¿Quién no ha sentido en alguna ocasión un escalofrío? Una sensación conocida que no es agradable y que puede estar vinculada a múltiples causas, algunas de ellas relacionadas con determinadas patologías. “Los escalofríos son movimientos involuntarios causados por la contracción rápida de los músculos de todo tu cuerpo. Principalmente son una respuesta fisiológica normal y evolutiva ante la percepción del frío: cuando la temperatura desciende bajo un nivel al que te sientes cómodo, el cuerpo intenta mantener el calor corporal cerrando los poros de la piel (lo que suele causar que se nos erice el vello) y contrayendo los músculos para generar más calor. En su mayor parte son un signo normal de adaptación al entorno, ¡y muy necesarios para nuestra supervivencia!”, nos comenta la doctora Caetana Varela, especialista en Medicina General y miembro de Doctoralia. Y matiza un aspecto importante: “Este proceso no ocurre en los bebés, que responden al frío quemando su grasa más fácilmente por el proceso de termogénesis, por lo que los escalofríos en los lactantes son siempre un motivo de visitar el médico”.
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¿Aparecen de forma frecuente?
La especialista nos detalla que en adultos es conveniente también fijarnos en los escalofríos ya que, si aparecen muy frecuentemente, pueden estar señalando problemas en la regulación térmica de nuestro organismo. Y pone algunos ejemplos concretos:
- Sentir frío habitualmente puede ser síntoma de que la glándula tiroides no funciona correctamente -hipotiroidismo-.
- Los escalofríos pueden, además, ser síntoma de una infección, puesto que son una manera natural para combatir infecciones ya que intentando elevar la temperatura del cuerpo (con o sin fiebre) es más probable desnaturalizar las proteínas de ese agente infeccioso (es decir, “matar” ese virus o bacteria).
- Como las células musculares usan glucosa para contraerse, es muy común sentir escalofríos cuando hay algún problema en la regulación del azúcar en sangre (hipo e hiperglucemias), pudiendo ser signo de enfermedades más graves como la diabetes.
- La secreción de adrenalina y otras hormonas durante momentos de estrés pueden lograr este mismo efecto en nuestros músculos, lo que ocasiona los clásicos “temblores de miedo” que, si son frecuentes o injustificados podrían estar traduciendo enfermedades de las glándulas adrenales.
- Otros problemas como la anemia, el cansancio, algunas drogas (o su abstinencia) o una dieta inadecuada o elevada en tóxicos pueden producir también escalofríos que convendría tratar de manera holística.
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No confundir con tics o temblores
La doctora nos explica también que es importante no confundir los escalofríos con otros signos que implican contracción de músculos. “Como los tics o fasciculaciones musculares que son contracciones involuntarias de músculos concretos o fibras musculares solas, y son signos de deficiencias nutricionales (magnesio, potasio…), estrés, efectos de sustancias estimulantes (como la cafeína, por ejemplo) o enfermedades neurológicas. O como los temblores (contracciones espasmódicas de varios grupos musculares) que ocurren en determinadas enfermedades neurológicas como el Parkinson o la epilepsia o como efecto adverso a determinados fármacos”, nos detalla.
La importancia de escuchar a nuestro cuerpo
Como siempre, observar nuestro cuerpo es fundamental para entenderlo y saber qué está ocurriendo en él. Distinguir las causas más leves de las patológicas puede requerir ser muy minucioso a la hora de diferenciar los tipos de contracciones musculares y pruebas médicas a realizar, así que conviene siempre dejarlo en manos de tu médico para descartar patologías que puedan ser graves y tener un diagnóstico y tratamiento tempranos”, concluye.