Estamos, de nuevo, ante un trastorno de la personalidad, que no permite poner en práctica un patrón saludable y normalizado de conducta. Los individuos con trastornos de la personalidad como el que nos ocupa no perciben de manera objetiva a las personas, y mucho menos a las situaciones diarias de la vida. Son personas que no fluyen de manera fácil, dando la sensación de un autoboicot continuo, y de entorpecer las relaciones interpersonales en todos los ámbitos: de pareja, de amistad, familiar y laboral.
Y, sobre todo, estar en continua guerra con ellos mismos, lo que es agotador para la persona y el entorno, tal y como nos explica la psicóloga clínica Pilar Guerra Escudero, que apunta que estos trastornos pueden dividirse en tres bloques:
-En el grupo A se encontrarían todos aquellos trastornos que tienen que ver con utilizar un tipo de pensamientos extraños, excéntricos y desadaptativos.
-En el grupo B, almacenamos todas aquellas personalidades con una alta carga de dramatismo, exageración y desorganización emocional.
-Por último, en el grupo C incluimos alteraciones de la personalidad relacionadas con excesivo temor, y un grado inabordable de ansiedad.
En el caso concreto del delirio persecutorio, nos encontramos con un síntoma totalmente invalidante que se pone de manifiesto en los cuadros clínicos de los trastornos de personalidad de tipo A, entre los que se incluyen el trastorno paranoide, el trastorno esquizotímico y el trastorno esquizoide de la personalidad.
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¿En qué consiste?
“En algún momento de nuestra existencia, quizá, y de manera puntual, hemos tenido la sensación de que alguien nos observaba con más persistencia de lo normal o incluso de que pudiesen estar siguiendo nuestros pasos al andar por la calle. En estas situaciones, una persona equilibrada, o hace caso omiso a esto, o resiste la mirada del otro hasta ver quién se cansa antes, o bien se para con el fin de comprobar que realmente le están siguiendo, e incluso pide ayuda de manera práctica. Sin embargo, cuando esta sensación se convierte en una creencia férrea y es el núcleo central del pensamiento de una persona, es a lo que llamamos delirio de persecución”, nos explica la psicóloga clínica.
Y añade que en el delirio persecutorio, el individuo se relaciona continuamente con un conjunto de creencias y de ideas alrededor de un guion patológico en el que cree firmemente, vivenciando de forma real que está siendo perseguido, e incluso víctima de ser el objetivo de “espías” cuyo trabajo es intentar agredirle y hacerle daño a todos los niveles, sobre todo, a la captación de su psiquis y manipulación de ella.
Ansiedad y sufrimiento
“El máximo exponente se alcanza cuando la persona con delirio persecutorio se cree el foco de captura por parte de sectas o grupos terroristas, y experimenta una mezcla de terror y de delirio de grandeza por llegar a sentirse elegido por estos, haciendo que su conducta sea insostenible para vivir en sociedad”, puntualiza.
Como podemos imaginar, esta afección se vive con elevadísimos niveles de ansiedad y sufrimiento, y destroza todos los ámbitos de la vida de esa persona, ya que de manera casi continua:
-La persona percibe que alguien le está produciendo un daño real o se lo va a producir de manera inmediata.
-La persona percibe que esta situación persecutoria solo tiene el objetivo de producirle un inmenso daño. El miedo o terror, por lo tanto, se añade a este delirio.
Pilar Guerra detalla que según el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales DSM-V, “los delirios de persecución son la forma más común de los delirios en la esquizofrenia paranoide, donde la persona cree que está siendo atormentada, seguida, engañada, espiada, difamada, humillada o ridiculizada. Se observan a menudo en el trastorno esquizoafectivo y, como se indica en el DSM-V, constituyen la característica más común y cardinal del subtipo persecutorio del trastorno delirante. Los delirios de persecución pueden aparecer también en los episodios maníacos y mixtos del trastorno bipolar y en episodios depresivos graves con características psicóticas, especialmente cuando la depresión se asocia con el trastorno bipolar”.
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Señales de que podemos padecerlo
La psicóloga parte de una idea clave: “Cualquier delirio es una creencia completamente irracional, sin ninguna base demostrable”. La persona que lo padece:
-Cree firmemente en esta creencia y la mantiene, aunque le intentemos demostrar que no solo no son verdaderas sino que son falsas.
-Mantiene la falsa creencia de ser perseguido, acosado u hostigado por una o varias personas.
- Este pensamiento general tiene la base en un pensamiento irracional; haciendo que todas las otras áreas de la mente de estas personas solo puedan dar vueltas alrededor de este delirio.
-Una persona que padece un delirio de persecución puede llegar a interpretar que sus vecinos, compañeros de trabajo, amigos, familia, o cualquier persona con la que cruce una mirada, le pueden estar vigilando.
