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¿Sabías que dormir mal puede aumentar el riesgo de diabetes?

Los expertos te aclaran la relación entre el insomnio y las alteraciones de la glucosa.


Actualizado 5 de mayo de 2022 - 19:32 CEST

Dormir es importante para la salud física y mental. Y dormir mal, sobre todo, si se prolonga en el tiempo, puede influir en nuestra salud. Incluso, provocar ciertas enfermedades como la diabetes. Así lo explica la doctora Susana Soler Algarra, responsable de la unidad de neurofisiología y del sueño del Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre, “el insomnio puede alterar la producción de hormonas y neurotransmisores, cuya secreción es regulada por el hipotálamo, lo cual repercute en el reloj biológico” y añade que “una falta significativa y prolongada de sueño puede afectar al sistema inmunitario, salud intestinal, asociarse al incremento del ritmo cardíaco y de la presión arterial, incluso de la obesidad. También se ve afectado el procesamiento de la glucosa, lo que implica mayor riesgo de diabetes tipo 2”.

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Esta relación es más probable en casos de insomnio crónico que conlleve una "reducción importante de la cantidad total de sueño", concreta la experta. "El insomnio crónico supone un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares y metabólicas, tal como ocurre con otros trastornos del sueño crónicos que provocan una fractura de la continuidad del sueño y una reducción significativa de su cantidad total", aclara Soler Algarra.

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Qué tipos de insomnio pueden provocar diabetes

La especialista describe dos tipos de insomnio, según se produzca o no una importante pérdida de sueño. “En el primer caso, comenta la profesional, determinados estudios evidencian que una reducción de 3 a 4 horas en la cantidad total de sueño de cada noche se asocia con un incremento de la comorbilidad cardiovascular y otras condiciones médicas; mientras que en casos de insomnio menos intenso no se producía esta asociación de forma estadísticamente significativa”.

Pero el insomnio prolongado no solo aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Es bien sabido que dormir mal de forma constante repercute en nuestro cerebro pudiendo afectar a las tareas cognitivas cotidianas. “A nivel mental, -afirma la especialista-, la falta de sueño dificulta la toma de decisiones y la concentración. Además, la privación crónica de sueño conduce a serios trastornos psicológicos a largo plazo, como ansiedad y depresión”.

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Cuándo acudir al médico 

Un sueño de calidad es tan importante como la dieta o el ejercicio. Para conseguir regular el sueño, la profesional insiste en técnicas efectivas de relajación y una buena higiene del sueño como parte integrante de una terapia cognitivo conductual (TCC); así como, establecer rutinas horarias, evitar cafeína y alcohol por las tardes y noches, evitar el ejercicio intenso y actividades que supongan una activación cognitiva y emocional en las horas previas a ir a dormir, y por supuesto desconexión de dispositivos electrónicos como móviles y tabletas.

Cuando esto no funciona, es importante que un experto en sueño valore al paciente por si hubiera alguna patología que interfiera en el sueño. Y es que se calcula que el insomnio crónico afecta a un 10% de la población; el 5% sufre el síndrome de piernas inquietas; y un 6% padece síndrome de apnea del sueño y de ese porcentaje el 80% no están no diagnosticada ni tratada. La doctora Soler alerta de que eso es peligroso porque afecta a toda la vida del paciente y puede poner en riesgo su vida y la de otros. De ahí la importancia de estas pruebas porque con un diagnóstico, un seguimiento y con medicación o con unas pautas de hábitos saludables se pueden prevenir y mejorar la calidad de vida de estos pacientes".

La polisomnografía del sueño es la técnica que se emplea para conocer la cantidad y la calidad del sueño. Se basa en el registro de una serie de variables neurofisiológicas, respiratorias y cardíacas que les permiten, que permiten diagnosticar algunas alteraciones que solo aparecen cuando dormimos. Es el caso de las paradas respiratorias (apneas), pero también otras alteraciones como la narcolepsia, trastornos de conducta en sueño REM, sonambulismo o el síndrome de las piernas inquietas.

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