Disfrutar del placer del dolce far niente, de no hacer nada. Y, sobre todo, no sentirse culpable de hacerlo. Ese es uno de los placeres, para muchas personas de las vacaciones de verano. Nuestro cerebro necesita descanso y paz. Es altamente recomendable que las personas tengan tiempos libres para “no hacer nada” porque nadie tiene la obligación de estar haciendo cosas siempre. Sin embargo, hay personas que no son capaces de conseguirlo, que pueden llegar a desarrollar, incluso, miedo a no tener algo que hacer. Vivimos con un exceso de planes, de obligaciones y, cuando llega el tiempo de parar, de desconectar, no siempre lo conseguimos. Es lo que algunos expertos han bautizado como ociofobia, que suele manifestarse sobre todo durante las vacaciones, debido a no saber qué hacer con tantas horas libres a disposición.
Así, tal y como nos cuenta el psicólogo Moisés Suárez de Mundopsicologos.com, “estas personas tienen la necesidad de tener el tiempo ocupado en todo momento, ya que no les gusta sentir ese vacío de no tener alguna tarea que realizar. Esto es algo bastante común en la sociedad de hoy en día debido a que las personas pretenden mantener la mayor parte de su día y/o vida ocupada con diferentes actividades, planes, trabajo, etc., ya que lo que se genera en estas personas es miedo a tener que hacerle frente a un tiempo ‘vacío’, o un tiempo que no esté planificado, o haber finalizado aquellas tareas u obligaciones que tenían que hacer”, nos cuenta.
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Claves para reconocer la ociofobia
El síntoma que más se puede observar en las personas que padecen esta fobia es la ansiedad. En las personas que presentan ociofobia se interpreta que no tienen planes y deben enfrentarse a un tiempo libre. Tal y como detalla el experto, esto produce una activación del sistema nervioso simpático sintiendo una alta intensidad en su interior, ya que están interpretando el futuro de una manera a la cual no se quieren enfrentar y sienten que tienen que buscar alguna tarea que hacer para no experimentar esa sensación. Lo habitual es que estas personas estén influenciadas por un pensamiento de excesiva productividad y eficacia, poniendo en un primer lugar sus logros y éxitos en lugar de su felicidad. Cuando hablan suelen hacerlo en función de cuántos objetivos han conseguido, cuántas tareas han realizado de una manera cuantitativa en vez de ver realmente la calidad de esos objetivos y/o logros.
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Por qué aparece
Hace un tiempo, en generaciones anteriores, tal vez esto era impensable. Hoy en día, en nuestra sociedad, la ociofobia ha ido ganando importancia por diversos motivos. Entre ellos, “la gran notabilidad que se le está dando a estar constantemente ocupados y se debe a la conceptualización que se le ha otorgado al logro, la eficacia, la realización, sentirse importantes, etc., quitándole cierta prioridad a la felicidad”, cuenta el experto. “Por este motivo, las personas en general siempre quieren más, pero no en el sentido de la progresión sino de la abundancia, supone esto una razón externa para conseguir aquellos logros y siempre ir a más. Este motivo tendría que ser interno para disfrutar del proceso mientras se consiguen aquellos objetivos marcados. Sin embargo, sentir esa emoción de soledad o vacío a casi nadie le suele gustar porque se hace una interpretación negativa de lo que ‘debería’ ser. Es por eso que las personas buscan con qué rellenar esos vacíos y no sentir debilidad. Otra de las causas es tener miedo a no poseer el control o la planificación, ya que si esto no es así piensan que se pueden aburrir y el no hacer nada no es bueno, por lo que genera un gran estrés en estas personas”, comenta.
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Personas con ociofobia
Partiendo de todo esto, nos planteamos si hay personas más expuestas a sufrir ociofobia. “Normalmente, las personas más expuestas a padecer ociofobia suelen ser aquellas que diariamente tienen más responsabilidades o quehaceres. Al tener tanto tiempo ocupado en su día a día, cuando perciben que van a tener ratos libres o interpretan que ese tiempo no está planificado, tienen la necesidad de asumir el control y buscar nuevas tareas”, cuenta el psicólogo. Pero matiza, eso sí, que este tipo de fobia puede afectar a cualquier tipo de persona, y que no solo se relaciona con ejecutivos, ya que en todos los ámbitos y/o niveles se puede presentar. Así, en su opinión, la ociofobia no distingue la “clase” de la persona, “ya que donde está interfiriendo es en el pensamiento que está realizando el individuo de su tiempo futuro en el presente y dicho pensamiento está siendo irracional”. Lo que sí que parece claro es que donde más se suele presentar la ociofobia es en el período de vacaciones. ¿El motivo? En esos días de ociola persona percibe muchas horas libres y no sabe qué hacer por la carga a la que se ha acostumbrada a tener.
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8 consejos útiles para gestionarla
- Identificar. El experto apunta que lo primero es identificar qué es lo que está disparando ese miedo para poder entender la causa y poder establecer pautas para el manejo de dicho miedo.
- Reconocer. El segundo paso es muy importante, y es que hay que ser conscientes del problema y reconocer la situación por la que se está pasando (es un miedo irracional que está afectando al día a día de la persona).
- Expresar las emociones. Siempre suele ser conveniente y venirnos bien hablar de lo que nos pasa. Por eso, hablar sobre las emociones que están generando el tema con las personas más cercanas es vital en el proceso para así liberar toda esa energía que se está formando en el interior. “Lo más importante es verbalizar esas emociones sin tener vergüenza de lo que está sucediendo para así poder entender lo que está pasando”, recomienda el experto.
- Adaptar las expectativas. A veces, tenemos expectativas demasiado grandes. Y lo cierto es que cuando no se generan grandes expectativas, la decepción será bastante menor si no se cumple aquello que se quiere lograr. De esta forma, también ayudamos a reducir los niveles de ansiedad que se pueden presentar por la activación del sistema nervioso simpático y así evitar que la persona se sienta mal con facilidad.
- Tener tiempos de descanso. El descanso, a todos los niveles, es fundamental. No debemos llenar de actividades o tareas los tiempos que tenemos de descanso, ya que esto lo que va a hacer es generarnos sobrecarga y hará que no tengamos momentos libres para poder gestionarla. Por lo tanto, el tiempo para relajarse no debería tener un cronograma.
- Reducir el ritmo. Hay que saber frenar. En no pocos momentos, es necesario realizar un parón. Eso se puede conseguir leyendo un libro con tranquilidad, viendo alguna serie o película, durmiendo una siesta, mirando un paisaje, una pared en blanco, al horizonte, a un árbol… solo hay que poner la mente en blanco y olvidar aquellos pensamientos constantes que te invaden y poder reconectar contigo mismo
- Tener flexibilidad. Esta cualidad va a aportar a la persona poder adaptarse a los cambios con una relativa facilidad, sin sentirse mal, angustiada o con miedo a no tener alguna actividad o tarea que realizar.
- Minimizar la exigencia. Estar constantemente siendo exigentes con uno/a mismo/a no genera buenos resultados. Es vital marcarse objetivos y plazos, pero sabiendo los límites que tiene cada persona y reconociendo lo máximo que se puede dar”, concluye el experto.