Si te mencionamos la palabra varices, inmediatamente vas a relacionarla con las piernas. No es extraño, pues probablemente por su frecuencia y visibilidad, las varices más conocidas son las de esta zona del cuerpo. Sin embargo, lo cierto es que estas venas dilatadas que no son capaces de cumplir con su función (devolver la sangre al corazón), se pueden desarrollar en cualquier zona del cuerpo y ser causa de dolor. Y una de esas zonas es la región pélvica. Tanto es así que podemos encontrarnos incluso con lo que se denomina síndrome de congestión pélvica, que se caracteriza por la presencia de varices en la zona pélvica y por síntomas como el dolor o sensación de pesadez en la región pélvica. Un problema que no es menor. “Se conoce que aproximadamente el 15% de las mujeres entre los 20 y los 50 años presentan varices pélvicas y que hasta el 60% de estas mujeres desarrollarán algún tipo de síntoma”, afirma la doctora María Sánchez Ballestín, miembro de la Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista (SERVEI).
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¿Cuáles son sus síntomas?
Como decíamos, el dolor es uno de los síntomas más molestos de esta patología, y además, al igual que ocurre con las varices de las piernas, empeora con los periodos largos en los que estamos mucho tiempo de pie, en los que las venas incompetentes presentan mayor dilatación debido a la posición. Por esta razón, el dolor es generalmente mayor al final del día y es prácticamente inexistente después del descanso nocturno. Además, suele acentuarse los días anteriores y durante la menstruación y es especialmente intenso después del coito. Los expertos también apuntan a que otros síntomas con los que puede manifestarse y hacer más difícil su diagnóstico son el dolor lumbar o tipo ciático y los síntomas urológicos como la incontinencia urinaria en situaciones de estrés o la incomodidad o dolor durante la micción.
Un problema infradiagnosticado
Pese a ser un problema no tan poco habitual, lo cierto es que sí que nos encontramos ante una dolencia muy infradiagnosticada. “Probablemente la mayor causa de este infradiagnóstico sea el desconocimiento de su existencia por parte de los profesionales sanitarios (médicos, fisioterapeutas, matronas…). También, por otro lado, la gran prevalencia de las varices pélvicas en las mujeres, lo que seguramente lo convierte en un hallazgo poco relevante, al que se tiende a restar importancia dado que muchas de las pacientes con varices pélvicas no presentan síntomas”, cuenta la especialista.
Hay que tener en cuenta, además, que otro aspecto que contribuye a su infradiagnóstico son precisamente los síntomas, que se pueden confundir con otros procesos ginecológicos, especialmente con la endometriosis. Tanto es así que, como explica la doctora Sánchez Ballestín, la mayoría de las pacientes con este tipo de dolores son derivadas acertadamente a Ginecología por sospecha de enfermedad ginecológica. “Sólo podemos acusar a las varices de ser las causantes de todos los síntomas si antes hemos descartado que no haya otra patología ginecológica, digestiva o urológica subyacente. El problema se produce cuando no se detecta ninguna de esas patologías y la paciente queda sin diagnóstico o mal diagnosticada”, afirma la portavoz de la SERVEI, que incide precisamente en que esa la falta de diagnóstico empeora aún más la situación para muchas pacientes, que comienzan un peregrinaje que les hace perder mucho tiempo antes de dar con la clave de lo que les pasa. “Van de especialista en especialista sin solución y algunas incluso son derivadas a psiquiatría dando como única explicación a su dolencia el estrés. Muchas no pueden realizar deporte porque los esfuerzos abdominales hacen aparecer o incrementan el dolor y limitan su actividad diaria, no disfrutan de su tiempo libre y se sienten frustradas por no poder desarrollar una vida más activa siendo mujeres jóvenes y sanas”, comenta.
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La importancia del diagnóstico precoz
Es fundamental, por lo tanto, atinar de forma precoz en el diagnóstico del llamado síndrome de congestión pélvica. El motivo es que cuanto antes se obtenga éste, menos varices a tratar tendrá la paciente y más sencilla será la intervención. Pero hay que sumar otro factor, tal y como explica la doctora María Sánchez Ballestín, y es que cuanto más se acelere el diagnóstico, menos años perderá de bienestar la paciente, más aún teniendo en cuenta que “son pacientes en edad laboral, jóvenes, generalmente con cargas familiares, que conviven con un dolor intenso durante años, lo que afecta a su rendimiento a todos los niveles, su calidad de vida y su relación de pareja. No hay que olvidar que uno de los síntomas clásicos de esta patología es el dolor con las relaciones sexuales”.
¿Cómo debe tratarse?
El dolor es uno de los síntomas que debemos tener muy presentes. Por eso, se opta por medicamentos que pueden disminuir el dolor y que deben ser el primer escalón en el tratamiento. Pero, en la actualidad, tal y como explica la doctora, el tratamiento más eficaz y recomendado es la embolización de las varices pélvicas, que pasa por la introducción de material que ocluye y cierra las venas patológicas. Este tratamiento se incluye dentro de las conocidas como terapias endovasculares, que permiten el acceso a un vaso sin necesidad de una intervención abierta. “La radiología vascular intervencionista reúne todo el conocimiento de esta patología y tiene las habilidades endovasculares para tratarla. Navegamos por dentro de las venas con la ayuda de catéteres usando como guía los Rayos X e introducimos el material de forma precisa en las venas patológicas”, explica la doctora.
Se trata, tal y como nos cuenta, de una intervención de apenas una o dos horas de duración que no precisa anestesia general (solo anestesia local en el punto de acceso venoso elegido, generalmente en cuello, brazo o ingle) y que se puede realizar de forma ambulatoria o con un ingreso hospitalario de unas horas de duración. Y los resultados son óptimos, pues hay datos que apuntan que aproximadamente el 75% de las pacientes sometidas a embolización de las varices pélvicas experimentan mejoría de todos sus síntomas en los dos meses siguientes a la intervención y siguen mejorando progresivamente en los meses siguientes. Además, existe posibilidad de repetir la intervención en caso de recidiva o de ausencia de mejoría de los síntomas, tras descartar antes que no sean otras las causas del dolor. “En general se trata de una intervención con escaso riesgo para la paciente y que repercute de forma muy beneficiosa en la calidad de vida de las mujeres que sufren síndrome de congestión pélvica”, concluye la doctora.