A lo largo de nuestra vida, las mujeres pasamos algunas fases que pueden poner en peligro nuestra estabilidad emocional. Las llamamos crisis, y también los hombres pueden sufrir algunas de ellas. Para encararlas hay que reconocerlas y, sobre todo, añadir una buena dosis de comprensión, compasión con nosotras mismas, paciencia y autoconocimiento. También puede ser importante pedir ayuda psicológica si la situación nos desborda.
Como nos explica la psicóloga Alba Rodríguez, de Mundopsicólogos.com, "las crisis vitales se producen cuando nos enfrentamos a situaciones o acontecimientos que hacen que nuestra vida cambie de repente. Desde la pubertad a la menopausia, la mujer pasa por distintas etapas ligadas a los cambios en su cuerpo, es por ello que la mujer se puede llegar a enfrentar a diferentes crisis a lo largo de todo su ciclo vital".
Estas crisis podemos decir que son exclusivas de la mujer por deberse a cambios hormonales, no obstante, la mujer al igual que el hombre durante su vida tendrá que hacer frente a crisis vitales también por cambios externos, es decir, del entorno.
Ante la pregunta de si las crisis siguen patrones parecidos, la experta en psicología nos explica que, aunque no tienen por qué seguir un patrón predefinido, "sí es cierto que todas las crisis muestran cierta similitud en cuanto a la sintomatología que presentan. Así, es común que al transitar por una crisis vital sintamos incertidumbre, sensación de vacío, angustia, tristeza, ansiedad e incluso en algunos casos miedo".
La pubertad y adolescencia, la primera crisis vital
Son unas etapas definidas por una serie de cambios bastante significativos, tanto a nivel físico como a nivel psicológico. Es decir, "no hablamos solo de los cambios hormonales ocasionados a raíz de un desarrollo corporal y de la llegada en la mayoría de los casos de la menstruación, sino también del desarrollo de una identidad personal y social. El “cómo nos ven” empieza a tener importancia, nuestra identidad personal va muy ligada a la identidad grupal, y tratamos de definirnos como personas diferentes y llenas de cualidades", recuerda la psicóloga, también de Mundopsicólogos.com, Sandra Machado.
¿Cuáles son las consecuencias?
Como apunta Sandra Machado, en estas etapas es cuando suele comenzar la autoexigencia, a través de la cual se puede producir un aumento de las exigencias que nos hacemos a nosotras mismas. Esto es consecuencia de las expectativas poco realistas que podemos imponernos: estar “perfectas” físicamente, tener ropa a la moda, el mejor cabello, tener un gran grupo de amigas y encajar, independencia de la familia, buenos resultados académicos, etc.
Los trastornos que pueden aparecer por esta crisis
Cuando no se consiguen cumplir todas esas expectativas y nos tratamos con dureza por ello, "puede aparecer la frustración y con ello, problemas como la ansiedad, la baja autoestima, la depresión y trastornos de la conducta alimentaria, como cada vez ocurre con más frecuencia en las jóvenes de hoy en día", alerta la experta.
Cómo gestionar la crisis de la adolescencia
Principalmente, es muy importante tener una buena comunicación con alguien de confianza que pueda orientarnos. Confiar en algún familiar o en alguien que ya haya atravesado esas etapas puede guiarnos con algunos de los pasos que tenemos que dar, así como también comunicarnos con amigos para poder verbalizar lo que nos está ocurriendo. Reprimir todas las emociones y las frustraciones no suele ser aconsejable, ya que provoca que nuestra gestión emocional sea negativa; y eso siempre pasa factura. Y, sobre todo, trabajar en la autoestima, un factor fundamental en esas etapas. Intentar seguir los cánones sociales impuestos puede socavar el amor propio, por lo que lo más importante es respetarse a una misma y aprender a quererse tal y como es, focalizándose en aquello que se puede cambiar y afrontando lo que no es tan flexible. Para todo ello, puede ser bastante beneficioso la ayuda de un profesional de la psicología que pueda guiarnos.
