La desconfianza es necesaria para sobrevivir. Pero desconfiar siempre genera sufrimiento. Es más, ser un desconfiado casi patológico no te permite disfrutar de las relaciones humanas, provoca ansiedad, aísla. En definitiva, las personas que constantemente desconfían de los demás, no 'viven'. Por ello, hablamos con un psicólogo, Rafael San Román, de ifeel, para que nos explique cuando la desconfianza es algo natural y necesario, y en qué momentos se convierte en una conducta limitante, incluso paranoia, que puede generar malestar, ansiedad y afectar a la calidad de las relaciones humanas.
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¿Qué hay detrás de las personas desconfiadas?
La desconfianza es una actitud humana perfectamente normal y necesaria, ya que resulta imprescindible para nuestra supervivencia. Necesitamos desconfiar de aquellos elementos (personas, espacios, alimentos, proposiciones…) que resultan sospechosos por algún motivo, incluso aunque no sepamos explicar bien por qué. En la vida no todo es bueno, recomendable o saludable, también existen muchos factores peligrosos e incluso letales, por eso necesitamos desarrollar un mecanismo de defensa que nos permita protegernos de esos potenciales peligros o cuestiones que no acaban de convencernos.
Otra cosa es que haya personas que se instalen en la desconfianza permanente y sistemática, porque estén instalados en el miedo permanente: todo es hostil, solo puedo contar conmigo, tengo que estar siempre a la defensiva porque si no comes, te comen.
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¿Puede ser por baja autoestima?
La desconfianza está más relacionada primariamente con el miedo, aunque es evidente que en un ser humano todas nuestras dimensiones psicológicas están muy entrelazadas. En la medida en que no tengo confianza en mis propias capacidades para defenderme, conectar con la situación, disfrutar de ella, comunicarme, tener éxito… es probable que tienda a desconfiar de un plan, de una persona, de una propuesta.
Desconfiar sistemáticamente de las personas con las que me relaciono también tiene que ver con la experiencia de haber sido dañado o no protegido, o al menos de haber estado en riesgo repetidamente de ser dañado por otros. Obviamente, esto mella la autoestima y dificulta las relaciones porque nos impide confiar en que los demás son personas que no nos desean ningún mal. Pero en la desconfianza la conexión es más con el miedo que con la autoestima.
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Las personas desconfiadas sufren mucho, ¿por qué?
Viven con la percepción de que el mundo (los demás) es un lugar hostil en el que nadie es honesto, todo el mundo tiene en última instancia intereses ocultos que van contra ellas, o que consisten en querer dañarlas o aprovecharse de ellas.
La desconfianza extrema es en lo que se basa la paranoia, que no es sino el miedo sistemático a ser dañado o perseguido por otros y la creencia más o menos firme de que los demás son hostiles y desean atacarme. Obviamente, esto genera mucho malestar, angustia, soledad y hace que quienes sufren esto en un grado elevado tengan que emplear mucha energía en desplegar defensas para regularse, para equilibrar su sensación de amenaza.
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¿Qué ocurre en el cerebro para que las personas desconfíen de otras?
En el cerebro lo que ocurren son conexiones neuronales, complejos fenómenos físicos y químicos que dan lugar a nuestro funcionamiento en la vida. Ahora bien, lo que ocurre en la mente de las personas que desconfían de otras es una serie de razonamientos y deducciones que dan lugar a una conclusión (“esa persona no es de fiar”), de ahí a una decisión (“No me voy a fiar de ella”) y de ahí a una serie de conductas o acciones. Todo esto, especialmente lo que se refiere a razonar, concluir y decidir, normalmente ocurre extremadamente rápido.
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¿Cómo se puede volver a confiar en los demás?
Las personas que desconfían permanentemente pueden recuperar una vida más plena por sí mismas, si se lo proponen, y se esfuerza o con la ayuda de un psicólogo. Este profesional puede ayudar al individuo a que reflexione sobre estos puntos y que, poco a poco, pueda recuperar el bienestar y las relaciones humanas de calidad.
- No puedes vivir siempre aislado de los otros: si no confías, te mueres.
- No castigues a los demás por agravios que te han hecho otros.
- Calibra la verdadera probabilidad que hay de que esa persona te engañe.
- Si quieres que otros confíen en ti, también tienes que confiar en ellos.
- La confianza no tiene por qué ser una cuestión de todo o nada: ve recuperándola progresivamente.