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metaverso1© iStock

Vida sana

Así puede influir el metaverso, la última ocurrencia del creador de Facebook, en tu salud mental

Es un término acuñado por el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, que los expertos temen porque puede amenazar nuestra salud mental.


Actualizado 6 de diciembre de 2021 - 17:16 CET

Metaverso es término que los aficionados a los videojuegos, a la ciencia ficción o las películas y series de superhéroes conocen bien. Se trata de un mundo virtual. Es la réplica del nuestro con aspecto de videojuego. Este metaverso, que quizá pensemos que no nos incumbe o no nos afecta, sí puede influir en nuestras vidas. E, incluso, afectar a la salud mental. Porque ya no solo viven en el metaverso personajes de ficción, o se emplea exclusivamente para el entretenimiento. Muchas empresas ya lo están utilizando y reúnen a sus empleados en este 'espacio' paralelo. Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, anunció el pasado mes de octubre la creación de metaverso como el nuevo Facebook. Y esto, según los expertos, puede afectar a la salud mental.

Esta apuesta de la red social puede suponer, además de una estrategia comercial, un salto hacia una gran transformación digital que podría desdibujar la dualidad de mundos (analógico y digital) en la que aún vivimos y acabar convirtiéndose en un único espacio en donde vivir. Tal y como destaca Gabriela Paoli, psicóloga y autora del libro “Salud digital: claves para un uso saludable de la tecnología”, el nuevo proyecto de Zuckerberg entraña un peligro oculto: se puede convertir en una “cárcel emocional”, puesto que supone un gran salto hacia la hiperconectividad en donde hay graves riesgos para nuestra salud física y emocional.

Esta réplica del mundo real en el mundo virtual no solo está pensada para jugar, sino también para reproducir muchas de las dinámicas sociales de nuestro día a día. Podremos hacer reuniones de trabajo, viajar, practicar deporte, tener relaciones… Podríamos decir que es un nuevo salto dentro de los entornos digitales “podría plantearse como el salto o transformación que hicimos al dejar hace casi veinte años cuando salió al mercado la mítica Blackberry” señala Paoli. De alguna manera es como que Internet cobrara vida y nos permitiera entrar a la triple dimensión. Dejaremos de ser meros observadores, de navegar por la web, a movernos en ella, a sentir una realidad más desde adentro, en definitiva, a vivir en ella. “Dejaremos de estar pasivos a interactuar con nuestros dispositivos, lo que hace al mundo virtual aún más potencialmente adictivo” afirma la experta. ¿Y qué consecuencias puede tener esto para la salud mental? Muchas, según los expertos.

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¿Cómo afecta el metaverso a tu salud mental?

Una de las principales consecuencias será la adicción. “Un mundo virtual que nos haga sentir que estamos viviendo una realidad paralela es por definición altamente adictivo”. Probablemente más que los videojuegos. Si como ha anunciado el creador de Facebook este metaverso puede tener posibilidades infinitas, tampoco tendrá fin la capacidad de enganchar al usuario. Esto es debido, explica la experta, a que “una realidad ideal, que nos haga creer al cerebro que estás viviendo situaciones reales y satisfactorias, hace que este segregue hormonas como dopamina. Por tanto, nuestro cerebro siempre querrá más” analiza Paoli.

En caso más extremos, podría provocar episodio psicótico que puede ocurrir cuando se juega excesivamente, con frecuencia combinado con la falta de sueño, terminando por desdibujar la línea entre lo real y lo que es fantasía. Actualmente, para China el IAD, trastorno de adicción a Internet, representa la crisis de salud número uno. Ya hay más de 20 millones de jóvenes adictos.

Por supuesto, otra de las consecuencias será el deterioro de las relaciones reales. Somos seres sociales que necesitamos el contacto físico. De hecho, así lo ha demostrado el coronavirus. La ausencia de besos, abrazos, reuniones, etc. ha hecho mella en nuestra salud mental. Por este motivo un universo virtual nos hará sentirnos más aislados que nunca, que perdamos nuestra empatía y deteriorará en general nuestras habilidades socio-emocionales. Sin personas reales a las que abrazar, tocar, mirar a los ojos, la depresión, la ansiedad y otras enfermedades o trastornos, aumentarán considerablemente.

Otra de las consecuencias es la pérdida de hábitos saludables. Además de repercutir en nuestro sueño y alimentación, nos volveremos aún más sedentarios, ya que podremos vivir y realizar todas las actividades que conforman la vida de una persona desde casa. Al igual que hemos dicho que para conservar nuestra salud mental necesitamos la sociabilidad real, también necesitamos el aire libre, la luz del sol, la naturaleza. Si reducimos todo esto porque realizamos la mayoría de actividades con realidad virtual, correremos un gran riesgo.

Por último, no podemos menospreciar la vulnerabilidad al derecho de intimidad, seguridad y privacidad a la que estaremos sometidos al utilizar siempre las nuevas tecnologías. “Nuestras vidas reales se volverán virtuales, con la consiguiente adquisición de nuestros datos personales, bancarios, geolocalización, etc., ya que para su creación se tendrían que incrementar las cámaras y sensores que existen en el mundo real”, analiza Paoli.

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¿De verdad nos interesa este metaverso?

La psicóloga nos invita a reflexionar sobre si estamos dispuestos a formar parte de este metaverso y definir cómo queremos que sean nuestras vidas en cinco o diez años, cuando esta realidad virtual y aumentada esté en pleno rendimiento. Además, tendremos que tener en cuenta en qué nos podemos convertir. Aparentemente libres, sin embargo, más esclavizados y controlados que nunca “que la conexión digital no conlleve la desconexión emocional, este es para mí el gran desafío” sentencia Gabriela Paoli.

Y es que, como apostilla Markus Cartel, profesor de cultura digital de la Universidad de Sidney, las tecnologías del metaverso, como la realidad virtual y la realidad aumentada son quizás los sensores digitales con más capacidad de extraer datos que tendremos en nuestros hogares en las próximas décadas. Y también preocupa quiénes tendrán acceso a esos datos y qué harán con ellos.

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