Quien más quien menos ha vivido momentos de estrés a lo largo de su vida. Es una situación habitual y la clave está en conseguir que no se cronifique. “Los síntomas de estrés aparecen ante situaciones que la persona tiene que afrontar y los recursos superan a la demanda de la situación. Como la persona lo interprete y lo experimente es esencial para que el estrés vaya a más o se afronte de manera adecuada”, nos cuenta Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen. Es cierto que el estrés puntual es algo habitual en nuestro día a día, y si se gestiona de manera adecuada no deriva en consecuencias negativas. Es más, nos permite mejorar, crecer, enfrentarnos a situaciones que nos suponen un reto y mejorar nuestras capacidades.
El problema surge cuando el estrés se mantiene, al no conseguirse enfrentar determinadas situaciones. Pero lo que tal vez no te habías planteado es cómo el estrés puede llegar a afectar incluso a nuestro cerebro. Y es que está demostrado que los episodios de estrés prolongado o crónico pueden llegar a afectar a nuestra salud cerebral. Lo confirma la psicóloga, que nos explica que en períodos prolongados de estrés, se pueden llegar a observar problemas de memoria, atencionales, problemas en el sueño, en el apetito o en la libido, entre otros.
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Así es el proceso
“El estrés mantenido hace que el cortisol se libere de manera continuada, lo que aumenta sus niveles y deriva en un incremento de la energía y la activación que se requiere en momento de estrés para poder responder. Esto, a su vez, deriva en que otros sistemas se ralenticen, como el sistema inmune, la respuesta sexual o la respuesta digestivas. También se ha demostrado una disminución de tamaño en ciertas áreas cerebrales como el hipocampo, la amígdala, corteza prefrontal, así como una disminución de la densidad neuronal”, nos detalla la especialista.
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¿Cuáles son las consecuencias para nuestra salud cerebral de una vida marcada por el estrés?
-Problemas de memoria, atención, concentración.
-A nivel sexual, problemas de libido, erección, etc.
-A nivel emocional, ansiedad, depresión, insomnio, problemas de apetito.
-A nivel físico, puede derivar en problemas tensionales, mareos, cefaleas, problemas estomacales, cansancio, e incluso derivar en problemas más serios, como problemas cardiovasculares cuando el estrés es muy prolongado.
Estrategias para controlar el estrés
¿Cuáles son las estrategias que tenemos a nuestro alcance para controlar ese estrés y mejorar, por extensión, la salud de nuestro cerebro? La especialista hace mención a una serie de habilidades que conviene desarrollar, pues son factores de protección:
- Toma de decisiones. Hay veces que nos anclamos en la emoción que nos genera el estrés, lo que hace que no veamos opciones de afrontamiento. La toma de decisión es una herramienta enfocada a crear opciones alternativas de solución, valoración de las mismas y ejecución.
- Negociación, resolución de conflictos. Entrenamientos de capacidad de comunicación y herramientas de negociación, como el win-win, para poder negociar y resolver el posible conflicto.
- Asertividad. Ser consciente de los derechos personales que cada persona tenemos, así como respetar los derechos de los demás, nos permite poner límites, sin agresividad, así como defender lo nuestro cuando sentimos que nos invaden.
- Gestión y organización del tiempo. Se enseña a diferenciar la prioridad de diferentes tareas, así como el tiempo de dedicación a las mismas, creando un sistema de organización del tiempo que deriva en disminuir los niveles de estrés.
- Poner límites está relacionado con la asertividad, con desarrollar la capacidad de decir no, de negociar, de dar prioridad a las tareas,
para que no se acumulen las "tareas urgentes". Lo mismo en la vida personal. - Autocuidado (alimentación, descanso, deporte). Son cuidados básicos necesarios para el bienestar emocional, en terapia vemos que son tres áreas que suelen estar alteradas y es importante crear una rutina que desde el principio es esencial.
- Gestión emocional. La gestión de las emociones parte de la identificación de las mismas, de comprender por qué nos sentimos así, de frenar las conductas impulsivas y flexibilizar nuestros pensamientos.
- Atribución de responsabilidad acertada. Hay que evitar responsabilizarnos de lo que no nos toca, y sí de nuestras emociones, tomando actitudes proactivas sobre nuestras situaciones.
- Práctica recurrente de relajación, mindfulness. La práctica continua de estas técnicas es un cuidado básico de nuestros niveles de activación, lo que deriva en mayor equilibrio emocional.
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