Tal vez viendo una actuación, o escuchando una música determinada, has sentido alguna vez lo que se ha dado en llamar el duende, ese sentimiento difícil de explicar que puede hacer que se te ponga la piel de gallina. Pues bien, un equipo médico andaluz estudia el origen neurológico del duende artístico, de ese pellizco en el alma, esa emoción que Federico García Lorca definió como "encanto misterioso e inefable". Un sentimiento que se, aunque no es específico del flamenco, sí que está muy vinculado con este arte. “Es más propio de la música, la danza y la poesía hablada, por requerir estas de una interpretación, dado que el duende es, en definitiva, una emoción compartida", apuntan en su estudio los doctores Jesús Romero Imbroda, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Quirónsalud Málaga, y Cristóbal Carnero Pardo.
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"El duende está dormido y se activa en determinadas circunstancias, como puede ser una interpretación musical, acompañándose de una respuesta fisiológica y corporal en la que participa una extensa red de estructuras cerebrales donde las neuronas en espejo tienen un papel relevante y esencial", comentan los expertos, que añaden que "estas respuestas parecen estar asociadas con la intensidad experimentada de las emociones, culminando en ocasiones en sensaciones placenteras como esos característicos escalofríos o vellos de punta, que pueden indicar la liberación de endorfinas"; proceso que los médicos investigadores señalan como base neurocientífica de lo que llamamos duende.
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Todo empieza en el cerebro
Así, explican que en el estudio Arte flamenco y neurociencia: en busca del duende, publicado en la revista de neurohumanidades Kranion, "reflexionamos sobre qué circunstancias se dan en el cerebro para que el concepto más aproximado de duende, ese pellizco que emociona no solo al intérprete sino a aquellos que están escuchando o viviendo esa actuación, se produzca".
¿Hasta qué punto pueden estar las emociones, entre ellas el bautizado como duende, vinculadas con nuestro cerebro? “El duende, entendido como emotividad compartida donde el elemento desencadenante es un momento de arte sublime, se percibe y procesa en el cerebro y se siente en todo el cuerpo”, nos comenta el doctor Imbroda.
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La música, generador de emociones
"La música tiene una capacidad única para desencadenar recuerdos, intensificar experiencias sociales y despertar múltiples emociones", explican sobre el que es, sin duda, un modulador del estado de ánimo. "Hay música que nos calma y hay música que nos anima, hay música que nos produce aversión y otra que nos gusta, independientemente de la persona, de lo aprendido y de lo culturalmente vivido en su entorno. Todas estas respuestas en cada persona están muy relacionadas con qué área cerebral se activa. Hay estructuras cerebrales que modulan la emoción, como la amígdala; otras vinculadas a lo aprendido, como la circunvolución parahipocampal; o lo más visceral, que está a nivel frontoorbitario. Todas estas estructuras se interrelacionan y no solo pueden producirnos una reacción más o menos aséptica, sino que pueden llegar a causarnos respuestas fisiológicas, como aumento de frecuencia cardiaca, sudoración, piloerección", comentan. Tanto es así que, según el jefe de Neurología de Quirónsalud Málaga, "se llega a producir una empatía con el artista mediante la activación de unas unidades celulares, las neuronas en espejo, que son las que intervienen en la imitación de lo que vemos en el entorno, que se sincronizan con el artista y se genera una magia del momento vivido, que es efímero, que es a lo que llamamos duende".
Como decíamos antes, a veces, cuando escuchamos una canción, por ejemplo, podemos sentir que se nos pone la piel de gallina o nos recorre un escalofrío, ¿está en el cerebro la explicación? “Así es y se vincula con nuestros recuerdos y experiencias previas si se trata de una canción conocida y puede modular nuestro estado de ánimo y excitarnos”, explica el doctor Imbroda, al que le preguntamos qué es lo que hace que se nos active esa emoción, que nos haga reaccionar ante esa magia que tienen ciertas artes, entre ellas la música. “A veces, mecanismos racionales y, en otras ocasiones, inconscientes. El tempo, ritmo, tono y timbre de las canciones se procesan en áreas cerebrales diferentes y se integran relacionándose con nuestra memoria y emociones haciéndose consciente y desarrollando en ocasiones una respuesta vegetativa sobre frecuencia cardiaca, sudoración o piloerección”, nos cuenta.
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Personas que sienten el duende
Hay personas que sienten esa reacción mientras que otras no, ¿por qué motivo? “Depende del entorno cultural, lo aprendido y cierta predisposición innata. El flamenco en Andalucia y el Jazz en el sur de Estados Unidos pueden provocar emociones parecidas experimentadas en cada público aunque el objeto sea completamente diferente”, matiza el neurólogo. ¿Hay personas más predispuestas a sentir ese duende, comparten determinados rasgos? “Comparten la magia intensa de transmitir emotividad que puede hacer que el público sienta lo mismo. En ese sentido, las neuronas en espejo juegan un rol fundamental en esa sincronía de emociones”, nos cuenta.
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En el estudio, los doctores Romero Imbroda y Carnero Pardo recuerdan cómo el cantaor El Lebrijano expresaba en una de sus canciones que "los días que yo canto con duende no hay quien pueda conmigo". Y ponen otro ejemplo de lo que podemos llamar duende, ángel o poderío, la recordada artista Lola Flores. De ella, una crítica periodística en The New York Times decía: "No sabe bailar, no sabe cantar, pero no se la pierdan". Y es que, según los autores, el duende está en el intérprete, más que en la obra en sí. Es lo que ellos califican como empatía afectiva, "se trata de una experiencia compartida entre intérprete y público, en el que las neuronas espejo tienen un papel esencial en la respuesta emocional y en los mecanismos que permiten a un individuo comprender el significado y la intención de una señal comunicativa al evocar una representación de esa señal en el propio cerebro del receptor".