Hace ya tiempo que conocemos los efectos poco saludables de un consumo excesivo de azúcar en nuestra salud. No es extraño que los profesionales de salud alerten sobre la importancia de limitar su ingesta. “El azúcar tiene efectos pro-inflamatorios en el organismo, por tanto, cualquier enfermedad de este tipo (acné, psoriasis...) puede empeorar con un consumo de azúcar elevado”, nos comienza explicando el doctor Ramírez Bellver, dermatólogo de la Clínica Dermatológica Internacional. “De hecho, para evitar los picos de glucemia que se producen con determinados hidratos de carbono de absorción rápida (pasta, arroz, pan...) en pacientes con acné se recomienda tomar estos alimentos integrales. En cuanto a las arrugas, el papel es más controvertido y difícil de demostrar, pero sí que parece que la glicación de proteínas puede acelerar el proceso de envejecimiento”, detalla el especialista.
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¿Qué le ocurre a la piel cuando tomamos azúcar?
Cuando tomamos un exceso de azúcar o alimentos con alto índice glucémico, es decir que elevan mucho la glucosa en sangre, se producen dos efectos, tal y como nos detalla la doctora Gema Pérez Sevilla, experta en medicina y cirugía estética, y en antienvejecimiento y longevidad:
- Por un lado, el aumento de glucosa hace que esta se pueda unir a proteínas como el colágeno o la elastina, produciéndose un fenómeno llamado glicación o glicosilación que provoca la aparición de AGEs (Advanced Glycation End Products) que provocan inflamación, oxidación y deterioro a nivel celular. Cuando el colágeno se glicosila, su estructura se altera y la piel se muestra menos elástica y turgente apareciendo la flacidez y las arrugas. Estos AGES, además, tienen la capacidad de desactivar los antioxidantes naturales de la piel haciéndola más sensible a todo tipo de daño.
- Por otro lado, hay un aumento de la insulina y del factor de crecimiento similar a la insulina que favorece la producción de sebo y el aumento de hormonas andrógenas que facilita la obstrucción de los poros y el empeoramiento de la rosácea o el acné.
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¿Lo descartamos de la dieta?
La doctora Pérez Sevilla aboga por un consumo moderado. “Se puede tomar azúcar, pero con moderación, ya que parte de la glicosilación que se produce puede ser compensada por el organismo. El problema reside en la cantidad de dulce que se tome, que si es elevada, sobrepasa estos mecanismos de compensación y entonces empieza a ser perjudicial. También influye el tipo de dulce, los que elevan mucho el nivel de glucosa en sangre son más perjudiciales, como los azúcares refinados”, detalla. Y es que lo que diferencia a los azúcares procesados es que, al estar compuestos por glucosa y fructosa, cantidades muy pequeñas pueden ocasionar grandes glicaciones de las proteínas de la piel y por tanto mayor daño. Mientras, podemos decir que los azúcares naturales de los alimentos, como la lactosa de la leche o la fructosa de la fruta, son, comparativamente, menos malos porque suelen aportar agua, fibra (que hace más lenta la absorción de la glucosa), minerales y vitaminas o antioxidantes que, por sí mismos, compensan la glicación y protegen la piel.
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¿Qué tratamientos nos pueden ayudar a combatir los daños del azúcar en la piel?
La doctora Pérez Sevilla explica que, cuando el daño ya está presente en nuestro cutis, se puede recurrir a los siguientes tratamientos para tratar de mitigar las señales:
- Mesoterapia de vitaminas, aminoácidos y de estimulantes del colágeno, que ayudan a compensar el daño de la glicación.
- Láser de CO2. que regenera la piel eliminando las capas lesionadas y estimulando la producción de colágeno y elastina.
- Laser Neodimio Yag para favorecer la producción de estas proteínas.
Mientras, se pueden utilizar en casa cremas con vitamina C, ácido glicólico y retinol. Y la doctora explica que, además se puede compensar la toma de azúcar con alimentos ricos en vitamina B1 (huevos, carne, guisantes, nueces) y en B6 (salmón, hígado, pollo, avellana, nuez) porque inhiben la glicación, y en vitamina C (cítricos, kiwi, pimientos, brócoli, fresas), porque son antioxidantes.