La palabra fitoterapia deriva de la combinación de dos palabras del griego antiguo: phytós, que significa “planta” y therapeía, que significa “cuidado” o “tratamiento médico”. Así, podríamos decir que la fitoterapia consiste en el uso de plantas –medicinales–, o ciertas partes o extractos de las mismas, aprovechando que contienen principios activos de interés, para tratar dolencias o enfermedades humanas. Dentro del concepto global de la fitoterapia, se incluiría el uso tanto de medicamentos (incluidos los medicamentos tradicionales a base de plantas) como de otros productos –complementos alimenticios– que no tienen consideración legal de medicamento. De todo ello nos habla Carlos Fernández Moriano que estrena puesto, responsable del Área de Divulgación Científica del Consejo General de Colegios Farmacéuticos.
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¿Qué dolencias puede tratar?
Los usos de la fitoterapia pueden ser muy diversos dependiendo de las plantas utilizadas, de la forma de obtener y purificar los principios activos, de la forma de acondicionarlos y adaptarlos a una forma farmacéutica, etc. Es importante tener en cuenta que, para alcanzar un efecto farmacológico, los principios activos se deben tomar en una cantidad determinada: no demasiado baja, puesto que no habrá efecto terapéutico, ni demasiado alta para evitar la aparición de efectos adversos o tóxicos.
Los usos más habituales de la fitoterapia se centran en dolencias comunes y leves, como el insomnio ocasional, el estreñimiento, la irritación de garganta o los malestares digestivos.
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¿Por qué funcionan las plantas medicinales?
El fundamento de la fitoterapia consiste en la presencia en las plantas de principios activos “de origen natural”, esto es, moléculas químicas que, al tomarlas, bien de forma pura o bien contenidas en el producto vegetal, o un extracto derivado del mismo, van a ejercer un efecto terapéutico de interés para tratar una enfermedad o síntoma. Es importante tener en cuenta que los principios activos suelen encontrarse en una parte concreta de la planta.
A modo de ejemplo, los compuestos de la valeriana (Valeriana officinalis), que se usan por su potencial para producir relajación (en estados temporales y leves de nerviosismo o de dificultad ocasional para conciliar el sueño de origen nervios), se encuentran en la raíz, por lo que al adquirirlas debemos asegurarnos de que estamos usando la parte concreta que es de interés. Lo óptimo es emplear productos estandarizados, en cuya etiqueta aparezca expresamente la cantidad de principio activo que se consume en cada dosis, de modo que el efecto farmacológico pueda ser previsible.
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¿Cómo hay que tomarlas?
Se encuentran comercializados una amplia diversidad de productos fitoterapéuticos, lo que conlleva una gran complejidad para el consumidor a la hora de decidir qué producto escoger. Además, están disponibles una multitud de productos que no por ser vegetales son fitoterapéuticos: solo tendrán interés terapéutico aquellos productos en que se use la parte de la planta que es de interés y su contenido en principios activos sea suficiente y esté controlado (puesto que existe una gran variabilidad en la presencia de estos dependiendo de cómo haya sido tratada la planta, el momento de recolección, el riego que haya recibido, etc.).
Estos factores hacen imprescindible la intervención del farmacéutico en el asesoramiento de los pacientes a la hora de escoger un producto determinado y el correcto modo de uso. Además, es importante que a la hora de tomar un producto de fitoterapia informemos o bien al farmacéutico o bien al médico de los medicamentos u otros productos que estemos utilizando para evitar interacciones farmacológicas.
Cabe recordar que, a pesar de que el empleo de plantas medicinales no suele dar lugar a efectos secundarios importantes, salvo procesos alérgicos y en ocasiones trastornos digestivos, su utilización en pacientes especiales, como pueden ser niños, embarazadas o mujeres en periodo de lactancia, debe realizarse bajo estricto control médico, ya que no existen estudios que permitan garantizar su seguridad. El médico es el profesional que puede autorizar su utilización en estos pacientes al estudiar, caso por caso, los beneficios esperados y los posibles riesgos. Por lo general, se recomienda evitarlas sin recomendación del médico en personas con otras comorbilidades (enfermedades concomitantes) que pudieran agravar los riesgos de su uso.
Y como recomendación final para la población: si después de un periodo prudencial de utilización de un producto de fitoterapia (entre 5-7 días) los síntomas no han mejorado o incluso han empeorado, debe consultarse al médico. Igualmente, debe acudirse al médico si los síntomas se acompañan otros nuevos o empeoran, ya que podría tratarse de una enfermedad grave que requiera medidas terapéuticas adicionales.
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¿Cuáles son las plantas medicinales más usadas?
Por citar algunos ejemplos, podemos mencionar la manzanilla (Matricaria recutita) o las hojas de Mentha x piperita, que contienen principios activos de acción digestiva y antiespasmódica, por lo que pueden ser de ayuda en el dolor estomacal o en las digestiones pesadas.
La raíz de Valeriana officinalis, ya mencionada, y la parte aérea de la pasiflora (Passiflora incarnata) son utilizadas para ayudar a dormir o a relajarse porque contienen compuestos de calmantes.
Las hojas de malvavisco (Althaea officinalis) se utilizan por su contenido en mucílagos para aliviar la irritación de garganta.
Para uso dermatológico, podemos mencionar como ejemplo el extracto de las hojas de caléndula (Calendula officinalis), que ayuda a calmar la piel irritada.
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