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¿Infarto o angina de pecho? Así podrás diferenciar los síntomas

Te explicamos cómo distinguirlos


20 de mayo de 2022 - 12:39 CEST
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Reconocer los síntomas de infarto o de angina de pecho nos pueden permitir actuar con rapidez y solicitar atención médica inmediata para evitar las consecuencias de estas enfermedades del corazón. Para saber cómo diferenciar ambas, hablamos con la Dra. Alma Fernández Arias, directora médica de Savia, plataforma de salud digital de MAPFRE, quien nos ayuda, además, a saber cuál es la mejor manera de prevenir estos problemas. 
 

¿Cuáles son las diferencias entre un infarto y una angina de pecho?

El infarto y la angina de pecho se presentan debido a la obstrucción en alguna de las tres arterias principales o sus ramas, lo que reduce, en consecuencia, el flujo de sangre hacia el corazón.

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La angina de pecho, a diferencia del infarto de miocardio, aparece de forma progresiva, debido a la obstrucción parcial del riego sanguíneo, fruto del deterioro de las arterias del corazón con el paso de los años. No provoca un daño permanente en el corazón, y según si aparece en reposo o durante el ejercicio físico, se clasifica en estable e inestable.

 

Se define como angina de pecho estable, cuando el dolor en el pecho aparece durante el ejercicio físico y desaparece en reposo o con medicación. En la angina de pecho inestable, el dolor en el pecho aparece en reposo y es de mayor duración. Puede extenderse a los brazos, cuello, espalda y mandíbula. Debe ser tratada urgentemente, ya que puede provocar un infarto de miocardio que se puede considerar como la manifestación más aguda y severa de la angina de pecho y en el que sí hay muerte irreversible de células cardiacas.
 

En la angina de pecho inestable, la arteria coronaria está obstruida parcialmente y el flujo que pasa a través de ella solo está obstaculizado. Sin embargo, en el infarto agudo de miocardio, la arteria coronaria se tapa completamente y el flujo de sangre que va hacia el corazón se interrumpe bruscamente llevando a la muerte de las células miocárdicas.
 

La angina inestable se presenta de forma aguda, como el infarto. Ambos forman parte de la cardiopatía isquémica, que es una enfermedad grave y crónica.

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Síntomas de infarto y de angina de pecho 

El dolor de la angina de pecho aparece en el centro del pecho y puede haber sensación de opresión en el pecho o en la zona del corazón. El dolor no es muy intenso y puede quedarse fijo en el centro del pecho o irradiarse hacia la garganta, el brazo izquierdo, la mandíbula o la espalda. Suele ceder por sí solo en menos de diez minutos, y puede acompañarse de mareos leves y sudoración, pero no se presentan problemas respiratorios.
 

El dolor que se presenta al ocurrir un infarto es mucho más intenso, sintiendo así dolor u opresión en la parte izquierda del pecho que no cede con el reposo, ni con la respiración ni con ninguna postura. Se trata de un dolor “tipo peso” en la zona del esternón, que no se modifica con los movimientos ni con la respiración, bastante intenso y que, en ocasiones, irradia hacia mandíbula, cuello y espalda, brazo izquierdo, y en algunos casos, brazo derecho. Es duradero, no cede ni disminuye su intensidad, y aparece en reposo y súbitamente. Son bastantes frecuentes la sensación de mareo, las náuseas, los vómitos y la sudoración abundante. Puede presentar una respiración entrecortada y dificultosa.
 

En las mujeres, además de los síntomas anteriores, se puede presentar dolor o ardor estomacal, dolores en el hombro, ansiedad, molestias en el cuello o la mandíbula, fatiga y debilidad sin motivo aparente.
 

Es importante destacar que el dolor de un infarto y el de una angina inestable suelen ser indistinguibles y solo la determinación de enzimas cardíacas, como la troponina, dará el diagnóstico médico acertado.

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¿Cuáles son los factores de riesgo de cada uno de ellos?

Los principales factores de riesgo que pueden ocasionar la obstrucción de las arterias coronarias y que por tanto deben evitarse son:

• Niveles elevados de colesterol y triglicéridos en sangre, trastorno llamado dislipemia.

Hipertensión arterial.

• Obesidad.

• Tabaquismo.

• Sedentarismo.

 

Existen otros factores de riesgo que no se pueden evitar, como los antecedentes familiares y la edad avanzada. En estos casos, aún son más importantes las medidas de prevención que detallamos en el último apartado.

 

La prevención, el mejor tratamiento para el corazón 

Para prevenir la aparición de estos problemas lo mejor es establecer unos hábitos saludables y cambiar el estilo de vida para retrasar la progresión de la arteriosclerosis coronaria y evitar complicaciones cardiovasculares:

Dejar el consumo de tabaco si fuera el caso y evitar la exposición al humo ambiental.

Mantener o reducir el peso, si existe obesidad o sobrepeso. Realizar una dieta baja en grasas saturadas y colesterol y adaptar las calorías para llevar el peso al ideal. Mantener estables los niveles de LDL y HDL.

Realizar ejercicio físico de manera regular y de intensidad progresiva, de acuerdo a las posibilidades del paciente, idealmente de 30 a 60 minutos diarios.