-La más común de todas las ideaciones tiene que ver con la creencia de que una o más personas le persiguen de manera continua.
-El individuo que padece este delirio asocia esta persecución con la intención de provocarle daño, e incluso poder llegar a asesinarle y/o matarle.
-Las personas con delirios de persecución creen que además de estar perseguidos, les están espiando por uno o varios motivos. Tras tener estas alucinaciones, tienden a escaparse o esconderse, provocándose a sí mismos situaciones extremas e insostenibles para permanecer en la calle, o en cualquier otro lugar donde perciban estas sensaciones.
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Sentirse constantemente vigilado
-Pueden sentir también que son víctimas de un complot continuo de que alguien les quiere hacer daño de manera insistente, llegando a pensar de forma paranoica que alguien siempre tiene la intención de “hacerle la vida imposible”.
-En otras ocasiones, la persona con delirio persecutorio mantiene la idea de que las personas que le vigilan lo hacen con la intención de reírse, burlarse de él e incluso de ridiculizarle.
-Las personas con este tipo de delirios tienen mermados de manera muy intensa muchos procesos psicológicos, como por ejemplo la percepción, ya que padecen continuamente de alucinaciones auditivas, (escuchar voces), visuales (ver irrealidades) e incluso alucinaciones táctiles (sentir pinchazos en algunas partes de su cuerpo).
-Tienen procesos de pensamiento irracionales, asociaciones alteradas con otras ideas, y una manera de comunicarse muy limitada, por lo que es muy difícil mantener con ellos una conversación sin sentirlos agitados y ansiosos.
-A nivel de sentimientos estas personas tienen alterado todo su mundo afectivo; a veces les observamos muy activos y otras veces excesivamente aplanados.
-Carecen de habilidades sociales, y en muchas ocasiones, su sentido común no llega a los mínimos como para poder relacionarse con ellos mismos y con los demás.
-Su conducta suele ser muy desorganizada, desordenada, poco coherente, con pocas o nulas capacidades de concentración y atención.
-Todos estos síntomas psicológicos y de la conducta tienen consecuencias graves porque se deterioran las funciones laborales, académicas y de relaciones sociales.
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¿Qué podemos hacer si nos encontramos en esta situación?
En opinión de la experta, estamos ante una de las patologías más graves dentro de la salud mental. Un 10% de estos pacientes pueden llegar incluso al suicidio.
-Es imprescindible tratar los delirios de persecución de la manera más rápida y urgente posible. La urgencia es estabilizar la psiquis de estos pacientes para que remitan los síntomas de su delirio persecutorio.
-En crisis agudas de este delirio es necesario en la mayoría de las ocasiones un urgente ingreso en hospital especializado en salud mental.
-La intervención ha de ser psiquiátrica. Son pacientes que necesitan psicofármacos muy específicos, ya que no solo es el delirio persecutorio lo que padecen, sino que también tienen asociadas otras patologías. Un diagnóstico diferencial exhaustivo favorece que el delirio remita lo más rápido posible.
-La psicofarmacología va orientada a la aplicación de un tratamiento antipsicótico, específico para este tipo de delirio. Además, cuando el delirio persecutorio viene acompañado de altos niveles de ansiedad o agitación en la psicomotricidad, es común que se asocie la medicación antipsicótica con fármacos ansiolíticos.
Acudir a terapia
-Cuando se ha conseguido la estabilización del paciente, es el momento de comenzar un tratamiento psicoterapéutico siendo la terapia cognitivo-conductual la más indicada para estos pacientes. De esta manera, se procura que no se deterioren más aún con respecto a las habilidades sociales.
-Está comprobado que esta patología tiene muy pocas posibilidades de una curación o mejoría total; son enfermedades crónicas, y por ello, la rehabilitación pasa porque estos pacientes asistan a terapias ambulatorias, en centros de día donde puedan pasar por tratamientos con psicoterapias grupales con otros enfermos con los mismos o similares síntomas.
-Es fundamental que se aplique también una terapia familiar. Es una patología durísima para los familiares del paciente; estos necesitan herramientas específicas para hacer frente a los momentos de las crisis agudas, y para saber discernir cuando se requiere un ingreso hospitalario frente a cuando se trate de una crisis momentánea producto de la personalidad particular de estos pacientes.
-Las personas con este tipo de patología tienen, en ocasiones, una parte sana dentro de su psiquis enferma. Si son individuos con altas cualidades, valores y talentos, suelen ser personas muy sensibles y con mucho sufrimiento ya que pueden llegar a tener consciencia de su enfermedad y sentirse muy impotentes con respecto a ella y con un intenso grado de frustración.