La oficina de farmacia se ha convertido en un lugar más donde 'hacer la compra'. Suplementos para adelgazar, probióticos para la microbiota, pastillas naturales para dormir, antigripales, medicamentos para el dolor... Pero ¿conocemos el riesgo de tomar fármacos o suplementos sin control? Si bien debemos confiar en el consejo farmacéutico, también es cierto que necesitaríamos conocer 'El lado oculto de la farmacia'. Es por ello que la Dra. Esther Samper ha escrito un libro justo con este título. Publicado por la editorial Planeta, este manual nos ayuda a tomar mayor consciencia de algunos errores que podemos cometer sin saberlo.
Ibuprofeno, enantyum, lorazepam... tomamos estos medicamentos como caramelos, pero entrañan muchos riesgos. ¿Por qué no somos conscientes de ello?
Siempre que estos medicamentos se consuman de forma adecuada y en las personas correctas, son medicamentos bastante seguros. Ahora bien, poseen efectos adversos, como todos los medicamentos y, por eso, su consumo debe tener siempre en cuenta la balanza beneficio/riesgo. ¿Me va a beneficiar lo que tomo para tratar una dolencia teniendo en cuenta el potencial riesgo (que suele ser mínimo en la mayoría de los medicamentos)? Si la respuesta es sí, adelante. El error está en consumirlos cuando no están justificados o consumirlos de forma incorrecta. Por ejemplo, las benzodiacepinas como el lorazepam son muy útiles para la ansiedad a corto plazo, pero no deberían consumirse de forma crónica porque provocan graves problemas, entre otros, adicción. Y, sin embargo, vemos que hay multitud de personas en España que los toman durante meses o incluso años.
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¿Y qué me dice de los antigripales?
Dejando a un lado medicamentos como el ibuprofeno o el paracetamol que alivian el dolor y la fiebre (y el ibuprofeno la inflamación), recurrir a medicamentos contra la tos, los mocos y la congestión nasal no se aconseja en la casi totalidad de los casos por muchas razones. Por un lado, porque cuando sufrimos gripes y resfriados producimos más mocos y la tos es un mecanismo de defensa para expulsarlos. Consumir fármacos que la atenúen o la bloqueen puede entorpecer el proceso de recuperación. Por otra parte, la absoluta mayoría de los medicamentos que alivian estos problemas banales asociados a dichas infecciones respiratorias tienen una eficacia entre nula y dudosa, y no están exentos de efectos adversos. Así que, en estos casos, la balanza de riesgo beneficio nos dice que no tiene sentido su uso en la casi totalidad de los casos. Sobre todo en los niños, porque son mucho más vulnerables a los efectos adversos.
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Los antiácidos tampoco son inofensivos. Y el omeprazol no es exactamente un 'protector de estómago'.
Así es, en la cultura popular a los inhibidores de la bomba de protones se les conoce como “protectores gástricos”, pero, en realidad, lo que hacen es disminuir el pH en el interior del estómago, no crean una cubierta protectora en este. Estos medicamentos se consumen como churros en España, en muchos casos sin justificación médica, lo cual es un peligro porque no están exentos de efectos adversos. La balanza beneficio/riesgo nos dice que no tiene sentido su consumo si tienes cero beneficio para tratar algún problema para el que no está justificado (por ejemplo, un empacho por una comida copiosa), por muy bajo que sea el riesgo al que te enfrentas.
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Cuando habla de medicamentos dinosaurios, ¿a qué se refiere?
Me refiero a medicamentos que se aprobaron hace muchas décadas con una evidencia científica muy dudosa sobre su eficacia, con normativas y requisitos más laxos que en la actualidad para la autorización de medicamentos. Con el tiempo, y con estudios independientes, se ha observado que no tiene sentido que sigan ahí, por carecer de eficacia. A pesar de que se debería haber extinguido su comercialización, ahí siguen. Es el caso de algunos fármacos para la mucosidad en gripes y resfriados.
¿Por qué dice que hay medicamentos de dudosa o nula eficacia?
Porque el conjunto de los ensayos clínicos nos dice que o no tienen eficacia o que su eficacia no está en absoluto clara (porque unos estudios nos dicen que sí y otros que no). Como explico en el libro, la absoluta mayoría de medicamentos tienen un buen respaldo científico detrás, pero eso no ocurre para diversos medicamentos que analizo con detalle. No es oro todo lo que reluce en este ámbito.