Evitar la exposición a la contaminación ambiental.

Vacunarse anualmente de la gripe.

Controlar la presión arterial.

Controlar adecuadamente la glucosa si el paciente fuera diabético

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¿A qué edad pueden ocurrir?

La enfermedad cardíaca es la principal causa de muerte en hombres de 45 a 54 años, así como en personas mayores de 65 años. La incidencia de la enfermedad coronaria se incrementa con el paso de los años, lo que hace que la edad sea, en sí misma, un factor de riesgo cardiovascular. El infarto agudo de miocardio (IAM), suele estar ligado al proceso natural de envejecimiento, pero también es una patología cardiaca que cada vez se ve con más frecuencia en personas jóvenes que llevan un estilo de vida poco saludable y sedentario.

 

En cuanto al sexo, el pronóstico de un infarto de miocardio es peor en mujeres que en hombres. Un porcentaje mayor fallece antes de llegar a un hospital (52% frente al 42% en los hombres) y el pronóstico es también peor tras la hospitalización. Aunque el infarto es más frecuente en los hombres en edades más tempranas, a partir de la menopausia el riesgo se iguala en las mujeres. Esto se debe a que durante la edad fértil los estrógenos ejercen un efecto protector, pero con la disminución de estas hormonas durante la menopausia aumenta el riesgo cardiovascular. Además, en esta etapa suele subir el colesterol en sangre y hay más hipertensión y obesidad.

 

En pacientes jóvenes suele estar ligado a determinadas enfermedades, algunas de ellas genéticas, que aceleran mucho el proceso de la arteriosclerosis o constituyen grandes factores de riesgo por sí mismas: dislipemias familiares, la diabetes mellitus tipo I insulino-dependiente… También el hábito tabáquico desde edades tempranas y el consumo de determinadas drogas puede desencadenar infarto de miocardio en el paciente joven.

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¿Cuáles son las consecuencias?

Las consecuencias de una angina estable se pueden tratar, como habíamos comentado anteriormente, estableciendo unos hábitos saludables y cambiando el estilo de vida para retrasar la progresión de la arteriosclerosis coronaria y evitar complicaciones cardiovasculares.

 

En el caso de la angina inestable, se presenta de forma aguda como el infarto. Ambos forman parte de la cardiopatía isquémica que es una enfermedad grave y crónica.

 

Si el infarto es muy extenso, hay mayor probabilidad de fallecimiento de la persona afectada. Por el contrario, si el infarto no ha dañado excesivamente el corazón, se puede volver a realizar una vida normal, aunque siempre controlando los factores de riesgo y abandonando la vida sedentaria.

 

En algunas personas pueden aparecer arritmias ventriculares o bloqueos del corazón, que por lo general pueden ser controlados con el uso de dispositivos especiales como el desfibrilador o el marcapasos.

 

Suelen aparecer en el ingreso hospitalario y, una vez superados, el pronóstico ya no depende de haber presentado dichas complicaciones.

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¿Cuál es el tratamiento del infarto y la angina de pecho?

Lo principal ante un infarto es la asistencia médica especializada inmediata, cuyo objetivo es evitar que la enfermedad progrese, o al menos, lo haga de forma lenta. Para ello, se utilizan diversos fármacos, como la administración de betabloqueantes, analgésicos, antiagregantes plaquetarios, trombolíticos o calcioantagonistas. Estos medicamentos están destinados a garantizar que la sangre llegue al corazón de manera correcta y evitar cualquier fallo en el flujo sanguíneo normal.

 

En ocasiones, la medicación no es suficiente y es necesario realizar otro tipo de tratamientos, como la colocación de un bypass coronario (conducto o desvío alternativo) para unir un vaso con otro “saltando” el lugar donde está la obstrucción y así restablecer el flujo sanguíneo. También se puede realizar lo que se denomina una intervención coronaria percutánea, que consiste en abrir el vaso obstruido y colocar un stent o prótesis vascular, una especie de muelle que evita que el vaso vuelva a cerrarse.

 

El manejo de la angina requiere un tratamiento específico, dirigido a mejorar los síntomas y evitar complicaciones inmediatas.

En angina estable, el tratamiento requiere ajustar la medicación antianginosa como nitratos, calcioantagonistas y/o betabloqueantes. En aquellas circunstancias donde persista dolor anginoso a pesar de un tratamiento médico óptimo, puede haber indicación de realizar una angioplastia con colocación de stent o de un bypass aorto-coronario. Además de estas medidas, se deben tratar aquellas enfermedades o situaciones que puedan estar agravando la angina, como una posible anemia, una infección, una arritmia, un aumento de la actividad del tiroides o una estenosis aórtica si existiera.

 

En la angina inestable, se requiere un tratamiento urgente dentro de un hospital utilizando diversas combinaciones de medicinas para evitar el crecimiento del trombo (anti-trombóticos). En muchas ocasiones se realiza un cateterismo y se procede a una angioplastia sobre la arteria obstruida responsable del episodio de angina. Al alta, el tratamiento debe ser similar al de los pacientes con angina estable.

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