‘Me aburro’. No son pocas las ocasiones en las que hemos escuchado esta frase, especialmente en los más pequeños de la casa, pero no es algo exclusivo de ellos. Los mayores también pasamos por etapas en las que el aburrimiento en nuestro compañero de viaje. Pero, ¿por qué nos aburrimos? ¿Necesitamos tener la sensación de estar siempre ocupados? “El aburrimiento surge cuando nos encontramos en un momento puntual, o una situación vital, que nos resulta monótona y poco estimulante; aunque ojo, no siempre es culpa del entorno, sino que a veces ocurre porque no estamos siendo capaces de prestar la debida atención a lo que sucede. Por ejemplo, podemos sentir aburrimiento la típica tarde tonta en la que no se nos ocurre qué hacer o bien lo que estamos haciendo no responde a nuestra necesidad actual de estimulación; o bien podemos sentirnos aburridos de una relación de pareja o un trabajo que ya no suponen un reto y han caído en la rutina y la monotonía”, nos cuenta Aída Rubio, psicóloga sanitaria y directora del Servicio de Psicología de TherapyChat.
La experta considera como sano el aburrimiento, porque nos advierte de nuestra insatisfacción y de que es hora de mover ficha para producir cambios en lo que estemos haciendo o en nuestra vida. Y pone un ejemplo práctico: “De una tarde aburrida podemos sacar un buen rato para reflexionar sobre nuestras cosas, y para conectar con nosotros mismos, lo que nos ayudará en la toma de decisiones y nos puede orientar a la búsqueda de nuevas actividades de ocio, objetivos y personas. Y desde un estado de aburrimiento en una relación o un trabajo podemos empezar a dar pasos para encaminarnos a otro lugar donde esto no suceda”.
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Toleramos mal el aburrimiento
Lo cierto es que, tal y como nos cuenta la experta, a día de hoy se tolera muy mal el aburrimiento. Hay varios factores que estarían influyendo en ello, como:
- La sobreestimulación constante que recibimos del exterior. Esto acostumbra a nuestro cerebro a una tasa base de estímulos muy elevada, y si bajamos de ahí aparece el aburrimiento. Por eso ahora es más fácil aburrirse.
- La comparación social y las redes sociales. Las imágenes idílicas en las redes, donde nadie parece aburrirse nunca, nos pueden generar una insatisfacción comparativa. “Mírales,siempre haciendo cosas emocionantes, y yo aquí en el sofá. No puede ser, soy un fracasado”.
- La búsqueda del logro constante. Estamos en una sociedad donde se valora mucho el logro, y vivimos muy guiados por esa búsqueda del reconocimiento social, tan reforzante. En otras sociedades, donde priman otros valores (como la familia, o la comunidad), no existiría esta marcada intolerancia al aburrimiento.
- El estigma del aburrimiento. Debido a la sociedad de la happycracia en la que nos encontramos, todo aquello que nos frustra, y eso incluye los sentimientos incómodos, no es bien tolerado. De hecho, la intolerancia a la frustración está en aumento y en las consultas de psicología se ha observado de forma alarmante cómo de marcada se encuentra en las generaciones más jóvenes.
Cuando el aburrimiento se hace crónico
El problema llega, tal vez, cuando el aburrimiento se hace crónico, ¿no cree? “Desde luego. El aburrimiento es beneficioso pero en su justa medida. Esto pasa no solo con el aburrimiento, sino con todos nuestros sentimientos. Un punto medio de ansiedad nos motiva y mantiene activos; mucha ansiedad nos paraliza. Un poco de tristeza nos ayuda a curar las heridas; mucha tristeza nos impide avanzar. Y llevándolo al terreno del aburrimiento, sucede que demasiado aburrimiento se ha demostrado que se relaciona con estados de ansiedad, problemas psicosomáticos, bajo estado de ánimo, vacío vital y la búsqueda de formas arriesgadas e impulsivas de llenarlo, como el consumo de sustancias, las conductas compulsivas (alimentación, juego…) o las actividades de riesgo que implican una alta estimulación”, apunta.
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¿Qué señales delatan que estamos cerca de una persona aburrida?
En el caso de un aburrimiento crónico, podemos intuir que una persona está crónicamente aburrida si vemos que:
- La tónica general en su vida es la de mantener unas rutinas que pocas veces se enriquecen de probar cosas nuevas. Incluso puede ser que las rechace porque nada le aporta, a su parecer, lo suficiente.
- Que vive al día, en el sentido no positivo de la palabra. Es decir, que no tiene objetivos personales ni, por supuesto, proyectos y metas vitales.
- Que se ha acomodado a su momento actual aunque no le satisfaga, aun a costa de evitar sentimientos de vacío.
- Que generalmente presenta un estado de ánimo bajo o irritable.
- Y esta fatiga emocional normalmente se manifiesta también en un cansancio físico y síntomas psicosomáticos.
