Los expertos no paran de alertar sobre las consecuencias para nuestra salud del sobrepeso y, por supuesto, de la obesidad. Pero no solo en lo relativo a nuestra salud física. También nuestra salud mental puede verse afectada. Así queda de manifiesto en los resultados de un estudio realizado por la consultora fieldwork.Quality para Allurion, del que se desprende que el 73% de los encuestados considera que el hecho de sentirse satisfechos con su peso actual es vital para su salud mental. Pero, yendo más allá, nos planteamos cuáles son los problemas psicosociales que los participantes relacionan con el sobrepeso. Pues bien, la encuesta deja datos claros: destacan factores como la depresión, la inseguridad o la baja autoestima (84%); dificultades para conciliar el suelo (76%); el empeoramiento de la vida sexual (76%); el aislamiento social (75%); o los problemas para obtener empleo (76%). Por su parte, el 76% de la muestra afirma que existe discriminación hacia la gente obesa.
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Un componente psicológico fundamental
“La obesidad es una de las enfermedades que más problemas psicológicos genera hoy en día. Tiene un componente psicológico fundamental pues afecta a las tres necesidades psicológicas básicas. La primera es la valía, pues la persona no se ve capacitada para hacer cosas que querría hacer. La segunda necesidad que se ve afectada es la de seguridad, pues la persona no se siente segura con su cuerpo poniendo en riesgo su salud. Y por último el hecho de ser queridos. Vivimos en un mundo en donde el físico adquiere una importancia tal que, en muchas ocasiones, las personas con más kilos no se sienten dignos de ser queridos y de recibir cariño. No debemos olvidar que sentirse cómodo con uno mismo ayuda a desenvolverse mejor, ser más activo y todo ello nos lleva a tener un mejor autoconcepto, que se traduce en tener mejor autoestima. Los resultados de este estudio subrayan la importancia de tener un peso saludable para la salud psicológica, así como la creciente concienciación sobre la existencia de soluciones seguras para perder peso que complementan el hacer ejercicio y una dieta saludable”, apunta Para la psicóloga clínica Isabel Rojas-Estapé.
'Mens sana in corpore sano'
Por su parte la psicóloga clínica Pilar Guerra Escudero, nos detalla que además de considerarse un problema de causas estéticas, lo es también por estar relacionado con un sinfín de patologías, todas ellas relacionadas con que nuestra salud esté tambaleándose en la peligrosa llamada cuerda floja. “El estar frente al espejo y no poder reconocernos en el tamaño y en la forma, además de comenzar con sensaciones de rechazo ante lo que vemos, puede llevar a la pérdida de nuestra identidad corporal. Es, por tanto, el sobrepeso una de las razones más poderosas por las que nuestro estado de ánimo cobre inestabilidad y repercuta en problemas de depresión y ansiedad, dificultades en las relaciones sexuales y trastornos serios de la conducta alimentaria, ya que la obesidad protagoniza un círculo vicioso con nuestras emociones más negativas, por lo que ¿ser depresivos y ansiosos nos lleva a ser obesos o nuestra obesidad nos conduce a sentirnos mal y entrar en depresión?”, reflexiona.
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Problemas de depresión
Pilar Guerra nos detalla que la obesidad en las mujeres, por ejemplo, está asociada con un aumento del 37% de la depresión grave, según estudios realizados por la American Psychological Association, así como un alto índice de pensamientos de suicidio. "Las emociones de tristeza, llanto y aislamiento social se incrementan cuando nuestro cuerpo está deformado respecto al que antes teníamos. Respecto a los sentimientos depresivos, está comprobado que es muy diferente el cómo se siente una persona con obesidad mórbida desde la infancia o adolescencia, considerada esta como una enfermedad grave física del sistema endocrino, frente a personas que han tenido un cuerpo atlético, y a los que la depresión les ha llevado después a entrar en el mundo de la obesidad, alterando sobre toso su autoimagen", cuenta.
Y nos explica que, por ejemplo, tras los duelos por separación, divorcio o muerte de un ser querido, los seres humanos pueden entrar en un estado de tristeza profunda, de inactividad física con sedentarismo que les impulse a una acumulación excesiva de peso y esto a su vez se retroalimente en que la angustia y la desolación aumenten, impulsándoles a comer más y de manera mucho más desordenada. "En estos cuadros depresivos, en los que las personas suelen requerir de tratamientos psicofarmacológicos, se ven recrudecidos por la resistencia a éstos, bajo las creencias erróneas de que la “medicación engorda”. Lejos de ser cierto, en la actualidad existe un avance en los medicamentos antidepresivos, por lo que estas no son la causa de coger peso. En la mayoría de las situaciones, un tratamiento combinado con psicólogo clínico y psiquiatra que pauten tratamientos especializados, reduce el riesgo de que la obesidad y la depresión se cronifiquen", explica.
Trastornos de ansiedad y alimentación
“Estar ansioso es estar en un continuo estado de nerviosismo que se traduce en una alteración del pensamiento, los sentimientos y de la conducta. Estados de mucha presión llevan también a una alteración de la conducta alimentaria, donde se carga en la comida el saco de punching ball donde canalizar toda esta ansiedad. La comida adquiere entonces el valor anti estrés, llevando de nuevo a situaciones de círculo vicioso donde los alimentos “gozan” del valor de liberación de esta ansiedad a corto plazo y, sin embrago, en el período de a largo plazo, ya habremos podido hacer un juego compulsivo y desencadenar en un grave trastorno de alimentación”, detalla Pilar Guerra.
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La ingesta emocional
Pilar Guerra apunta que la ingesta desmesurada de comida, que provoca aumento de peso y obesidad, viene dada muchas veces porque comer sirve para atenuar o suprimir las emociones negativas como la tristeza, el miedo, el aburrimiento, así como los momentos de mucha soledad. Curiosamente, por el contrario, estudios demuestran que la emoción de la ira no lleva a tener que comer sin control, lo que nos podría llevar a pensar que comer de manera excesiva hasta provocarnos obesidad está relacionada con la represión en la expresión de nuestras emociones. Si pudiésemos y supiéramos expresar cada idea, necesidad y deseo en el momento, supuestamente facilitaría las “digestiones emocionales”, cosa que sería una buena herramienta de gestión emocional para no tener que pagar con los alimentos lo que deberíamos proyectar y solucionar con los que nos rodean en nuestro día a día.
“La obesidad está asociada al aumento de un mundo afectivo definido como de alta carga negativa, donde predominan la baja autoestima, la ausencia de habilidades sociales, y una visión muy distorsionada y crítica del cuerpo, que lleva al autocastigo. En el extremo más crítico, cuando estamos inmersos en una obesidad, lejos de impulsar a cuidarnos, la angustia puede llevar justamente a lo contrario, a seguir dañándolo con sedentarismo y sobreingesta desmesurada. La ansiedad lleva a comer más, esto hace que haya aumento de peso y obesidad, ésta lleva a sentimientos de angustia por una imagen corporal descuidada, y esta misma angustia lleva a seguir comiendo mal y peor. Estos efectos varían en la población de hombres y mujeres, ya que el género masculino no da tantas respuestas de angustia frente al sobrepeso, siendo las mujeres la población más proclive a las conductas de bulimia. La alexitimia, o la inhabilidad para identificar sentimientos, discriminarlos y poder verbalizarlos, se convierte entonces en el foco, en el núcleo duro de la principal causa de obesidad. Es el factor de origen, por lo que una vez más, la importancia en una disciplina para el desarrollo de una buena salud emocional en la sociedad tendría que ser asignatura obligada”, concluye.