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¿Necesitamos de verdad tomar probióticos?
Depende del probiótico y depende de la indicación. Existen casos en los que su consumo puede estar justificado. Por ejemplo: Lactobacillus rhamnosus para tratar/prevenir la diarrea provocada por consumo de antibióticos. El problema es que los conocimientos científicos sobre los potenciales beneficios que podrían tener los probióticos son muy limitados. Estamos en pañales en este campo de la ciencia y, cuando eso pasa, no faltan charlatanes que te recomiendan consumir sus productos para cualquier cosa, aunque no haya respaldo científico detrás.
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¿De qué otros complementos deberíamos prescindir?
Si estamos sanos, no tenemos necesidades especiales (embarazo, deporte de élite…) y no tenemos ninguna carencia nutricional, no necesitamos ningún complemento dietético. Son totalmente prescindibles. De hecho, por ley estos productos deben poner en su etiquetado que no son sustitutos de una dieta equilibrada. Las vitaminas no nos van a aportar energía y vitalidad, ese complemento no reforzará nuestra memoria, ni ese otro nos evitará la caída del pelo salvo que sea por un déficit nutricional (lo cual es muy raro). Por citar solo unos pocos…
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¿Cuándo son realmente necesarios?
En muy pocos casos. Por ejemplo, el ácido fólico en embarazadas es realmente necesario para prevenir defectos del tubo neural en el feto. Después en personas que tienen enfermedades que les dificulta la absorción de ciertos nutrientes, en ellos puede estar justificado su consumo. O, por ejemplo, vitamina B12 para veganos y vegetarianos.
Productos quemagrasas, antiarrugas, potenciadores de defensas, combatir el colesterol... ¿nos están engañando?
En casi todos los casos, sí. Las empresas que ponen mensajes de este estilo en sus etiquetados buscan vender más y saben que poniendo propiedades saludables aumentan el atractivo de sus productos. Aunque estos mensajes sean falsos, les compensa arriesgarse, porque las autoridades de consumo y sanitarias rara vez actúan contra ellas. Hay una impunidad generalizada. Ningún complemento dietético, simplemente por consumirlo, va a “quemar grasas”. Tampoco ningún producto alimenticio va a potenciar nuestras defensas. Solo algunos productos han demostrado ayudar a reducir el colesterol, aunque sus efectos son modestos y aún no está claro que contribuyan a mejorar la salud cardiovascular.
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¿Y los productos para dormir? ¿Son útiles?
Alguno puede serlo, como la melatonina, pero solo para ciertos trastornos del sueño como el jet lag o en niños con dificultades para conciliar el sueño. Otros como la valeriana, que en la cultura popular tiene mucha reputación para tratar el insomnio, no tiene un respaldo científico claro. Por ejemplo, la guía clínica de la Academia Americana de Medicina del Sueño desaconseja su uso para el insomnio crónico en adultos. Es importante tener claro que los problemas para dormir pueden tener causas muy diferentes. A veces, con mejorar las costumbres a la hora de ir a dormir, para mejorar la higiene del sueño, se solucionan problemas de insomnio. Otras veces puede haber una dolencia detrás. Es recomendable acudir al médico si tenemos problemas frecuentes para dormir, para identificar la causa y elegir el tratamiento más adecuado.
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¿Qué otros errores cometemos al comprar 'ingenuamente' en la farmacia?
No leer las etiquetas de los productos puede llevarnos algún que otro disgusto. En la letra pequeña podemos leer cosas como «los complementos alimenticios no son sustitutos de una dieta variada y equilibrada ni de un estilo de vida sano» o «sin indicación terapéutica aprobada». Otro gran error es pensar que deberíamos tomar algún complemento dietético para estar más sanos en nuestra vida diaria, como una especie de “refuerzo” saludable. No es así, los últimos estudios publicados nos indican que el consumo de estos productos no previene enfermedades y, de hecho, sugieren justo lo contrario, que pueda haber más riesgo de cáncer o de otras dolencias. Si no tenemos ningún déficit nutricional, ninguna condición especial (ej: embarazo) y nos alimentamos bien, los complementos dietéticos son absolutamente innecesarios.