En ocasiones, los expertos nos recomiendan hacer autocrítica, un proceso cognitivo que tiene que ver con poder ponernos “en modo examen” de los comportamientos o de las conductas propias. “Este examen se puede producir cuando nos sometemos a reflexiones personales, así como cuando estamos en grupo y decidimos abrir una ventana a comprobar lo que podríamos haber hecho, no mejor o peor, sino de otra forma o manera”, nos explica la psicóloga clínica y coach ejecutivo Pilar Guerra Escudero, que añade que la autocrítica es un diálogo interno que tiene forma de conversación con uno mismo.
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Una ‘radio interna’
Eso sí, en la mayoría de las ocasiones lo que la experta denomina radio interna es apenas consciente. "Pocas veces detectamos qué es lo que nos decimos, qué historias nos contamos y de qué manera nos hablamos, a no ser que tengamos desarrollada la herramienta emocional de la autobservación y seamos capaces de detectar nuestros pensamientos en cada momento. La autocrítica como ‘intención’ a darnos un espacio para observarnos a nosotros mismos es siempre algo muy positivo que ayuda a nuestro crecimiento personal”, comenta la experta.
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¿Positiva o negativa?
Es la pregunta del millón, si nos hace bien o nos hace mal el hecho de tener demasiada autocrítica. “En la disciplina de la salud mental diferenciamos entre dos tipos de autocrítica llamadas autocrítica positiva y autocrítica negativa. Dependiendo de nuestro diálogo interno la autocrítica positiva nos llevará a nuestro autocuidado y la autocrítica negativa nos conducirá a tratarnos mal e incluso algo muy frecuente en el ser humano que es el auto maltrato”, nos comenta la experta.
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Autocrítica constructiva
Tal y como nos cuenta la especialista, entendemos como autocrítica positiva aquella que construye, que ayuda a que nuestro edificio personal se vaya cimentando sobre aspectos férreos y sólidos. “Tiene que ver con saber reconocer nuestras fortalezas, aquellas actitudes y aptitudes que sabemos nos abren puertas, aquellos dones o talentos, tanto innatos como aprendidos, que hacen que nuestra persona tenga un valor añadido al propio valor que ya tenemos por ser individuos y existir. La autocrítica constructiva ‘construye’ un avance, un espacio donde entendamos que el aprendizaje es ensayo y error y que un error no es un fracaso, sino que es parte del proceso de ir aprendiendo día a día”, nos dice.
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Buscar las áreas de mejora
Por otra parte, Pilar Guerra apunta que autocriticarse constructivamente tiene que ver también con poseer las competencias adecuadas como para ser capaces de detectar nuestras áreas de mejora, que son también parte de nuestro todo. No hay conductas buenas o malas sino conductas que nos abren puertas y otras que nos las cierran.
“Entrenarnos a reconocer en qué tenemos que mejorar es un ejercicio de asumir y aceptar que nos hemos confundido y, sin embargo, podemos modificarlo para volver a intentar nuestros objetivos de manera más adecuada.
El lenguaje que utilizamos en este tipo de autocrítica constructiva es un lenguaje exento de juicios contundentes de carga moral por lo que se convierte en un tipo de lenguaje que tan solo describe los hechos, no los crítica negativamente ni culpabilizando ni avergonzando. Tan solo eso, se trata de una conducta a mejorar y no un delincuente sometido a un tercer grado para terminar en la silla eléctrica”, comenta. Y es que los seres humanos que son capaces de hacerse autocríticas constructivas constantes suelen tener una autoestima sana muy trabajada y con bastante seguridad en sí mismos. No les importa fallar, saben que el error es parte del aprendizaje e incluso éste es divertido ya que cada situación en sus vidas es un reto.
