El verano es la estación deseada para muchos. Sinónimo de descanso, de relax, de planes, de buen tiempo, de sol. Pero lo cierto es que precisamente el sol se convierte, en ocasiones, en un problema para algunas personas, que manifiestan lo que se conoce como alergia al sol. Pero, ¿se puede llegar a tener realmente una alergia a las radiaciones solares? “Cuando tenemos una erupción posterior a la exposición solar la llamamos comúnmente 'alergia al sol', pero debemos saber que este término sería correcto cuando el mecanismo que la produce está mediado por nuestro sistema inmunitario”, comienza explicándonos la doctora Carmen Kannee, del equipo de Dermatología del Instituto de Dermatología Integral (IDEI), que añade que la interacción entre la radiación solar y ciertas sustancias endógenas o exógenas puede llevar al desarrollo de múltiples fotodermatosis, no solo fotoalérgicas sino también por fototoxicidad, que son mucho más comunes. “Además, hay que diferenciarlas de otras enfermedades genéticas o adquiridas que pueden ser agravadas por la exposición solar, como por ejemplo las porfirias o el lupus eritematoso”, nos explica.
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“La alergia al sol, en términos médicos se denomina Erupción polimorfa lumínica. Suele aparecer en primavera y desaparece en otoño. En general se requiere una exposición al sol de entre 30 minutos y varias horas para desencadenar una reacción en la piel. La probabilidad de que se repita disminuye a medida que trascurre el verano, pero la erupción suele volver a aparecer todos los años después de la primera vez. Generalmente el primer brote suele ser durante la adolescencia o después de los 20 años”, nos detalla por su parte Jordi Conesa, BU Mananger Fotoprotección de Isdin Corporate.
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Así se manifiesta
La primera duda que nos surge es cómo se manifiesta, cuáles son los síntomas que nos pueden hacer sospechar de que tenemos este problema. Lo cierto es que suele manifestarse como una erupción con un gran picor en zonas de la piel expuestas al sol. Suelen ser pequeñas manchas o ronchas rojizas, con un ligero relieve, pero a veces también aparecen como placas o grandes ampollas e incluso como hematomas. “La presentación clínica es variable, las lesiones pueden ser enrojecimiento, ronchas, granos, pústulas, ampollas y/o habones, en formas leves hasta severas, pero tienen en común la distribución en áreas expuestas al sol, más común en escote, cara externa de los brazos y cara. Cursan generalmente con prurito y, en ocasiones, hasta dolor”, nos cuenta la experta de IDEI.
¿Hay personas más propensas a tener una piel reactiva ante las radiaciones solares?
En opinión de la dermatóloga, las reacciones fototóxicas pueden ocurrir en cualquier persona, siempre que exista una cantidad suficiente del agente causal y de radiación solar. “Las reacciones fotoalérgicas requieren la sensibilización previa al agente causal, y una vez que el individuo está sensibilizado ocurren con una nueva exposición. La predisposición por raza o por edad es variable según el tipo de fotoalergia. Aquellos individuos con antecedentes de familiares de fotoalergia tienen mayor predisposición para padecerla”, nos explica la doctora Kannee.
“La erupción aparece en personas que han desarrollado sensibilidad a la luz solar, especialmente a la luz ultravioleta (UV), la radiación del sol u otras fuentes, como las camas de bronceado. Esto se denomina fotosensibilidad, aunque se piensa que es producida por una combinación de factores ambientales y genéticos”, nos detalla el experto de Isdin, que añade que aparece más frecuentemente en mujeres. “Es el trastorno de fotosensibilidad más común en las personas de raza blanca. Puede llegar a afectar entre el 11-21% de la población en climas templados. Es un problema que rara vez aparece en zonas del ecuador. Quizá porque en los climas templados es mayor proporción de luz ultravioleta A durante todo el día”, nos cuenta el experto de Isdin.
¿Cuáles son los agentes causales más comunes?
