Cómo aguantamos el ejercicio físico nos puede dar una idea de cómo está la salud de nuestro corazón. Por ejemplo, si corremos dos minutos y nos fatigamos tanto que apenas podemos respirar, es posible que se deba a que estemos desentrenados, pero también puede ser que nuestro corazón no aguante este trabajo. De ahí que los especialistas en Cardiología recurran a la prueba de esfuerzo como parte de la revisión para conocer nuestra salud cardiovascular. ¿Y si nosotros mismos pudiéramos valorarlo? Para ello, entrevistamos a la Dra. Amelia Carro, coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
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¿Hay pruebas de esfuerzo al aire libre para conocer la salud de nuestro corazón?
Evaluar "cómo está nuestro corazón" es una duda frecuente, pero a veces compleja de responder porque no es lo mismo estar en buena forma física que tener un corazón sano.
La forma física puede definirse como la capacidad del sistema cardiorrespiratorio para suministrar el oxígeno necesario a la musculatura durante la práctica de actividad física [1]. No implica exclusivamente el funcionamiento del corazón, sino también el aparato respiratorio (que realiza el intercambio de gases) y el muscular (que es un órgano metabólicamente activo capaz de extraer nutrientes de la sangre, utilizar oxígeno y otros sustratos, almacenarlos en forma de glucógeno y generar una contracción y relajación musculares efectivas para el desarrollo de funciones motoras, entre otras).
Evaluar el estado del corazón implica conocer sus características y las diferentes funciones en las que participa. Además de su capacidad de contracción (inotropismo) y relajación (lusitropismo), es un órgano dotado de batmotropismo (excitable ante determinados estímulos), cronotropismo (capaz de generar sus propios impulsos), dromotropismo (conduce los estímulos nerviosos a través de una red neuronal propia). Por otro lado, la estructura del corazón es compleja y comporta un sistema muscular, vascular (arterias coronarias), valvular y nervioso. La alteración de cualquiera de ellos puede comprometer el estado del corazón.
Sin embargo, no siempre existe una correlación entre alteración del corazón y estado de forma física. Es decir, un individuo puede tener buena forma física y padecer una enfermedad cardiaca subclínica o latente. Por ello, no hay una prueba fiable al aire libre que nos permita descartar una enfermedad del corazón.
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¿Qué puede decirnos del test de las escaleras?
Recientemente, se ha publicado un estudio en el que se propone el test de las escaleras como forma de evaluación de la capacidad funcional [2]. Deben hacerse una serie de consideraciones en relación a la interpretación de este trabajo:
- Se trata de una serie de casos, no un ensayo clínico controlado. Por lo tanto, la evidencia clínica es baja.
- No está evaluando población general, sino un grupo de individuos remitidos a realización de prueba de esfuerzo por sospecha clínica fundada en síntomas (dolor torácico, disnea, etc), enfermedad cardiaca estructural o sospecha de enfermedad coronaria por otros motivos. Es decir, la prueba se realiza como complemento a otra información, sin capacidad en sí misma de confirmar o descartar hallazgos.
- La prueba de esfuerzo realizada en los 165 sujetos que se incluyen en esta serie fue mediante ecocardiograma de esfuerzo en el 91% de los casos, sólo un 9% realizó la prueba sin ecocardiograma (la prueba de esfuerzo popularmente conocida es la que valora el electrocardiograma, diferente a la que se lleva a cabo en esta serie).
- Los parámetros obtenidos de la prueba de esfuerzo (fundamentalmente ecocardiográfica) se compararon con el tiempo en subir cuatro tramos de escaleras (60 escalones). Se estimó que las personas capaces de subir 60 escalones en 60 segundos o menos tenían una buena forma física medida por los equivalentes metabólicos (METS), la medida que se utiliza en este tipo de pruebas, en reposo estimados a partir de los datos de la prueba de esfuerzo. Sin embargo, esta estimación es indirecta, ya que la medición exacta de METS se debe realizar mediante una prueba diferente llamada ergoespirometría (que evalúa consumo de oxígeno).
Por tanto, el test de las escaleras NO ha sido demostrado para la evaluación de la forma física en la población general. Es cierto que, cuanto menos tiempo se emplee en ello, mejor es la forma física. Pero sin confiarse, porque:
- El tiempo estándar de referencia deberá ser adecuado a cada grupo de edad, sexo, y otras características.
- Aunque se emplee poco tiempo, puede haber una enfermedad subyacente (32 % de los individuos del grupo considerado en buena forma física mostró alteraciones cardiovasculares en la prueba.
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¿Qué consideraciones debemos tener respecto a este tipo de pruebas?
Las conclusiones de este estudio son válidas pero bien delimitadas:
Los pacientes con un perfil de riesgo determinado (edad media 66 años, con una moderada carga de factores de riesgo o cardiopatía estructural y sospecha clínica de enfermedad cardiovascular) capaces de subir cuatro tramos de escaleras (60 escalones) en un minuto o menos, presentan un buen estado de forma física.
La capacidad de cumplir este ejercicio en el tiempo delimitado no implica ausencia de enfermedad cardiovascular (que no se evalúa por METS, sino por otra serie de hallazgos). De hecho, el 32% de los individuos que consiguieron subir escaleras en menos de 60 segundos presentaron alteraciones de los parámetros de la prueba.
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¿Cuándo debemos sospechar que podemos tener un problema de corazón?
La valoración de riesgo cardiovascular es uno de los campos más importantes y desarrollados del ámbito de la cardiología. Recientemente, se han publicado las últimas actualizaciones de guías de práctica clínica de riesgo vascular y rehabilitación cardiaca. En ellas, se reitera la necesidad de estratificar el riesgo según una serie de parámetros epidemiolíogicos (edad, sexo, raza, incluso nivel socioeconómico), clínicos (presencia de factores de riesgo cardiovascular con puntos de corte definidos: hipertensión arterial, diabetes mellitus, hipercolesterolemia, tabaquismo, inactividad física, etc), familiares, etc.
En esa estratificación, NO se considera de entrada que nadie está libre de riesgo. De hecho, se ha pasado de hablar de población "sana" a "aparentemente sana".
En función del riesgo estimado según esa valoración inicial, se puede aproximar el nivel de riesgo, o bien considerar que es tan alto que es necesario ya hacer otro tipo de pruebas para evaluar si existe una enfermedad estructural (del músculo, de las válvulas, de las arterias) o eléctrica (arritmias) que precise pruebas adicionales. Estas pruebas comprenden un abanico mucho más amplio que la prueba de esfuerzo. Puede que no haga falta ninguna, o que, sin embargo, se indiquen procedimientos complejos (cateterismo coronario, estudio electrofisiológico, cardiorresonancia, etc).
Es decir, lo primero para valorar la presencia de un problema de corazón es ponerse en manos de un especialista capaz de determinar nuestro riesgo y orientar la actitud a seguir para reducirlo o controlarlo, o bien indicar pruebas que descarten o confirmen la sospecha (que el médico tenga) de una enfermedad.
Lo ideal es preservar unos hábitos de vida saludables (alimentación/nutrición, hidratación, actividad física, descanso, respiración, evitar consumo de alcohol, tabaco, otros tóxicos, gestión sana de emociones); tratar de evitar ambientes de elevada polución ambiental y escuchar los síntomas del cuerpo (dolor en el pecho, falta de aire desproporcionada con la actividad, sensación de mareo o pérdida de conocimiento, palpitaciones -no por pulsómetros-), para saber cuándo pedir ayuda.
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