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La búsqueda de empleo o el desempleo
Esta es otra de las crisis que puede sufrir una persona y se engloba dentro de las 'crisis circunstanciales'. "La situación de desempleo o de búsqueda de trabajo hace que nos enfrentemos con incertidumbre a nuestro futuro. Hacemos frente a una situación de cambio en la que no siempre tenemos el control y eso puede generarnos angustia, ansiedad y como antes hemos comentado, incluso, miedo", indica Alba Rodríguez.
¿Cómo se gestiona?
En primer lugar, es importante buscar apoyo en los demás y pedir ayuda, tanto a las personas cercanas de nuestro entorno como, si es necesario, a profesionales. A nivel terapéutico es importante establecer un vínculo de aceptación, apoyo y empatía que permita disminuir el temor y reforzar las expectativas positivas. Además, debemos aceptar que en muchas ocasiones los cambios son inevitables y que pueden aportarnos una oportunidad de crecimiento y no solo verlos como una amenaza, nos aconseja la especialista en psicología.
La llegada del bebé
Otra de las crisis que puede sufrir una mujer es el nacimiento de su primer hijo. "La maternidad supone un gran cambio en la vida, no sólo por lo que supone la llegada del bebé, sino que también se produce un cambio a nivel hormonal y corporal" recuerda Alba Rodríguez.
Es una etapa en la que la mujer se tiene que enfrentar a un cambio en su rutina de vida con la llegada del nuevo miembro de la familia, al mismo tiempo que sus hormonas le pueden jugar malas pasadas y se da cuenta de que su cuerpo en muchas ocasiones ya no volverá a ser el mismo.
¿Cómo gestionarlo?
Como ya ha comentado la experta, "es muy importante buscar apoyo en nuestro entorno, ser pacientes con nosotras mismas y con nuestro cuerpo entendiendo el cambio tan grande al que nos enfrentamos, y si fuera necesario acudir a un profesional que nos ayude en la gestión correcta de nuestras emociones".
La crisis de los 40
La crisis de los 40 es aquella que aparece cuando hacemos un balance de nuestro transcurso vital. "Analizamos lo que siempre hemos querido ser o tener y lo que somos y tenemos realmente, y concluimos que no concuerdan. Está altamente influenciada por la presión social a la que estamos sometidas para cumplir ciertas expectativas sociales, como encontrar el amor de nuestra vida, tener hijos, éxito profesional, un físico envidiable, etc", nos explica Alba Rodríguez.
¿Cuáles son las consecuencias y cómo superarlo?
Esta crisis conforma una sensación de malestar que dura varios meses, si es leve, o trastornos psicológicos más preocupantes si se vuelve patológica. "Podríamos hablar de crisis leve cuando no va más allá de la persona, es decir, no afecta a su vida social o profesional. Normalmente, pasa desapercibida (excepto para el entorno más cercano) y se caracteriza por tener sensación de finitud, sentirse presa, ya sea de la pareja o del trabajo, tener dificultad o directamente no encontrar sentido a la vida. Estos pensamientos y sensaciones normalmente se desencadenan a causa de problemas de salud, distanciamientos afectivos, problemas laborales, etc, requiriendo que la persona ponga en marcha ciertos reajustes en su vida".
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Crisis, tristeza o depresión
La sintomatología depresiva es propia de toda crisis de madurez, constituyendo su núcleo central. La depresión y sus síntomas pueden hacer acto de presencia en la persona, con distintas intensidades, desde una “tristeza depresiva” que nos ocasione malestar existencial, nostalgia del pasado, conductas de abandono y desinterés ante las relaciones sociales, hasta cuadros de depresión más graves. Para superarlo puede ser interesante pararnos a reflexionar sobre nuestro recorrido personal o profesional, ser conscientes de las cosas positivas, pero también de las negativas, pensar en las decisiones importantes del pasado, qué las motivó, qué las impidió, etc. Todo esto servirá de ayuda para tomar cierta perspectiva ante lo que se experimenta, y así poder adoptar una estrategia acertada.