Diferencias entre aburrimiento y apatía
La experta nos detalla que sí que hay diferencias, eso sí, entre el aburrimiento y la apatía.
- El aburrimiento se refiere a un estado derivado de un entorno de baja estimulación o monótono que produce insatisfacción en la persona; y como hemos dicho, su finalidad es la de motivar al cambio.
- La apatía no tiene este componente motivacional, porque la persona sencillamente no se interesa por nada y tampoco le suele generar insatisfacción ya que aparece asociada a un aplanamiento emocional.
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Personas con más tendencia al aburrimiento
¿Por qué hay personas que se aburren con más facilidad que otras? Los estudios indican que podrían existir varios factores que nos diferencian a nivel individual y que podrían hacer a una persona más vulnerable a aburrirse. Siempre debemos tener en cuenta, eso sí, que presentar una sola de estas características no es suficiente:
- Personas que son más evitativas a nivel emocional y que, por tanto, comprenden peor sus emociones. Son personas con menor nivel de autonocimiento y que no responden de manera tan eficiente a sus emociones.
- Personas que disfrutan menos del contacto social.
- Personas con una alta necesidad de búsqueda de estimulación. Hablamos de personas que necesitan tener buenas dosis de emoción en su vida.
- Personas con baja capacidad de concentración.
- Personas con falta de proyectos vitales y que tienden a sentir un vacío. Desde la Psicología Positiva se insiste en la importancia para nuestro bienestar de tener un sentido vital. En efecto, si no tenemos la mirada en algo que trascienda el momento presente, es más fácil aburrirse. No es lo mismo, por ejemplo, hacer ejercicio porque sí, que con un objetivo, ¿no?
- Personas con una baja capacidad para motivarse de una forma intrínseca. Seguro que todos conocemos a alguien que aunque emprenda proyectos muy atractivos, no es muy constante en mantenerlos en el tiempo.
La percepción subjetiva de la situación estaría determinada por todas estas variables individuales. Así, una misma situación puede resultar monótona a una persona, y no a otra.
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¿Puede tener beneficios?
¿Es bueno, en cualquier caso, aburrirse en algún momento? ¿Puede tener beneficios incluso? “El aburrimiento, en dosis apropiadas, es hasta necesario y beneficioso. Los estudios indican que cuando estamos aburridos, tenemos la oportunidad de quitar nuestro foco de lo que pasa en el exterior, descansar de todo el bombardeo de estimulación que recibimos y hacer introspección. Del aburrimiento puede nacer la motivación. Si nunca nos aburriéramos, y si siempre estuviéramos satisfechos con lo que estamos haciendo, no encontraríamos un por qué para seguir avanzando, para probar cosas nuevas o para ampliar nuestros conocimientos. Así, cuando nos aburrimos, en un primer lugar hacemos introspección sobre nuestro estado actual, y a continuación podemos buscar querer cambiarlo y estimular nuestra creatividad pensando en diferentes modos de hacerlo”, nos detalla.
¿Qué debemos hacer cuando nos aburrimos?
- Si nos frustra el aburrimiento, podemos empezar dando la vuelta a la tortilla. Si aparecen pensamientos que nos desaniman o nos generan ansiedad ante el aburrimiento, podemos repetirnos una y otra vez mensajes más positivos que nos recuerden el fin positivo de estar aburridos. Y a la vez hacer unos ejercicios de relajación o meditación, que no solo nos ayudarán a rebajar la posible ansiedad derivada de la frustración, sino que además nos ayudan a aprovechar el momento de aburrimiento para hacer algo positivo que nos conecta con nosotros, y con el mundo.
- Aprovecha para centrar el foco en ti, no lo evites. A veces ante el aburrimiento vamos pivotando por distintas ideas o nos movemos como buscando algo que hacer, pero estamos depositando las soluciones en el exterior. Céntrate en ti mismo.
- Cambia el foco de tu atención desde tu malestar por estar aburrido a la búsqueda de soluciones, y haz de este momento algo productivo. Estudia qué está fallando, por qué no te encuentras satisfecho y empieza a pensar que sí te motivaría y cómo llegas ahí.
- No tengas miedo a probar cosas distintas, y tampoco temas que tras probarlas tampoco te satisfagan. Solo por el método de ensayo-error podemos a veces encontrar lo que estamos buscando.
- Busca cuáles son tus valores y analiza si realmente estás invirtiendo en ellos el tiempo adecuado, y si tus proyectos vitales están alineados con ellos; o si no tienes aún un objetivo o proyecto, es importante que lo busques y que pienses a menudo en ello para mantenerte motivado.
- Y un claro paso previo a todo esto es que empieces a ser consciente de toda la estimulación que te rodea. Que esté ahí no significa que tengas que exponerte a ella. Tu cerebro se beneficiará de vivir más lento, y le será más fácil integrar momentos de menor estimulación.