Tal y como nos cuenta la dermatóloga, existen fotodermatosis de causa aún desconocida, de origen multifactorial, pero en cuyo mecanismo de producción puede estar implicada la fotoalergia, la más frecuente es la erupción polimorfa a la luz. "En esta entidad, la recurrencia en los meses de exposición solar, sin un desencadenante específico, es la regla. En muchos otros casos de fotoalergia y de fototoxicidad se pueden encontrar agentes específicos desencadenantes como medicamentos orales o tópicos, algunos ingredientes de los protectores solares, fragancias y plantas; entre los más comunes”, nos dice.
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Cómo se diagnostica
Una historia clínica y una exploración detallada por el dermatólogo son fundamentales para el diagnóstico. La dermatóloga de IDEI incide en que se debe hacer énfasis en el interrogatorio sobre el uso de nuevos medicamentos o la exposición a productos tópicos, bien sean de uso médico, cosméticos o incluso sustancias naturales (por ejemplo: plantas, jugo de limón, etc.) que son causa frecuente. Una historia positiva de algún agente sospechoso, y/o la recurrencia de la erupción con la exposición solar, en conjunto con el hallazgo de una erupción en un patrón fotoexpuesto hace sospechar el diagnóstico y pedir pruebas complementarias de ser necesario.
“Para confirmar el diagnóstico y tratar de identificar el agente causal se puede realizar un análisis de exposición a la radiación ultravioleta (fotoprueba) o de exposición al agente sospechoso y a radiación ultravioleta (fotoparche). Se utilizan diferentes longitudes de onda para ver cómo reacciona la piel. También pueden ser de utilidad analíticas de sangre y biopsia de piel”, nos detalla.
La doctora Kannee añade que un dato para sospechar el diagnóstico con la inspección clínica es la visible demarcación entre un área expuesta de un área protegida del sol, bien sea por textiles o porque está naturalmente sombreada, como bajo la nariz, detrás de las orejas, bajo la mandíbula y pliegues. “Dependiendo de la causa, los brotes pueden ser transitorios, desapareciendo espontáneamente sin tratamiento, o pueden seguir un curso crónico y recurrente con cada nueva exposición”, añade la doctora.
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Así debes actuar
La clave es tener claro, una vez que se constata que tenemos un problema en relación a la exposición solar, cómo debemos actuar. “Al tener diferente etiología, el tratamiento será variable según la enfermedad”, dice la doctora Kannee. En general, evitar la exposición al alérgeno o sustancia causal, si es identificable, y la exposición a la radiación ultravioleta utilizando protectores solares de amplio espectro de protección (UVB/UVA), con más énfasis en la protección UVA (que es la más implicada en la producción de las fotodermatosis), libres de ingredientes potencialmente alergénicos/fototóxicos y uso de ropa protectora, es la primera línea del tratamiento.
“Para tratar los episodios se pueden utilizar cremas con corticoides tópicos y antihistamínicos orales. En casos severos se pueden utilizar corticoides sistémicos y otros medicamentos inmunosupresores. En ciertas fotodermatosis, como la erupción polimorfa a la luz, se observa una disminución de los episodios con exposición solar continua. La fototerapia puede ser de utilidad como herramienta terapéutica para desensibilizar. También han reportado ser de utilidad los fotoprotectores orales como Polypodium leucotomos, antioxidantes y antimaláricos a bajas dosis”, cuenta la dermatóloga.
El portavoz de Isdin nos cuenta que la exposición al sol se debe de hacer de forma lenta y progresiva pero siempre siguiendo estas tres reglas de oro:
- Prepara la piel con antioxidantes orales antes de que empiece la primavera o al menos 15 días antes de la exposición solar de verano. Hay que tomar frutas y verduras de temporada y complementos alimenticios a base de antioxidantes que contribuyen a reforzar nuestro sistema de defensa natural
- Se debe aplicar fotoprotector con un SPF alto y reaplicar cada 2 horas. Existen algunos fotoprotectores con ingredientes especiales como la ectoina que ayuda a disminuir la intensidad de los brotes.
- Se deben evitar las horas centrales del día y usar gorro, gafas de sol y a ser posible prendas de manga larga para evitar la exposición en zonas extensas.