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getty chica feliz© Getty Images

Con un buen tratamiento, el 80% de los linfomas se curan

Te explicamos qué son los linfomas, cuál es el síntoma principal y por qué es importante acudir a un centro con profesionales especializados en esta enfermedad


Actualizado 22 de septiembre de 2022 - 19:47 CEST

El linfoma es un cáncer o enfermedad tumoral de una parte del sistema inmunitario llamado sistema linfático. Afecta a los linfocitos, células de la sangre que ayudan a luchar contra las infecciones. Este tipo de cáncer cuenta con unas altas tasas de curación con los esquemas de tratamiento quimioterápico estándar en primera línea, con un 90% en pacientes curados en estadios precoces y un 70% en avanzados; sin embargo, “hay que tener muy en cuenta que aproximadamente un 30% de pacientes, sobre todo en estadios avanzados, recaen en el primer año; es decir, reaparece el linfoma; y un 5 ó 10% es primariamente refractario, es decir, la quimioterapia inicial no llega a conseguir una curación en ellos”, indica el Dr. Agustín Hernández, jefe del servicio de Hematología del Hospital Quirónsalud Málaga

La inflamación o aumento de tamaño de un ganglio linfático o la aparición de bultos en el cuello, axilas o ingles son algunos de los síntomas más comunes. Pero también se debe prestar atención a signos como fiebre, pérdida de peso, sudoración nocturna, debilidad o cansancio.

Los linfomas se clasifican en dos grandes grupos: Linfoma de Hodgkin y Linfoma no Hodgkin.

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Linfoma de Hodgkin (LH)

Cada año, se diagnostican 30 casos de LH por cada millón de habitantes en España. Afecta, por un lado, a población muy joven (entre los 15 y los 35 años) así como a personas mayores de 55 años. La buena noticia es que más del 80% de los pacientes diagnosticados con linfoma de Hodgkin (LH) logra la remisión de su enfermedad gracias a un correcto diagnóstico seguido de un tratamiento adecuado y controlado por especialistas con experiencia en el manejo de la enfermedad. “Es uno de los cánceres más curables hoy en día”, destaca el doctor Adolfo de la Fuente, jefe del Servicio de Hematología de MD Anderson Cancer Center Madrid.

Los síntomas de este tipo de cáncer linfático son:

  • Ganglios linfáticos inflamados (generalmente los del cuello, las axilas o la ingle), sin presencia de dolor
  • Fiebre que persiste y que no tiene un origen conocido
  • Sudores nocturnos e intensos
  • Pérdida de peso sin causa justificada
  • Cansancio
  • Picor de la piel

Linfoma no Hodgkin (LNH)

Es el segundo tipo de linfoma que existe, y que suele afectar a personas de más edad, a partir de los 60 años, no suele tener tan buen pronóstico como el LH. “Aunque depende mucho del subtipo de LNH diagnosticado, es cierto que no hemos llegado a porcentajes de curación tan altos”, explica el doctor de la Fuente. Cada año, se diagnostican cerca de 70 casos de LNH por cada millón de habitantes en nuestro país.

Los síntomas de este tipo de linfoma son:

  • Aparición de ganglios linfáticos inflamados y palpables
  • Fiebre sin causa justificada
  • Pérdida de peso significativa
  • Cansancio
  • Picor en la piel
  • También puede ser señales el dolor de cabeza, la tos, la dificultad para respirar, dolor óseo o abdominal

Acudir al médico ante la presencia del un ganglio inflamado

Como insiste el doctor de la Fuente, aunque más de la mitad de los pacientes no presentan ningún síntoma en el momento del diagnóstico, existe un signo muy característico que nos debería hacer sospechar de un posible linfoma: un ganglio linfático que aumenta de tamaño sin causa que lo justifique. Ante esta situación, la recomendación del doctor de la Fuente es “acudir a un especialista en oncohematología para que este pueda confirmar o descartar el diagnóstico a través de un análisis de sangre, pruebas de imagen y una biopsia si procede”.

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¿Cómo se tratan los linfomas?

El tratamiento que se administre debe ser individualizado y llevado a cabo por un equipo multidisciplinar especializado en linfomas para poder administrar la terapia más adecuada. Y es que esta puede variar según los tipos y subtipos. A modo de ejemplo, el LNH se divide fundamentalmente en LNH indolente y LNH agresivo. Ante un LNH agresivo, que tiende a crecer y extenderse rápidamente, es crucial diagnosticar y tratar con prontitud para evitar que el tumor continúe avanzando. El tratamiento consistiría, dependiendo del estadio, en quimioterapia, radioterapia, anticuerpos monoclonales y trasplante de progenitores hematopoyéticos (TPH), denominado genéricamente como trasplante de médula ósea.

Sin embargo, frente a un LNH indolente, que tiene un comportamiento menos agresivo, no siempre se administra un tratamiento inmediatamente y, en ocasiones, la recomendación inicial puede ser el seguimiento de la evolución de la enfermedad.

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