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¿Qué son los productos ultraprocesados y por qué deberíamos limitar su consumo?

Dos investigaciones vuelven a vincular su ingesta con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares y cáncer


Actualizado 2 de septiembre de 2022 - 11:47 CEST

Que deberíamos limitar el consumo de comida ultraprocesada es algo que está fuera de toda duda. Y no paran de aparecer estudios que no hacen sino reafirmarlo, poniendo de manifiesto los riesgos de este tipo de productos para nuestra salud. Los últimos han sido el resultado de dos investigaciones publicadas en el último número de la revista British Medical Journal, que vuelven a insistir en el vínculo que existe entre el consumo de alimentos ultraprocesados y el mayor riesgo de desarrollar enfermedades, entre las que destacan las cardiovasculares -principal causa de muerte en el mundo- o el cáncer colorrectal. Desde hace tiempo se insiste en esa relación entre su consumo y el aumento de la posibilidad de padecer determinadas enfermedades, así como obesidad, uno de los grandes males de nuestro tiempo.

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Dos estudios confirman el vínculo entre ultraprocesados y enfermedades

Lo cierto es que ambos estudios, uno llevado a cabo en Estados Unidos durante cerca de 30 años y otro en Europa, en concreto en Italia, son de carácter observacional. Esto implica que no se pueda establecer una relación causa-efecto entre el consumo de ultraprocesados y los perjuicios para la salud, pero sí que es cierto que no hacen sino confirmar lo que se ha podido comprobar en otras muchas investigaciones desarrolladas con anterioridad. Así, tras analizar los hábitos de vida de los participantes, concluyeron, en el caso del estadounidense, que los varones que consumían una mayor cantidad de alimentos ultraprocesados tenían un mayor riesgo de padecer cáncer colorrectal. En concreto, un 29% mayor del que presentaban los hombres que tomaban una menor cantidad de esos productos. Sí se observaron ciertas diferencias en relación a las mujeres, donde no se observó la misma asociación, aunque sí que se pudo comprobar que un alto consumo de ciertos tipos de ultraprocesados, sí se relacionaba con un mayor riesgo de cáncer colorrectal en mujeres. Mientras los resultados de la investigación realizada en el país europeo -cuna de la dieta mediterránea- mostraron que quienes tomaban una mayor cantidad de ultraprocesados tenían un 19% más de riesgo de morir por cualquier causa y un 32% más de riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular en comparación con los que menos productos de ese tipo consumían.

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¿Cómo identificar los alimentos ultraprocesados?

"Los ultraprocesados son productos altamente manipulados elaborados a partir de sustancias de otros alimentos. A menudo contienen gran cantidad de aditivos, sal, azúcar y la calidad nutricional es bastante deficiente. Estos alimentos no solo nos aportan sustancias no deseables como el exceso de aditivos, sino que, además, provocan alteraciones metabólicas y neuronales que favorecen la inflamación y empeoran nuestra salud", cuenta la nutricionista Elisa Blázquez.

Y María Real Capell (@mariarealcapell), farmacéutica, nutricionista y psiconeuroinmunoendocrina, hace además un matiz importante: "Los ultraprocesados son productos -que no alimentos- que tienen más de 5 ingredientes en su lista y que entre estos ingredientes encontramos aceites vegetales, almidones, conservantes, sal, glucosa, fécula, estabilizantes, harinas refinadas, azúcar, potenciadores del sabor, etc. Son productos que no se encuentran de forma natural ya que han sido 'procesados', los hemos transformado", nos cuenta. Y detalla, además, que ya se ha demostrado en numerosos estudios que los ultraprocesados, aparte de promover el sobrepeso pueden causar enfermedades cardiovasculares, enfermedades autoinmunes e incluso cáncer. "Por lo tanto, en mi opinión hay que limitarlos al consumo ocasional (máximo 2-3 veces por semana)", detalla la experta.

Lo cierto es que los tenemos al alcance de la mano en los estantes de cualquier supermercado. Y podríamos encuadrar entre la lista de alimentos ultraprocesados la bollería industrial y las galletas, los refrescos azucarados, los cereales azucarados y refinados, las carnes procesadas, zumos envasados, lácteos azucarados, los postres, patatas fritas y snacks salados, helados, salsas comerciales, platos precocinados…

Comparten algunas características comunes: su gran palatabilidad y que son platos de fácil consumo. Pero lo cierto es que son pobres en nutrientes y no son saludables, pese a que han ido introduciéndose en nuestra dieta poco a poco, a lo largo de las últimas décadas, haciéndose un hueco que no siempre es fácil de llenar con otros alimentos, sin duda, más recomendables. "Son productos baratos, muy sabrosos y apetecibles y por eso pueden llegar a generar incluso dependencia, por eso me parece esencial limitarlos en la primera infancia y educar sobre ellos. Además, su consumo desplaza de la dieta otros alimentos ricos en nutrientes y esto desequilibra aún más nuestra nutrición", explica Elisa Blázquez.

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¿Hay procesados buenos?

El problema está en esos productos a los que les añadimos el prefijo ultra. "No todos los procesados son malos, el gazpacho del supermercados es un alimento procesado. Sin embargo, si lleva aceite de oliva virgen extra y la lista de ingredientes es decente se cataloga como un buen procesado. Las menestra de verduras ultracongelada es un alimento procesado, pero si solo contiene verdura congelada también se considera que es un buen procesado", matiza María Real Capell.

Tal y como explica en su libro El método come sano, vive sano, publicado por Zenith, la nutricionista Laura Jorge, con quien hablábamos con motivo de su presentación, los buenos procesados son alimentos reales sometidos aun procesamiento industrial o artesanal. “Este procesamiento beneficia, o al menos no perjudica, sus propiedades saludables. Los buenos procesados se obtienen con la adición o retirada de algunos ingredientes, o como resultado de la aplicación de algún procesamiento industrial, con el fin de hacer este tipo de alimentos más seguros, duraderos y agradables al paladar, o bien para facilitar su consumo”, detalla en su último libro, donde añade que dichos alimentos suelen presentarse envasados y llevar etiqueta nutricional, en la que constarán entre uno y cinco ingredientes, entre los que no aparecerán cantidades significativas de azúcar, harina refinada o aceite vegetal refinado. Algunos ejemplos que cita la autora son el aceite de oliva virgen extra, la leche UHT, los yogures y los lácteos fermentados, el pan integral, el chocolate negro, el gazpacho envasado, el pescado en conserva, el jamón ibérico de bellota, las legumbres envasadas, los encurtidos, los alimentos frescos congelados o envasados al vacío…

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Alimentos no procesados: la vuelta a la comida real

Lo que habría que primar es el consumo de lo que se ha venido llamando desde hace tiempo ‘comida real’, es decir, aquellos alimentos apenas procesados o cuyo procesamiento industrial no ha interferido en sus propiedades, presentes de forma natural en el alimento. Entre ellos podemos citar los alimentos frescos, como frutas y verduras, frutos secos, legumbres, huevos, pescados y mariscos, carnes sin procesar, cereales integrales o de grano entero, hierbas aromáticas, semillas… En resumen, aquellos alimentos en los que no hay etiquetado apenas, que no hay que detenerse en sus ingredientes.