Partimos de un dato que nos debe hacer reflexionar: la enfermedad del hígado graso no alcohólico es una de las principales causas de enfermedad hepática a nivel mundial con una prevalencia del 25-30%. “Esta enfermedad y su forma inflamatoria (esteatohepatitis no alcohólica) son la etiología de más rápido crecimiento de enfermedad hepática terminal y carcinoma hepatocelular”, nos cuenta Víctor Díaz (@prohealth.vd), especialista en ciencias de la actividad física y el deporte. Y el panorama no es nada halagüeño, pues se prevé que esta afectación hepática se vea incrementada en las próximas décadas, ya que pese a que su desarrollo se encuentra también relacionado con factores ambientales y genéticos, el principal factor de riesgo son los hábitos del estilo de vida. Por este motivo, las modificaciones sobre el estilo de vida (ejercicio, alimentación, etc.) se convierten en el aliado más eficaz.
“Profundizando un poco más en nuestros hábitos diarios, sabemos que el desarrollo y progresión de estas complicaciones hepáticas se debe en parte a la inactividad física. Por cada hora diaria de comportamiento sedentario, la probabilidad de padecer esta enfermedad aumenta un 4 %”, nos cuenta el experto.
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El ejercicio, un gran aliado
No hay dudas, por lo tanto, de que el ejercicio físico produce muchos beneficios importantes en estos pacientes, incluida una reducción de la esteatosis hepática y la inflamación del hígado, cambios favorables en la composición corporal, mejor función endotelial, mayor aptitud cardiorrespiratoria y respuesta histológica si se logra una pérdida de peso del 5 al 10%. “El ejercicio nos ayuda a controlar muchas de las complicaciones metabólicas relacionadas con esta enfermedad como son la diabetes, el síndrome metabólico, la dislipemia, etcétera, y nos ayuda a mejorar nuestra composición corporal y reducir el peso corporal y el porcentaje graso. Esto último es fundamental, ya que la pérdida de al menos 3-5% del peso corporal parece necesaria para mejorar la esteatosis, pero se necesita una mayor pérdida de peso (7% -10%) para mejorar la mayoría de las características histopatológicas de la esteatohepatitis, incluida la fibrosis. Estas modificaciones en el estilo de vida mejoran los niveles de transaminasas y la esteatosis. Y cuando se pierde 10% o más del peso corporal, el 90% de los pacientes logran resolución completa de la esteatohepatitis”, comenta el experto.
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¿Qué ejercicio elegir?
Y el experto se basa en los estudios que así lo demuestran. “Es abundante la evidencia científica en varios ensayos clínicos donde se destaca el papel tanto del ejercicio aeróbico como del ejercicio de fuerza en el tratamiento de esta enfermedad. Ambos tipos de ejercicio reducen el contenido de grasa hepática a través de mejoras en la resistencia a la insulina, el metabolismo de los ácidos grasos, la función mitocondrial del hígado, etc”, nos comenta.
Así, es fundamental garantizar un estilo de vida activo para cuidar de la salud del hígado. Asegurar un mínimo de actividad física diaria tratando de caminar como mínimo 8.000 pasos diarios puede ser una buena manera de comenzar a cambiar nuestros hábitos. El entrenador personal lo tiene claro: “Nada le da tanto a tu salud a cambio de tan poco como la actividad física, en un estudio con más de 5.000 sujetos con hígado graso no alcohólico se encontró que por cada diez minutos de actividad física, la mortalidad general se redujo en un 7%”.
Por qué debes incluir el ejercicio de fuerza
En cuanto al ejercicio más conveniente, el experto nos cuenta que se recomienda realizar ejercicios de fuerza de moderada/alta intensidad durante 30-60 minutos, 2-4 veces por semana. “La importancia del ejercicio de fuerza en el tratamiento de esta enfermedad ha quedado clara, ya que se ha visto en algunos estudios que incluso entrenamientos sencillos, como una simple combinación de push ups y sentadillas realizados 3 veces por semana durante 12 semanas, ya permitió mejorar los parámetros metabólicos de 53 sujetos con hígado graso. Además, se debe combinar con ejercicio aeróbico (bicicleta, nadar, etc.) realizando un mínimo de 150 minutos semanales”, nos explica.