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chica pensativa© iStock

El estrés, los traumas y las relaciones afectan a tu salud física y mental

La Dra. Rosa Molina nos invita a comprender qué pasa en nuestro organismo cuando tenemos estrés, cómo nos afectan los traumas del pasado en el presente y qué debemos hacer para sentirnos mejor


Actualizado 10 de diciembre de 2021 - 14:25 CET

Nuestra mente tiene mucho cuerpo. O lo que es lo mismo, lo que ocurre en nuestro cerebro impacta en nuestro estado físico y viceversa. Por ello, además de entender cómo funciona nuestra mente, cómo nos impactan las emociones o por qué reaccionamos de un modo determinado, también es esencial comprender que todo ello tiene una resonancia en nuestro cuerpo. Por eso, la Dra. Rosa Molina, psiquiatra con formación en neurociencia clínica, ha escrito el libro Una mente con mucho cuerpo (Ed. Paidós). con este manual nos propone un nuevo enfoque sobre la importancia de observarnos.

Como explica esta experta, "todas nuestras experiencias, sentimientos y emociones se producen, antes de nada, en el cuerpo". Probablemente, en el día de hoy estemos viviendo una situación que lo ejemplifique. Cuando vamos a vivir una situación que nos produce tensión (un examen, una reunión, encontrarnos con la persona que nos gusta) tenemos una mayor necesidad de ir al baño o, sentimos las típicas mariposas en el estómago.

El sufrimiento psíquico, a su vez, en muchas ocasiones solo se libera a través de sensaciones físicas. Asimismo, el cuerpo puede ser el vehículo a través del cual incidir positivamente en nuestra mente mediante la actividad física y el deporte, la práctica del mindfulness e, incluso, un abrazo o una caricia en el momento adecuado". Por ello, escucharnos, observarnos, ser compasivos y comprendernos puede ser el primer paso para un mayor bienestar y más salud. Veamos pues, cómo interactúan cuerpo y mente.

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Emociones y estado físico, ¿cuál es la relación?

Para entender esta relación podemos utilizar el ejemplo sencillo de cómo nos afecta el estrés. Sabemos que cuando estamos estresados, cuando no paramos de rumiar y darle vueltas a algo acabamos sintiéndonos mal físicamente. Es decir, “algo que es puramente mental se traduce en química corporal, en un aumento de neurotransmisores e incremento de algunos glucocorticoides, el más conocido es el cortisol, y eso produce una respuesta de sistema nervioso simpático con la finalidad de prepararnos para la lucha o la huida: el corazón se acelera, los vasos sanguíneos se estrechan…", explica.

Este sistema simpático se activaba en nuestros ancestros cuando aparecía un depredador, pero solo se mantenía en alerta un tiempo. Ahora, nuestro ‘depredador’ es el estrés.

Cuando esta situación de estrés se mantiene en el tiempo, y es algo que, lamentablemente, ocurre en estos tiempos, el organismo se 'inflama' y empiezan a aparecer otros síntomas físicos. Por ejemplo, “cambios en la piel, mayor propensión a la aparición de manchas, arrugas, se pueden acentuar los problemas dermatológicos como la psoriasis, empiezan a salir más canas, aparecen los trastornos digestivos o las cefaleas”.

Afecta a nuestras defensas

La experta advierte de que un estado de estrés mantenido también acaba afectando al sistema inmunológico. Seguramente, todos hemos notado que cuando más agotados mentalmente o muy nerviosos somos también más vulnerables a contraer infecciones o a otras enfermedades. Volvemos al cortisol y a sus efectos en nuestro organismo. "Este hace que las defensas sean menos efectivas y nos vuelve más indefensos ante cualquier cuadro médico".

Afortunadamente, nuestro propio organismo tiene sistemas para calmarse y gestionar o controlar mejor esta respuesta que nos produce el estrés. El responsable es el sistema parasimpático y, en concreto, el nervio vago, que se activa con la respiración profunda. Al respirar lenta, profunda y pausadamente, le estamos diciendo a nuestro cerebro que no hay peligro. Y gracias a ello, podemos calmar nuestro organismo y evitar que el día a día y las tensiones acaben dañando nuestra salud física y mental.

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Cómo nos afectan los traumas

Aquellos sucesos traumáticos que nos suceden en la vida impactan en nuestro cerebro y en nuestra manera de pensar. Incluso en nuestra salud. Para que comprendamos cómo influye la Dra Rosa Molina nos pone el ejemplo del impacto del abuso o maltrato infantil en un momento en el que el cerebro está en desarrollo. “Esta situación provoca una serie de cambios bioquímicos y en algunas zonas del cerebro del niño, por ejemplo, en la amígdala, que forma parte del sistema límbico, implicado en el procesamiento y almacenamiento de las emociones. Esto implicará que esta persona, ante situaciones de estrés, reaccione de forma distinta a otras, o bien bloqueándose o teniendo reacciones desproporcionadas. Es decir, la falta de control ante determinadas situaciones podría tener su origen en ese trauma.

De nuevo, la experta apunta a la importancia de gestionar las emociones así como los procesos traumáticos para poder procesarlos y sentirnos mejor. El problema, indica la Dra. Molina, es que muchos de nosotros no somos capaces de identificarlos. Se produce una disociación, no relacionamos unos síntomas físicos con un malestar emocional.

De ahí que el acompañamiento de un experto en psiquiatría y psicoterapia puede ser de gran utilidad. Existen, de hecho, técnicas que ayudan a procesar los hechos traumáticos. Una de ellas es el EMDR, una terapia que se usa para tratar los efectos del estrés postraumático.

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Prestar atención al cuerpo y a la postura

Para esta experta, reconocernos y prestarnos atención es otra de las claves para autorregularnos. “Frenar, parar y ser conscientes de qué nos dice nuestro cuerpo”. También cuidarlo, a través de la dieta, el sueño ejercicio y la postura.

Mover el cuerpo nos ayuda casi de manera inmediata a pensar mejor. Algunos estudios muestran cómo la capacidad aeróbica se relaciona con capacidades cognitivas como la lógica y la matemática y con otras más transversales como la velocidad de procesamiento de la información, el manejo de la información espacial, la capacidad de autocontrol, etc. Pero, además, estimula la liberación de endorfinas, 'una droga natural para sentirnos bien'.

Nuestra postura corporal es, asimismo, muy importante, dado que refleja la manera que tenemos de posicionarnos frente al mundo. ¿Acaso no hemos experimentado todos lo diferente que es andar con la cabeza gacha y movimientos lentos frente a la marcha con el cuerpo estirado y movimientos enérgicos?

Por último, no podemos dejar de lado la interacción social. "Es fundamental, y es la base de la psicoterapia. Y es que la mayoría de las cosas que nos suceden tienen que ver con los demás, de los vínculos, de que nos respeten, nos hagan sentir queridos, o que, por el contrario, nos defrauden, nos ofendan, etc. Todo ello está en el origen de nuestros malestares. Por ello, es tan importante cultivar nuestras relaciones sociales, que requieren funciones cognitivas superiores y que nos ayudan a sentirnos bien y a cuidar la salud física y mental", concluye la Dra. Rosa Molina.

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