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Autocrítica negativa
Mientras, en el otro extremo, nos encontramos aquella forma de autocriticarse destructivamente. Esto hace que rondemos el bloqueo emocional e intelectual, así como que alcancemos una paralización completa en todos los sentidos de nuestra vida. “Nos criticamos destructivamente cuando empleamos un lenguaje de carga moral y emocional extrema: ‘Esto está muy mal hecho’, ‘esto es imperdonable’, ‘este fallo mío denota una falta abismal de inteligencia por mi parte’, etcétera. Emplear este lenguaje que exprese extremos como bien y mal, positivo o negativo, blanco o negro nos lleva de la mano a conversaciones internas con alto grado de exigencia, con poca condescendencia y con muchísima dureza y contundencia hacia la atención selectiva de los errores y de los fallos”, comenta la psicóloga.
Y es que no podemos olvidar que este autoinsulto continuo frustra, bloquea y nos conduce a una forma de vivir y de sentir muy abusiva y, por lo tanto, muy patológica. Si la coherencia está en mantener en equilibrio los pensamientos, las emociones y las conductas, este tipo de autocrítica destructiva lleva a la autodevastación de la propia autoestima.
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La importancia del autoconocimiento
“Una gran parte de las competencias humanas para poder hacernos críticas constructivas tiene que ver con la facilidad y el aprendizaje en saber dar y recibir feedback. Los psicólogos Joseph Luft y Harrington Ingham crearon una fórmula para facilitarnos saber adentrarnos en este proceso de conocimiento y autoconocimiento a través del feedback. La herramienta de psicología cognitiva, llamada la Ventana de Johari, dividía nuestro autoconocimiento en cuatro partes denominadas áreas: el área conocida, el área desconocida, el área oculta y el área ciega”, nos comenta la experta, que detalla sus características.
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Las cuatro áreas
-El área conocida está compuesta por todos aquellos aspectos que conocemos y que también conocen los demás, de tal manera que podemos saber que somos generosos, por ejemplo, y que contrastando la información con los demás estos también reconocen que lo somos.
-El área desconocida la forman todos aquellos aspectos nuestros que nosotros desconocemos y que también desconocen los demás. No sabemos dónde estaremos en verano, dentro de dos años… y tampoco lo saben los otros.
-El área oculta es justo eso: lo que nosotros ocultamos a los demás. Hay veces que solo se queda en esta primera parte, en ocultarlo al resto. Lo peligroso verdaderamente es todo aquello que sabemos de nosotros y que nos lo ocultamos a nosotros mismos.
-El área ciega es ese ángulo muerto de nuestro “coche personal”. Por mucho retrovisor que tengamos, siempre puede existir algo de nosotros que no vemos y, sin embargo, sí ven los demás. Esta área ciega realmente es un continuo motor de aprendizaje, se llama área de mejora y se trata del conjunto de todas aquellas aptitudes y actitudes que podemos llegar a modificar con el fin de completarnos como personas.
Buscar el crecimiento personal y profesional
En conclusión, la autocrítica positiva o constructiva, por consiguiente, es una herramienta que lleva a abrirse oportunidades de crecimiento personal y profesional. Practicándola, analizando minuciosamente las acciones, las emociones y los pensamientos, se alcanza un desarrollo emocional que es el principal motor de arranque del ser humano.
“Hasta hace muy poco tiempo acudir a un psicólogo para psicoterapia estaba destinado a ser estigmatizado. Afortunadamente en la actualidad las personas más fiables son aquellas que reconocen emociones, hablan de conflictos, se exponen a contar sentimientos profundos y quiebres personales. Sin embargo, aquellos que niegan sus errores, que se resisten a hacer un viaje a su interior para bucear sus áreas de mejora, no solo entorpecen su desarrollo personal, sino que también lo hacen en sus familias, trabajos y parejas. Estas personas con tantísima resistencia a la autocrítica no solo no conocen sus áreas ciegas, sino que ni tan siquiera conocen que existen estas áreas. Se pierden, por lo tanto, la gran frase mítica de que declarar nuestras vulnerabilidades es el mayor signo de fortaleza”, concluye la psicóloga.
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