¿Conoces a alguien que habiendo tenido contactos positivos no contrae la COVID-19? Quizá te pase a ti. Y si este es el caso, repasa inviernos pasados cuando no sabíamos qué era un coronavirus y, ni mucho menos, intuíamos que podíamos vivir una pandemia en el siglo XXI. ¿Eras de las que empalmabas un catarro con otro y pasabas los meses de más frío con la nariz congestionada y toses? ¿Te preguntas acaso cómo es posible que no te hayas contagiado aún del nuevo coronavirus si no te librabas de 'pillar' un trancazo? Pues bien, quizá esa sea la razón por la que te estás zafando ahora: porque tu organismo puede tener inmunidad.
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Un estudio publicado en la revista médica Nature Communications señala que haber generado inmunidad T por el resfriado común provocado por otros coronavirus puede protegernos de las formas más severas de la COVID. No es la primera vez que se habla de esta 'reactividad cruzada', que así se denomina en Medicina. Ya el pasado año, la revista Cell se hacía eco de una investigación que sostenía que haber superado resfriados podría protegernos del nuevo coronavirus. Esta misma hipótesis fue publicada en otro prestigioso medio científico, Science.
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La razón por la que algunas personas no se infectan
Como nos confirma el Dr. Alfredo Corell, Catedrático de Inmunología de la Universidad de Valladolid, "este estudio demuestra, de modo evidente, la hipótesis que ya se había planteado hace un año y que plantea que las personas que han pasado catarros invernales por coronavirus generan algún tipo de respuesta inmunitaria cruzada de células memoria T que protegen frente al SARS-CoV-2 que provoca la COVID-19 de manera indirecta".
Como añade Dr. Corell este trabajo de investigación puede dar respuesta a la pregunta de "por qué personas que han estado en contacto estrecho con positivos confirmados, como miembros de su familia, no se contagian de la enfermedad. Y es que, desde el primer momento reaccionan y se deshacen de la infección".
"Estas células T, que son las responsables de esta respuesta cruzada, se encuentran en sangre, son células T de memoria, y, en ocasiones, tienen una larga vida". De hecho, se ha visto que hay personas que sobrevivieron al SARS-CoV-1, que apareció en 2003 y que causa el síndrome respiratorio agudo grave, 18 años después se han encontrado células de memoria en su sangre. "Son células de una larguísima duración en algunos casos, lo que son buenas noticias", afirma el experto.
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¿Cómo se cuantifican las células T?
Como explica el Catedrático de Inmunología, estas células de memoria se pueden cuantificar, "pero no es una técnica sencilla, ni rápida, ni barata". Se realiza en el "laboratorio de inmunología especializados y con unos equipos muy concretos", apunta.
Para medirlas, se estimula inicialmente la sangre con fragmentos del SARS-CoV-2, lo que permitirá, a su vez, activar las células. Posteriormente, se medirá cuántas células se han activado y esto posibilitará conocer cuántas células de memoria tiene el individuo frente al virus.
Cuestionado sobre si sería interesante realizar estos tests de inmunidad celular para saber quién necesitará más dosis de refuerzo, el Dr. Alfredo Corell opina que sí podría ser interesante medirla en las personas de riesgo que pudieran necesitarlas, como son las personas muy vulnerables o los inmunodeprimidos y hacer un cribado previo. De este modo, las personas que tuvieran esta inmunidad anticuerpos y/o células de memoria no tendrían que recibir la dosis, puesto que estarían preparadas para abordar una nueva hipotética infección.
Como nos aclara, las células de memoria se ponen en marcha cuando hay una nueva infección y en tres o cuatro días estarían produciendo una respuesta específica y concreta, incluso, con nuevos anticuerpos para atacar al agente infeccioso. Por tanto, personas con estas células en cantidades suficientes no necesitarían estas dosis.
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Cómo se realizó el estudio
Mientras que estudios anteriores han demostrado que las células T inducidas por otros coronavirus pueden reconocer el SARS-CoV-2, esta investigación examina por primera vez cómo la presencia de estas células T en el momento de la exposición al SARS-CoV-2 influye en que alguien se infecte.
El estudio comenzó en septiembre de 2020, cuando la mayoría de las personas en Reino Unido no se habían infectado ni vacunado contra el SARS-CoV-2. Incluyó a 52 personas que vivían con alguien con una infección de SARS-CoV-2 confirmada por PCR y que, por tanto, habían estado expuestas al virus. Los participantes se sometieron a pruebas de PCR al principio y 4 y 7 días después, para determinar si habían desarrollado una infección.
Se tomaron muestras de sangre de los 52 participantes entre 1 y 6 días después de que se expusieran al virus. Esto permitió a los investigadores analizar los niveles de células T preexistentes inducidas por infecciones previas de coronavirus del resfriado común que también reconocen de forma cruzada las proteínas del SARS-CoV-2.
Los investigadores descubrieron que había niveles significativamente más altos de estas células T de reacción cruzada en las 26 personas que no se infectaron, en comparación con las 26 que sí se infectaron. Estas células T se dirigieron a las proteínas internas del virus del SRAS-CoV-2, en lugar de a la proteína de la espiga de la superficie del virus, para protegerse de la infección.
Las vacunas actuales no inducen una respuesta inmunitaria a estas proteínas internas. Los investigadores afirman que, junto con las eficaces vacunas contra la proteína de la espiga que ya existen, estas proteínas internas ofrecen una nueva diana vacunal que podría proporcionar una protección duradera, ya que las respuestas de las células T persisten durante más tiempo que las respuestas de los anticuerpos, que disminuyen a los pocos meses de la vacunación.
"La exposición al virus del SRAS-CoV-2 no siempre da lugar a la infección, y hemos querido entender por qué. Hemos descubierto que los altos niveles de células T preexistentes, creadas por el organismo cuando se infecta con otros coronavirus humanos como el resfriado común, pueden proteger contra la infección con el virus de la COVID-19. Aunque se trata de un descubrimiento importante, es sólo una forma de protección, y me gustaría subrayar que la mejor manera de protegerse contra la COVID-19 es estar completamente vacunado, incluyendo la dosis de refuerzo", ha comentado la doctora Rhia Kundu, primera autora del estudio, del Instituto Nacional del Corazón y los Pulmones del Imperial College de Londres.
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