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Estos consejos te pueden ayudar a evitar las contracturas

Hablamos con un experto en fisioterapia sobre este problema tan habitual que se manifiesta con una sensación de rigidez o dolor muscular


Actualizado 23 de febrero de 2022 - 14:54 CET

Cuando sientes un dolor intenso en la zona cervical, por ejemplo, sueles achacarlo a una contractura. ¿Pero, qué es exactamente este problema, aparentemente tan habitual, entre los que trabajan sentados muchas horas? Lo primero que tenemos que hacer es aclarar que no son contracturas todo lo que pensamos que lo son. “Realmente, el término contractura tiene que ver con un problema de salud diferente a lo que se piensa: es el acortamiento o rigidez del tejido conectivo, que envuelve todas las partes internas de nuestro cuerpo y que permite que los músculos se muevan con libertad. La contractura, en este sentido, puede tener un origen neurológico, una quemadura e incluso un origen vírico a veces. Un ejemplo de contractura verdadera, hablando literalmente, puede ser el síndrome Dupuytren. En este caso se produce una retracción de la fascia en la palma de la mano, que impide su normal deslizamiento sobre la piel, causando importantes limitaciones a las personas que lo padecen”, nos comenta Raúl Ferrer, vicesecretario del Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM), Doctor en Investigación del dolor y Profesor Titular en el CSEU La Salle adscrito a la Universidad Autónoma de Madrid.

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“Pero cuando la gente habla de ‘una contractura’ de manera coloquial se usa ese término para explicar una sensación de rigidez o dolor muscular, que no suele estar asociada a un problema grave, aunque impide realizar una vida normal temporalmente, limitando los movimientos de la persona que lo sufre”, matiza.

Puntos gatillo

En su opinión, en este caso hablamos de problema subjetivo, ya que la longitud de los músculos o de las fibras no se ha acortado realmente de manera clara (eso sería objetivo); lo que ocurre es que una zona no se relaja como debería y se mantiene contraída en algunas de las fibras musculares, haciendo que aparezca más dura de lo habitual, incluso hinchada. “Este tipo de molestia está asociada a un mecanismo de protección que nos avisa de que tenemos que poner atención en esa zona. En alguna ocasión puede estar asociado a lo que se ha llamado zonas gatillo miofasciales, o más coloquialmente ‘puntos gatillo’. Sin ser un problema grave en la gran mayoría de los casos, es importante que un profesional sanitario valore la situación, si resulta incapacitante, para plantear el tratamiento adecuado y descartar que sea el primer síntoma de una patología más importante. Si persiste y no se atiende, podría terminar siendo causa de dolor crónico”, nos comenta.

Pero, eso sí, puntualiza que no hay que alarmar a la población: la inmensa mayoría de estas dolencias musculares mejoran con reposo relativo, algo de movimiento sin que provoque mucho dolor o incluso con algún analgésico o antiinflamatorio suave si fuera preciso, siguiendo las recomendaciones médicas, y desaparece normalmente entre tres o cinco días después de tomar medidas.

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¿Cuáles son las causas por las que se producen?

Tal y como nos explica el especialista, generalmente, este problema está originado por una sobrecarga muscular y tiene que ver con malos hábitos, un modo de vida sedentario, mantener una misma postura durante demasiado tiempo, esfuerzos repetitivos, esfuerzos muy bruscos y puntuales cuando la persona no tiene la necesaria forma física, e incluso golpes. Además, el estrés mantenido o la falta de sueño reparador son otros aliados de estas molestias.

Una de las preguntas clave que nos hacemos es si hay determinados hábitos que nos puedan ayudar a prevenir la aparición de las contracturas. “No hay realmente nada que nos asegure que podemos evitar esta y otras dolencias de tipo muscular. Sin embargo, sabemos que mantener una actividad física regular, sin que sea excesiva, es la mejor manera de evitar la aparición frecuente de estos problemas y además nos ayudará a sostener una vida más saludable en todos los aspectos”, apunta el especialista.

Además, en paralelo, y si somos capaces de identificar la causa, hay que parar si nos hemos excedido en un esfuerzo concreto; o variar las posturas mantenidas, realizando micropausas que ayuden a relajar los músculos. “En este segundo caso, es aconsejable hacer pequeñas paradas cada hora, de unos tres minutos, realizando algunos ejercicios básicos, como unas sentadillas o movimientos suaves de cuello y hombros, por ejemplo”, recomienda.

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¿Y conviene reposar?

“Una vez que ya ha aparecido el problema, puede ser aconsejable reposo relativo durante dos o tres días, en caso de que eso nos alivie. No más, ya que el reposo excesivo puede ser contraproducente. De nuevo, conviene consultar a un fisioterapeuta, que valore el tratamiento más indicado en cada caso”, nos dice.

Lo mismo ocurre con el calor. “En general, aplicar calor sobre la zona afectada en caso de problemas musculares de ese tipo suele ser una buena medida, pero conviene que lo prescriba un profesional sanitario, porque el dolor puede estar causado por una patología diferente y que el calor esté contraindicado, como ocurriría si hay un problema vascular, como una trombosis venosa profunda o similares. Como precaución, si el dolor es muy intenso, mejor no aplicar calor sin consultar previamente; si no, se puede aplicar y mantener solo en caso de que no aumente el dolor al ponerlo”, sugiere Raúl Ferrer.

¿Hay personas con más riesgo de padecer este problema de salud? “Sin duda, hay mayor prevalencia (frecuencia) de dolencias musculares en personas que llevan un modo de vida sedentario. Es el principal factor que aumenta el riesgo. También es algo más frecuente entre las mujeres de entre 30 y 50 años, sin que sepamos la causa concreta, aunque aspectos relacionados con el estilo de vida de esta franja podrían ayudar a su aparición”, detalla.

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¿Estiramientos sí o no?

Otra de las dudas que puede surgirnos es si son los estiramientos buenos aliados para evitar este problema. “Podríamos decir que es un falso mito, que se puso de moda en los años 80 del siglo pasado, con la moda fitness. Pero las investigaciones más recientes indican que los estiramientos no son ni buenos ni malos en sí mismos. Incluso, pueden ser perjudiciales antes de una práctica deportiva intensa, ya que no calientan el músculo, que es lo que se necesita en ese momento”, nos cuenta el vicesecretario del Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid, que considera que, en concreto, en los problemas musculares de este tipo, normalmente el estiramiento alivia, pero no soluciona el problema. “No se ‘estira’ realmente el músculo, ya que éste no se alarga en su tamaño total, no aumenta la longitud de las fibras. Se alivia la compresión, se activan procesos en el sistema nervioso que transmiten la información de elongación, y nos beneficia básicamente por esa sensación, pero no ayuda al músculo a recuperarse por sí solo”, añade.

Así, según su experiencia, desde luego, practicar estiramientos de manera continuada no sirve como prevención de problemas musculoesqueléticos. “Lo importante es el desarrollo de una actividad física regular, como comentábamos antes, y en caso de que aparezca el problema y no remonte solo, consultar con el fisioterapeuta y analizar cual ha podido ser la causa para poner remedio para la próxima vez”, concluye.