite una entrada eficiente) y la resistencia a la misma es la dificultad de las células de los receptores a la “absorción” de la insulina (la llave no abre fácilmente).
Es decir, sensibilidad y resistencia se conjugan para regular el metabolismo de la glucosa a través de la insulina, donde a mayor sensibilidad, menos resistencia y, por ende, el proceso metabólico es correcto; y viceversa: a mayor resistencia, menos sensibilidad y mayor problema de entrada de glucosa en los tejidos para conseguir energía.
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¿Cuáles son las causas de la resistencia a la insulina?
Existen diversas causas que pueden generar resistencia a la insulina. Se podría decir que la más común es la disminución de los receptores de la misma produciendo una menor sensibilidad y un aumento de la resistencia de estas células ante la acción de la insulina (como se ha mencionado anteriormente).
Entre las causas que podemos encontrar están aquellas relacionadas con alteraciones moleculares o defectos intrínsecos hereditarios de las células receptoras de insulina. Estas alteraciones pueden deberse a que existe una predisposición genética a presentar este tipo de problema de salud.
Asimismo, puede estar asociada a la presencia otros problemas de salud como el síndrome del ovario poliquístico, acantosis nigricans, la toma crónica o alargada de corticoides, etc. No obstante, ello es una predisposición, siendo la forma de cuidarnos la que va a condicionar en mayor proporción el desarrollo o no de este problema de salud.
En pocas palabras, el sistema de cuidados que se mantenga a lo largo de la vida es lo que va a condiciona el riesgo de presentar resistencia insulínica:
- Sedentarismo o la falta de ejercicio físico de forma habitual.
- Alimentación poco saludable: con alimentos ultraprocesados y baja en verduras, frutas y fibra. Generalmente, ello se relaciona con un aumento de peso excesivo, por lo que el sobrepeso y obesidad es un predisponente claro a presentar este problema de salud.
- Hábito tabáquico.
- Consumo de alcohol frecuente.
- Gestión del estrés inadecuada con síntomas de insomnio.
Con ello lo que es importante saber es que, a pesar de presentar cierta predisposición, si mantenemos cuidados saludables podemos prevenir su aparición y desarrollo.
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¿Cómo se manifiesta, cómo podemos saber si tenemos dicha resistencia?
La resistencia a la insulina es un problema de salud que puede pasar de desapercibido durante años. Esto supone una desventaja importante, pues en muchas ocasiones mantenemos hábitos de salud inadecuados, poco saludables que, además de generar el problema lo agravan de forma silente.
Los cuidados no saludables (sedentarismo, mala alimentación, tabaco, estrés) hacen emporar este problema de salud sin que “dé la cara”, pues el páncreas se va desgastando paulatinamente, mientras que el organismo hace compensaciones para mantener un funcionamiento lo más correcto posible. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo no es capaz de mantener el correcto funcionamiento y aparecen los primeros síntomas, a veces de forma “disimulada” hasta que su severidad se siente más clara.
Entre los signos y síntomas que podemos encontrar ante este problema de salud son: cansancio o falta de energía, aumento de la sed y del hambre, aumento de la necesidad de orinar (en relación a un aumento de la sed); como los más comunes.
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¿Hay personas con más riesgo de padecer este problema?
Como se ha anotado anteriormente, existen ciertos factores que aumentan el riesgo de aparición de la resistencia a la insulina. Y es que más allá de la predisposición genética a presentar este problema, los hábitos de cuidados que se mantengan a lo largo de nuestra vida son clave para la aparición y desarrollo del mismo.
Así las personas que presentan sobrepeso u obesidad, en especial abdominal, personas sedentarias, con una alimentación excesiva y de baja calidad nutricional, con hábitos tóxicos, suelen tender a presentar resistencia a la insulina.
Además, este problema de salud se relaciona con otros, que también están relacionados en gran parte en cómo nos cuidamos, como hipertensión arterial, dislipemia, diabetes mellitus; y cuando la persona presenta varios de estos problemas suele desarrollar el llamado síndrome metabólico.
Por otra parte, hay personas que presentan algunas alteraciones de salud crónicas como enfermedades de inflamación crónica, síndrome del ovario poliquístico, acantosis nigricans, que tienden a la resistencia a la insulina y para evitar su aparición se recomienda como eje fundamental mantener un estilo de vida saludable.
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¿Cómo se llega al diagnóstico de este problema de salud?
Este problema de salud puede diagnosticarse al evaluar la respuesta fisiológica con métodos directos complejos y con métodos indirectos (que suele ser lo usual). Los métodos indirectos de diagnóstico de la resistencia a la insulina son relativamente comunes para la población. Entre ellos nos encontramos la analítica sanguínea, que es una manera bastante habitual para el detectar este problema de salud.
En ocasiones, cuando se acude a realizarse una analítica sanguínea, ya sea de control general o por algún motivo más concreto, se detecta de forma fortuita la elevación del parámetro de glucosa en sangre que hace sospecha de este problema. Ante esta inesperada subida de glucosa en sangre en ayunas (sin comer 12 horas previas), el profesional sanitario puede evaluar la necesidad de realizar otro tipo de pruebas.
Ante la sospecha de resistencia a la insulina, también es común, además de solicitar la glucosa basal o en ayunas, medir la prueba de hemoglobina glicosilada (HbA1c) que mide el nivel promedio de glucosa en sangre en los últimos tres meses y es más orientativo que la anterior prueba. Otro método indirecto común es el llamado tolerancia a la glucosa, prueba que se realiza durante el segundo trimestre de embarazo, donde se toma una sobrecarga de glucosa de 75mg y se valora el nivel de glucosa sanguíneo en diferentes tiempos, para observar una curva o tendencia.
No obstante, existen otros parámetros analíticos, como HOMA-IR (Homeostasis Model Assessment of Insuline Resistance) que se aplican en determinadas ocasiones y que serán indicados por el profesional sanitario cuando evalúa cada caso particular.
¿La resistencia a la insulina puede derivar en diabetes?
Sí, de hecho, en muchas ocasiones sucede que la resistencia a la insulina es un aviso del organismo de que algo comienza a fallar y que se deben poner medidas antes de que se desarrolle una diabetes mellitus tipo 2. De tal forma que, hay que comenzar a cuidarse cuanto antes y esa es la terapia de elección ante la resistencia a la insulina y frenar su desarrollo: cuidados saludables en relación, principalmente, a la actividad física, alimentación, descanso y sueño efectivo y hábitos tóxicos.
Para ello, lo adecuado es acudir a la enfermera de familia (del centro de salud) que orientará en cómo atajar este problema de salud adaptando los cambios de cuidados qué cada persona precisa en función de quién es y sus circunstancias.
¿Es un problema que se puede prevenir?
Por supuesto. Ya en lo que se ha comentado anteriormente se puede sospechar que, aunque exista cierta predisposición biológica, si se practica ejercicio de forma regular (al menos 30-40 minutos varios días a la semana), una alimentación equilibrada de forma habitual, un descanso nocturno suficiente, no fumar, ni tomar bebidas alcohólicas ayuda a que la resistencia de los receptores celulares de insulina no se deterioren tan rápido y por tanto evita el desarrollo del problema de salud.
Cada uno de nosotros, seamos o no tendentes a presentar este problema de salud, debemos decidirnos por un estilo de vida saludable para evitar su aparición y otros problemas de salud relacionados como la diabetes mellitus o el síndrome metabólico, que complican nuestra salud y, por ende, nuestras vidas.