Piensas en algo, intentas despejar la mente para no insistir en ese pensamiento al que no paras de dar vueltas... pero inevitablemente vuelves a hacerlo. Lo intentas, pero es superior a ti: hay pensamientos que vuelven una y otra vez a tu mente como si fueran un disco rayado, y entras en un círculo vicioso del que no puedes salir. “Esto es lo que en psicología llamamos rumiación del pensamiento”, nos cuenta Vanesa de la Torre, psicóloga sanitaria de Grupo Laberinto. “Es un proceso psicológico, que aparece cuando nuestro foco de atención se queda anclado en un elemento real o imaginado que nos produce malestar, estrés, ansiedad… el pensamiento se vuelve estático y hace que nos movamos en bucle”, nos explica Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen.
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Si te encuentras en una situación similar, debes saber que “la rumiación se caracteriza por tener pensamientos repetitivos acerca de un tema o varios, respecto al por qué ocurre, consecuencias, efectos negativos. La persona hay veces que traslada que no puede parar de pensar sobre eso, generándole un nivel alto de ansiedad y malestar, que no le permiten llegar a soluciones o a la toma de decisiones”, añade.
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¿Por qué se produce?
Los expertos consideran que, como casi siempre sucede en psicología, las experiencias vividas previamente influyen, y mucho. “La rumiación es un estilo cognitivo y el tipo de pensamiento suele depender de experiencias tempranas o experiencias vitales que condicionan nuestra forma de ver el mundo y, en ocasiones, están relacionadas con un trauma”, nos cuenta Vanesa de la Torre.
“Todos hemos podido tener algún momento en nuestra vida en el que nos podamos sentir identificados con esta descripción”, nos cuenta Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen. El problema surge cuando este estilo de afrontamiento, cómo nos enfrentamos con el hecho, se repite frecuentemente y se mantiene en el tiempo. “La rumiación es un estilo de afrontamiento pasivo, no centrado en soluciones o acciones o toma de decisiones. La decisión se pospone, lo que deriva en mayor preocupación y mayor rumiación. Puede hacerse aprendido por el estilo de afrontamiento en la familia. También puede estar asociado a problemas de autoestima y a procesos ansiosos o depresivos”, explica Pilar Conde.
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¿Cómo podemos afrontarla?
“Este estilo tiene consecuencias negativas hacia nuestra percepción de autovalía y autoestima, intensifica los síntomas ansiosos y depresivos, y nos hace experimentar emociones negativas de una manera frecuente”, cuenta Pilar Conde. Por eso, considera que es importante aprender herramientas de gestión emocional. “Para ello, en terapia se trabaja la toma de conciencia sobre las emociones que se experimentan, se entiende el significado de las mismas y se aprenden herramientas activas de afrontamiento, como resolución de problemas, asertividad o toma de decisiones. Todo esto deriva en un aumento de seguridad y autoestima, lo que revierte en el abandono de esa estrategia de afrontamiento desadaptativa”, nos dice. Mientras, la psicóloga de Grupo Laberinto nos da una serie de consejos para gestionar la rumiación:
- La atención al presente,el mindfulness, promueven métodos para entrenar el cerebro y bajar el volumen de los pensamientos, esto promueve mayor amabilidad y aceptación hacia uno mismo.
- No olvides que tú no eres tus pensamientos.
- Ejercicio físico: promueve la liberación de endorfinas y la atención al presente.
- Ocuparse en vez de pre-ocuparte: puede servirte elaborar un plan de acción para resolver tu problema, encontrar recursos con los que cuentas.
- Buscar ayuda profesional si te sientes desbordada/o.
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