El síndrome o la enfermedad maniaco-depresiva se caracteriza por períodos de intensa excitación, júbilo, actividad y otros de depresión. Se conoce también como trastorno bipolar y no se puede confundir con los cambios en el estado de ánimo que nos afectan a todos. En estos casos, los extremos son muy marcados y, en la mayoría de las ocasiones, las personas que lo padecen necesitan tratamiento farmacológico y psicoterapia. "Al ser un trastorno del estado de ánimo, se pasa desde un polo al otro del espectro emocional: la euforia o manía y la depresión", nos cuenta Regina Insa Martínez, psicóloga y Terapeuta Gestalt de Mundopsicologos.com. Otra cosa es la personalidad con rasgos bipolares.
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En la personalidad con rasgos bipolares hay una prevalencia de los síntomas del trastorno maniaco-depresivo. Sin embargo, "en este caso no se presentan suficientes síntomas, la intensidad de los episodios es menor o bien la duración de los mismos es menor que en el trastorno", apunta la experta. Hay una tendencia a determinadas formas de pensar, sentir y actuar como si se tuviera el trastorno bipolar, sin llegar a tenerlo. No hay impacto en la vida cotidiana, pudiendo convivir con los síntomas de forma más o menos adaptada", señala.
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¿Cómo saber si es un rasgo de personalidad o un trastorno?
La definición oficial del trastorno bipolar, según el DSMV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría) que es el sistema de clasificación de trastornos mentales de mayor aceptación internacional), indica que “los trastornos bipolares se caracterizan por episodios de manía y depresión, que pueden alternar, aunque en muchos pacientes predomina uno sobre el otro.
A la pregunta de cómo saber si es una cosa u otra, "solo un profesional de la salud mental, psiquiatra o psicólogo especialista, está capacitado para realizar la evaluación y diagnóstico del trastorno así como prescribir el tratamiento más adecuado".
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¿Cuáles son los síntomas?
A nivel clínico, se diferencian 3 subtipos para este trastorno dependiendo de cómo se alternan los episodios de manía y su duración con los episodios de depresión.
El trastorno maniaco-depresivo produce alteraciones del estado de ánimo bruscas y prolongadas, pasando por etapas de manía y de depresión, que pueden durar desde semanas hasta meses y afectar tanto la estabilidad emocional, que interfieren en una vida adaptada. Puede afectar a la relación con otras personas, a la realización de las actividades cotidianas, impactando en la energía del individuo que lo padece, la actividad diaria, hábitos de sueño, relaciones personales, comportamiento y conducta, capacidad de pensar con claridad, etc.
La personalidad maniaco-depresiva "se caracteriza por ciclos en los que se siente mucha energía, creatividad, confianza y un desempeño social por encima de lo normal que van seguidos de bajón emocional, desinterés, cambio de peso, insomnio, tristeza, aislamiento social. Puede que no haya un motivo suficiente que justifique el cambio del estado de ánimo", aclara Regina Insa.
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¿Por qué me pasa esto a mí?
En este problema, el organismo sufre una desestabilización de ciertos neurotransmisores como serotonina, noradrenalina y dopamina que se estabiliza con fármacos adecuados". El origen no está claro. Hay un peso importante de la herencia. También se puede hablar de ciertos factores psicosociales de peso, como eventos estresantes, aunque no hay una causa-efecto que se pueda señalar".
Por otro lado, el consumo de ciertas sustancias puede desencadenar el trastorno latente, como, por ejemplo, el consumo de cocaína, alcohol y ciertos antidepresivos.
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¿Qué tratamientos farmacológicos se administran?
Siempre será un psiquiatra quien prescriba el tratamiento farmacológico concreto en función del subtipo de trastorno maniaco-depresivo.
Puedes suceder que el paciente no sienta los efectos de forma inmediata y esto requerirá que el psiquiatra vaya ajustando dosis y tipos de fármacos.
Los fármacos utilizados son estabilizadores del estado de ánimo, que ayudan a equilibrar los neurotransmisores y así prevenir los episodios de manía/depresión.
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¿En qué consiste la psicoterapia para este problema?
Es necesaria una terapia psicoeducativa sobre la enfermedad y cómo convivir con ella: los pacientes se informan, se educan y se fortalecen sobre el trastorno. "La psicoterapia ayuda a fortalecer la autoestima del paciente y centrarse en prevenir y cómo gestionar recaídas. Se acompaña de terapia familiar para asegurar el ajuste social y ocupacional. Se ha demostrado que la terapia cognitivo-conductual ayuda a la estabilización del trastorno", nos cuenta la psicóloga. Además, es necesario insistir en estos aspectos:
Entender la enfermedad. Es muy importante que el paciente entienda qué le pasa, cómo funciona su organismo y que está en su mano hacer para estabilizar el trastorno.
Aceptarla. Aceptar permite actuar, ponerse manos a la obra para mantener el equilibrio. Cuando el paciente acepta, evita determinadas conductas que pueden provocar un episodio e incorpora hábitos que ayudan a estabilizarse.
Gestionar la culpa. El paciente no es responsable de lo que le sucede ni siquiera cuando haya tenido conductas de riesgo (consumo de determinadas sustancias) que la causa es múltiple. Si es responsable de mantenerse saludable y de todas las elecciones que haga después del diagnóstico.
Tener una red de apoyo. Revisar y ayudar a construir una red de apoyo suficiente en la que el paciente pueda sentirse respaldado, cuidado y con quien pueda compartir vivencias sin sentirse enjuiciado.
Crear hábitos y rutinas. Una vida estable sin altibajos, ordenada y tranquila ayuda a mantener el trastorno bajo control. Evitar consumo de alcohol, sustancias tóxicas y una dieta equilibrada. Aprender a establecer rutinas con ayuda de un profesional es muy adecuado para mantener una vida equilibrada y sobre todo, seguir la pauta de la medicación.
Mantener una vida saludable. En la medida de lo posible, una dieta saludable y ejercicio físico regular sin excesos. Evitar carreras y competiciones.
Gestionar la toma de decisiones. Valorar pros y contras, a madurar el mejor momento para decidir desde la razón, evitando hacerlo desde el impulso o el desinterés.
Tener unos protocolos de actuación en los diferentes episodios. Cómo identificar que se está entrando en un episodio y cómo actuar para prevenirlo.
Mientras se siga el tratamiento farmacológico a rajatabla y se trate de mantener una vida lo más ordenada y saludable posible, los pacientes pueden llegar a vivir con una normalidad.
"La buena noticia es que, aunque no tiene cura, es un trastorno que si tiene un tratamiento eficaz. Si se combina con psicoterapia la calidad de vida mejora considerablemente", indica Regina Insa.
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Consejos para los familiares y amigos
Para acompañar al paciente bipolar, hay que entender el trastorno: conocer y aceptar qué le pasa y no juzgar, ni criticar.
- Es importante empatizar con lo que está pasando, sea el episodio que sea. Aunque es difícil y desgastante, no tiene la culpa de tener esta dolencia, que se vive con mucho sufrimiento. Acompañar desde lo emocional a la aceptación del trastorno.
- Acompañar en las elecciones, en los hábitos y en las rutinas que haga si es posible. Facilitar en lo posible que su vida sea saludable y estable.
- Evitar culparle de las consecuencias de sus conductas durante y después de cada episodio. No elige conscientemente, es fruto de su trastorno.
- Si es posible, sin presionar, acompañar a que siga el tratamiento farmacológico y psicoterapia.
- Apoyar en la toma de decisiones para evitar que se precipite