Hay personas que sufren un estado de ánimo bajo la mayor parte del tiempo. Sin caer en una depresión severa, viven la vida con abatimiento, pierden el interés por las cosas, piensan constantemente en negativo, sobre todo, de sí mismos y su calidad de vida se ve seriamente deteriorada, aunque, mal que bien, siguen con su vida. Estos individuos pueden padecer distimia, un subtipo de depresión que se hace crónica, persistente y que debe ser tratado, puesto que tiene riesgo de suicidio.
Hablamos con uno de los directores de GrupoLaberinto, el psicólogo clínico Gonzalo Jiménez Cabré quién nos aclara por qué no debe considerarse un trastorno menor, cuáles son los síntomas de la distimina, la diferencia con la depresión o la melancolía y cómo tratarlo o, incluso, prevenir este problema de salud mental.
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¿Qué es la distimia y cuál es su relación con la depresión?
La distimia es una condición psicopatológica que se clasifica dentro de los llamados trastornos afectivos o del estado de ánimo. Se caracteriza sobre todo por el abatimiento y la tristeza, la pérdida de interés por diferentes aspectos vitales y un autoconcepto negativo (por ejemplo, verse inútil o poco interesante), entre otros síntomas.
Se puede considerar un subtipo de depresión en la que se presentan síntomas de intensidad leve a moderada, aunque de manera persistente o crónica. Para diagnosticarse, la duración de este estado debe ser de al menos 2 años (en niños y adolescentes 1 año) y experimentarse casi todos los días, sin encontrarse la persona que lo padece más de dos meses libre de síntomas. Por ello también se la ha denominado trastorno depresivo persistente.
No debe considerarse un trastorno menor, ya que suele implicar un malestar significativo y una pérdida importante de calidad de vida, viene asociado en más de un 75% de los casos a algún otro trastorno o enfermedad y a un mayor riesgo de suicidio que la población general.
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Síntomas de distimia
Incluye diferentes tipos de síntomas: anímicos como son la tristeza, la irritabilidad, la culpa o sentimientos de vacío; fisiológicos como son la disminución o aumento del apetito, el insomnio o la hipersomnia, cefaleas o problemas digestivos; cognitivos como una baja autoestima, la desesperanza y el pesimismo, pensamientos autocríticos, así como dificultad para concentrarse, mantener la atención y para tomar decisiones; motivacionales y conductuales como la falta de energía o fatiga, capacidad disminuida para disfrutar, y el descenso de la actividad, eficiencia o productividad; finalmente aspectos interpersonales o sociales como el aislamiento, la introversión, conflictividad o la dependencia emocional.
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Tristeza, melancolía, depresión o distimia
La tristeza y la melancolía no tienen por qué suponer una patología en sí mismas; la primera es una reacción emocional básica (junto a otras tales como la alegría, el miedo o la ira), que suele estar asociada a situaciones de pérdida, ya sea de un objetivo, de una expectativa, de alguna persona, etc. La segunda, en cambio, supondría un estado de ánimo, asociado a la tristeza o sentimiento de vacío, y se trataría de una experiencia más sostenida en el tiempo.
La distimia y la depresión, por el contrario, son síndromes patológicos caracterizados por la ocurrencia simultánea de una serie de síntomas o signos, entre ellos posiblemente la tristeza o la melancolía.
Las principales diferencias entre ambas son: la cantidad de síntomas que deben coexistir (en la distimia al menos dos tipos de síntomas, mientras que en la depresión al menos deben presentarse 5 tipos), la intensidad con la que se producen los síntomas (más intensos en la depresión) y la duración (más persistente en la distimia); la depresión suele tener también un inicio más concreto o reconocible y la media de edad de aparición es más tardía (en torno a los 35 años), mientras que la distimia presenta un comienzo más insidioso o progresivo y normalmente se inicia más tempranamente (incluso durante la infancia o adolescencia).
Ambos trastornos son independientes pero muy relacionados. De hecho, es probable que uno conduzca al otro; puede ocurrir que una persona con distimia caiga en depresión (y entonces hablaríamos de “depresión doble”) o puede ocurrir que una persona que no se hubiera recuperado totalmente de un episodio depresivo desarrolle posteriormente un cuadro distímico.
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Factores de riesgo para sufrir distimia
No se conocen las causas exactas del trastorno, probablemente puede involucrar más de un factor relacionados con aspectos biológicos a nivel cerebral o bioquímico, rasgos heredados o aprendidos del carácter, experiencias interpersonales negativas durante etapas especialmente sensibles del desarrollo (por ejemplo en casos de depresión perinatal de la madre, malos tratos, abuso o negligencia por parte de cuidadores, hiperexigencia, acoso escolar, etc.) y la ocurrencia de otros acontecimientos de vida adversos tales como la pérdida de un ser querido, problemas económicos o un nivel alto de estrés.
Algunos datos epidemiológicos pueden darnos la pista del peso que tienen las variables sociodemográficas, encontrándonos que la tasa es al menos el doble de frecuente en las mujeres que en los hombres, en personas solteras que en casadas y en aquellas que viven en medio urbano en comparación con el rural.
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Tratamiento de la distimia
Si bien el tratamiento farmacológico puede ser útil (especialmente los medicamentos antidepresivos), sobre todo es necesario un abordaje psicológico orientado, según el caso, a diferentes objetivos terapéuticos: evitar el aislamiento social promoviendo el establecimiento de relaciones de calidad; cambio de dinámicas familiares disfuncionales; reducción de situaciones vitales estresantes actuales; potenciar estrategias de autocuidado (actividad física, mindfulness, alimentación equilibrada, descanso y relajación, actividades placenteras, etc.); activación conductual orientada a metas significativas; desarrollo de habilidades de solución de problemas; mejora de la autoestima; y la identificación y procesamiento de experiencias estresantes o traumáticas pasadas.
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Prevención de la distimia
La mejor manera de prevenir es identificar a los menores en riesgo de tener este trastorno para que puedan recibir tratamiento precoz, tanto ellos como su entorno familiar, para optimizar el sistema de cuidados, la resiliencia y su autoestima, así como para tomar medidas que permitan controlar el nivel de estrés.
Por otro lado, cualquier persona que esté atravesando momentos de crisis es importante que pueda buscar ayuda de sus familiares y amigos. En caso de que esto no fuera suficiente para generar adecuadas estrategias de afrontamiento, y si además se empiezan a percibir los primeros síntomas (por ejemplo sentimientos de infelicidad, autocrítica e indefensión) es conveniente la búsqueda de ayuda profesional.
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