Finalmente, al igual que en los casos anteriores, si sientes que se extiende demasiado en el tiempo, si no te atreves a expresar a los tuyos lo que experimentas en tu interior, aunque lo sientes como algo anormal, o si observas que está repercutiendo en tu vida diaria, es recomendable buscar ayuda profesional de un psicólogo o psicóloga.
El nido vacío
El nido vacío puede suponer otra crisis en la vida de la mujer. "Cuando una mujer pasa tantos años cuidando de sus hijos y disfrutando de su compañía y de ese sentido de la protección que se desarrolla, el hecho de romper con esa convivencia puede traer sentimientos de soledad, tristeza, ansiedad o incluso depresión", indica Sandra Machado.
Por eso es fundamental desarrollar una vida interior estable y rica, fomentando el cuidado de la autoestima, el autocuidado y la autoeficacia. Puede ser recomendable embarcarse en nuevos proyectos, relacionarnos más con amigos y familiares y, en el caso de que sea necesario, acudir a un profesional que pueda ayudarnos a gestionar la situación.
¿Se puede prevenir?
Como tantos otros problemas o crisis, hay muchas maneras de prevenir o mitigar los efectos negativos. Cultivando nuestra estabilidad emocional y nuestra vida individual y social, podemos desarrollar determinadas herramientas que nos ayuden a gestionar una crisis de este tipo. Lo importante es tener en cuenta que el vínculo entre madres e hijos no tiene por qué romperse cuando abandonan el hogar. Simplemente, cambia, y la relación puede ser igual o más enriquecedora y satisfactoria.
¿Hay personas más susceptibles?
Sandra Machado nos indica que, efectivamente, sí hay personas más susceptibles. Sobre todo, aquellas que han desarrollado un nivel de dependencia y de sobreprotección mayor hacia los hijos, y que no tienen una gestión emocional saludable. Si se interpreta este proceso como una pérdida, la persona estará predispuesta a un duelo, en vez de afrontarlo como un cambio más en la relación del que obtener múltiples beneficios para ambas partes.
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La crisis de la vejez
La vejez supone una crisis en la vida de las personas. En el caso de las mujeres, supone una multitud de cambios que pueden hacer que nos desbordemos emocionalmente. "No se trata sólo de afrontar el cambio de nuestro cuerpo y la menopausia, si no de cómo cambia nuestra identidad personal y social, la forma en la que nos vemos a nosotras mismas y cómo nos ven los demás. La productividad no es la misma, algunas capacidades han cambiado y nuestro aspecto es bastante diferente", señala Machado.
¿Cómo superar los duelos que se produzcan?
En la vejez, no solo somos conscientes de la proximidad de la muerte, algo que puede ocasionar una pesadumbre recurrente, sino que también comienzan las pérdidas de los seres queridos y de muchos conocidos. "El proceso de duelo está más presente, y por ello es necesario apoyarse en los seres queridos que siguen a nuestro lado y, sobre todo, no negarse a una misma la oportunidad de continuar viviendo y disfrutando de la vida. Mantener una vida social rica, saliendo a la calle y aprovechando el tiempo para desarrollar otras actividades, pueden ser consejos que pueden ayudar a gestionar los duelos de forma más adaptativa, al igual que contar con la ayuda de un profesional de la psicología si es necesario", apunta.
La soledad
La soledad es un hecho que puede provocar sentimientos de vacío y de tristeza en muchas personas. Pero, cuando se trata de la vejez, "este sentimiento se manifiesta con más frecuencia. Es importante la forma en la que conceptualizamos la soledad, si es que nos sentimos solos o realmente estamos solos". Por ello, como se ha comentado anteriormente, "es fundamental desarrollar una vida social que nos aporte protección contra los sentimientos de soledad y también, comprender que el hecho de estar solas es algo que podemos cambiar. Es decir, hay muchas oportunidades sociales que nos pueden ayudar a conectar con otras personas que están en la misma situación: talleres grupales, viajes del imserso, actividades deportivas, etc", concluye la psicóloga Sandra Machado.
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