Inauguramos el mes de diciembre y tocamos ya con la punta de los dedos una época especial para muchos, la Navidad, que se convierte, sin duda, es una explosión de emociones. Hay quien adora estas fechas y hay quien no las vive con especial cariño. "A nivel psicológico pueden darse varias situaciones. Hay personas a las que realmente les encantan las fiestas navideñas. Otra parte de la población, que toma protagonismo en esta época, son los niños que también asocian las fiestas navideñas a vacaciones, pasarlo bien y recibir regalos. Después está la gente a la que no agrada la Navidad, porque la asocian a muchos otros factores. Y, por último, el cuarto bloque de personas que les gusta estas fechas, pero les genera tanto emociones positivas, como negativas", nos cuenta la psicóloga clínica Pilar Guerra Escudero, que apunta que desde su punto de vista, en general, la Navidad alcanza un coste emocional muy alto para muchas personas. Con su ayuda, hemos repasado las emociones, tanto positivas como negativas, que puede generarnos esta fecha.
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Tiempo para reencontrarnos con nosotros mismos
Como aspectos y emociones positivas de la Navidad podríamos destacar, en primer lugar, el “parón” que supone, la obligación de hacer una pausa, que puede favorecer la reflexión con nosotros mismos y un reencuentro con nuestras emociones (incluso las negativas). Y otro matiz positivo es que hacemos un “stop” y, al menos, podemos identificarnos y mirarnos un poco más. “Puede ser un buen momento para plantearnos un cambio de ritmo y de rumbo en nuestras vidas, intentar hacer algo diferente, conseguir unos objetivos saludables y beneficiosos para nuestra salud física y mental. Puede ser el tiempo para iniciar la búsqueda de lo positivo en todo aquello que nos rodea, de lo mejor de nosotros mismos y de los demás”, cuenta la experta, que matiza, además, que otro aspecto positivo es que puede favorecer algunos valores como la solidaridad.
Un sobreesfuerzo, físico y mental
En el otro extremo, la psicóloga nos detalla que no podemos pasar por alto el sobreesfuerzo que supone llegar a las expectativas que la época navideña nos demanda a todos. “Es un esfuerzo físico, por la consecución de los preparativos de comidas, regalos, decoración… Pero también es económico porque, aunque tengamos un presupuesto, solemos salirnos de él, lo que produce desazón y ansiedad en las personas. Además, a nivel psicológico también supone un estrés por el hecho de tener a los niños en casa, sin ocupación, entrando en conflicto la conciliación de la vida laboral y familiar”, nos detalla. Hay quien tiene en estas fechas la sensación de estar sobrepasado, sobre exigido, sobre esforzado, extralimitado, frustrado por las expectativas de la sociedad, por la obligatoriedad de estar contentos…
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Vínculo familiar
A nivel psicológico más profundo, está el tema de los vínculos. Y es que es evidente que, en general, la Navidad está vinculada con el concepto de familia y el concepto de unión. Y aquí también se puede dar un sobreesfuerzo. La psicóloga nos cuenta que hay familias que están muy unidas, que están deseando verse y reunirse, en un ambiente jovial y colaborativo. “Se trata de familias funcionales, generalmente muy numerosas, que tienen un repertorio de conductas de adaptación que permiten la interrelación entre ellos de una manera asombrosa; frente a familias disfuncionales que curiosamente coincide que no suelen reunirse de forma numerosa, sino solamente el núcleo cerrado que convive, sin 'hacer piña' con más familia. Según mi experiencia, he podido observar que a menor número de personas que se reúnen, mayores posibilidades de ser diagnosticadas como familias disfuncionales. Son familias que evitan la unión, porque ya de por sí tienen problemas de comunicación previos. Y esto perjudica sobre todos a los jóvenes, a las nuevas generaciones de la familia que se ven arrastradas por los problemas de los mayores, sin poder convivir más con sus primos o coetáneos de su edad”, nos detalla la psicóloga.
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Nostalgia y tristeza
La Navidad es, no hay duda, una época en la que echamos de menos a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros. “Con respecto al coste de la Navidad en relación con los vínculos, es destacable también que para muchas personas en esta época los fallecidos cobran vida. Son por ello unas fechas que simbolizan de forma muy descarnada las ausencias. Depende del grado de superación que cada persona haya alcanzado de la ausencia de sus allegados fallecidos, pero para muchos supone un sobreesfuerzo llegar a su casa familiar a celebrar la Navidad sin que su allegado se siente a la mesa”, cuenta Pilar Guerra.
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Imposibilidad de poner límites
Aún hay más emociones. Y es que, para la psicóloga clínica, es una época en la que se pone de manifiesto la imposibilidad de poner nuestros propios límites. “Hay personas que desearían vivir la Navidad a solas por diversos factores y, sin embargo, existe como un veto para que podamos pasarlo solos, como si fuese una noche más. La sociedad no admite esos límites, porque hay unos prejuicios muy extendidos. Y si llega a ocurrir, en ocasiones, con nosotros mismos entra en acción la disonancia cognitiva: por una parte, quiero estar solo, pero por otra parte estoy nostálgico porque “debería” estar con los demás”, nos cuenta.
Desasosiego
Todo esto hace, en opinión de la experta, que todos los conflictos familiares que tenemos salgan a la luz. “Por ejemplo, para familias de padres separados, la Navidad puede hacer replantear decisiones que ya se tomaron con mucha anticipación. O si se trata de hermanos que no se hablan, esta época también puede cuestionar si se puede establecer “una tregua” para que el resto de los miembros de las familias se puedan reunir en Navidad. Todo esto supone mucho desasosiego porque se cambia continuamente de registro emocional”, apunta.
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¿Ganas de huir?
Para la psicóloga, la época de Navidad nos hace huir del aquí y ahora. Muchas personas mantienen el mantra de estar “desando que pasen las fiestas”, incluso antes de que empiecen. Al querer eso, nos alejamos del presente y la insatisfacción es brutal porque se está viviendo algo que no se quiere. “Esto genera también mucho desgaste psicológico. Mi recomendación es la de vivir el momento e intentar adaptarnos en la manera de lo posible, intentando atender no solo a lo negativo, sino también a lo positivo. Ya que hay que hacerlo, hacerlo de la mejor forma, cuidándonos de no extralimitarnos, pero tampoco dejarnos llevar por la desidia. También se puede disfrutar de detalles pequeños”, recomienda la experta.
Ilusión y esperanza
Dos de las principales emociones en Navidad son la nostalgia y la tristeza, pero también la ilusión (especialmente de los niños) o la esperanza. Nos da la oportunidad de volver a sentirnos niños de nuevo, recuperando tradiciones que nos pueden llenar de felicidad. Y también nos podemos mostrar esperanzados ante una etapa que está repleta de buenos propósitos, desde el punto de vista personal y profesional. Propósitos que, claro está, nos llenan de ilusión. Se cierra el círculo de esta forma.
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