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Así es cómo puede ayudarte el ejercicio si padeces esclerosis múltiple

Contribuye a mejorar la calidad de vida y la condición física


Actualizado 18 de noviembre de 2021 - 17:46 CET
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Sin duda, vivir con esclerosis múltiple supone la aceptación de un buen número de cambios en nuestros hábitos de vida, en función de la forma en la que avance la enfermedad. Y uno de ellos afecta al ejercicio físico. No son pocas las personas que conviven con este diagnóstico que se plantean si pueden seguir haciendo deporte, cuáles son los beneficios que les aporta y cuáles son los más recomendables. Hemos hablado con Víctor Díaz, (@prohealth.vd), especialista en ciencias de la actividad física y el deporte, quien nos ha detallado todos estos aspectos.

 

“La esclerosis múltiple es una enfermedad autoinmune con carácter crónico y degenerativo del sistema nervioso central que afecta al cerebro y médula espinal, provocando la inflamación y desmielinización de la materia blanca. Esta pérdida de mielina dificulta la transmisión neurológica, que causa una reducción o pérdida de función”, nos detalla. Y añade que esta enfermedad afecta principalmente a la población adulta joven, normalmente entre los 20 y 40 años. No en vano, es una de las causas más frecuentes de discapacidad neurológica en adultos jóvenes. “En el curso de la enfermedad se ven afectados la mayor parte de los sistemas funcionales neurológicos, siendo las principales limitaciones en los pacientes de esclerosis múltiple las alteraciones motoras y la fatiga. Específicamente la inflamación, desmilienización y daño axonal provoca una transmisión inadecuada del impulso nervioso, dificultando la contracción muscular. Esto reduce la capacidad de producir fuerza (especialmente en el tren inferior) y desemboca en una pérdida global del equilibrio, que se manifiesta especialmente en la marcha”, nos detalla el experto.

 

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¿Es recomendable hacer ejercicio si padeces esclerosis múltiple?

Tal y como nos explica el experto, durante muchos años la prescripción de ejercicio para estos pacientes era controvertida, ya que se pensaba que podía exacerbar los síntomas y la fatiga. Sin embargo, detalla que en la actualidad existe suficiente evidencia científica sobre la eficacia del ejercicio en la mejora de la calidad de vida y la condición física de estas personas.

 

“El ejercicio desencadena exacerbaciones de los síntomas en más del 40% de los pacientes con esclerosis múltiple, durante e inmediatamente después del ejercicio. Sin embargo, esta condición es temporal y se normaliza después de media hora tras finalizar el ejercicio, para la mayoría (85%) de los pacientes. Esto parece estar relacionado con el aumento en la temperatura central durante el ejercicio”, nos explica. Y añade que el ejercicio de fuerza incrementa menos la temperatura y podría ser el ejercicio más recomendado.

Víctor Díaz nos detalla que los primeros estudios posicionaron al ejercicio como un tratamiento eficaz frente a los síntomas una vez desarrollada la enfermedad (es decir, prevención terciaria). “Pero estudios recientes han evaluado los efectos modificadores de la enfermedad para tratar de paliar el desarrollo de la misma (es decir, prevención secundaria), así como el impacto del ejercicio sobre el riesgo de desarrollar esclerosis múltiple (es decir, prevención primaria)”, matiza. Y es que no podemos olvidar que el aumento del sedentarismo asociado a la enfermedad en estas personas provoca cambios en su composición corporal, dando como resultado pérdidas de masa muscular y densidad mineral ósea o aumento de masa grasa. “La densidad mineral ósea es especialmente importante, ya que es menor en personas con esclerosis múltiple que en personas sanas, y este factor se asocia a un mayor riesgo de fractura. La discapacidad física es el principal impulsor en la pérdida de masa ósea junto con la duración de la enfermedad y dosis de tratamiento. Por tanto, estas personas tienen un alto riesgo de sufrir osteoporosis. Por otra parte, presentan debilidad y rigidez muscular que, junto con la descoordinación provocada por la espasticidad (un aumento de la tensión muscular), llevan a la pérdida de estabilidad teniendo que modificar la postura corporal y el patrón de marcha”, nos cuenta el experto.

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¿Qué beneficios tiene el ejercicio de fuerza en estos pacientes?

“Muchos de estos síntomas que hemos comentado pueden mejorar con el ejercicio de fuerza, debido al efecto de este tipo de entrenamiento sobre los parámetros neuromusculares relacionados con la producción de fuerza (como puede ser el incremento del reclutamiento de las unidades motoras, la ratio de descarga y la sincronización de fibras musculares)”, explica el experto.

Pero es que, además, el ejercicio de fuerza es clave para mejorar la composición corporal (al mejorar la masa y calidad muscular), para tratar de paliar esa pérdida de masa ósea y prevenir el riesgo de fracturas y osteoporosis, y puede mejorar la funcionalidad en las actividades de la vida diaria y el equilibrio. “La investigación científica sobre esta materia ha demostrado que los pacientes con esclerosis múltiple muestran menores niveles de fuerza isométrica, isocinética e isotónica en comparación con personas sanas, siendo esta debilidad mayor en las extremidades inferiores. Por tanto, los ejercicios encaminados a mejorar la producción de fuerza parecen mostrar una reducción del deterioro de la contracción muscular provocado por la enfermedad. Estas mejoras en la contracción muscular pueden suponer incrementos de la fuerza muscular de hasta un 36% dependiendo de la metodología de entrenamiento”, nos cuenta.

 

Pero es que, además, existen estudios que afirman este tipo de ejercicio puede ayudar a estos pacientes a mejorar el equilibrio, la coordinación y la confianza en sí mismos. Incluso hay estudios que afirman que el ejercicio de fuerza tiene un efecto neuroprotector que impacta en la progresión de la esclerosis múltiple, y debe ser un complemento al tratamiento médico en esta enfermedad.

 

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Otras alternativas al ejercicio de fuerza

Pero, además del ejercicio de fuerza, ¿qué más ejercicios son recomendables para estas personas? “Los ejercicios respiratorios ayudan a mantener la capacidad pulmonar y permiten mantener una buena estabilización central. Trabajar el patrón respiratorio y conseguir que el diafragma funcione correctamente, puede ayudar a reducir la sensación de fatiga durante la actividad física. Puede ser una buena opción incluir este tipo de ejercicios al inicio de nuestra sesión de entrenamiento”, nos recomienda.

 

Y uno de los síntomas más comunes, como decíamos, es la espasticidad, por lo que los ejercicios de movilidad permiten mantener un buen rango de movimiento donde poder ejercer fuerza y reducir la atrofia y disfunción articular y muscular. “También puede resultar interesante incluir estos ejercicios en el calentamiento antes del trabajo de fuerza. Se debe tener en cuenta que la espasticidad aumenta con los movimientos bruscos y rápidos, al igual que la fatiga. Por ello, estos ejercicios se deben realizar a un ritmo lento, controlado y manteniendo la respiración fluida”, comenta.

 

Lo que es evidente es que el ejercicio de fuerza debe ser el componente principal de estas sesiones por todo lo que hemos comentado previamente y se debe de individualizar en función del grado de deterioro de cada persona. “Será clave la correcta selección de los ejercicios así como el volumen e intensidad de esos ejercicios. Además, se deben incluir ejercicios que involucren diferentes estímulos a nivel coordinativo o de estabilidad", detalla.

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¿Y el ejercicio aeróbico?

En el caso, por ejemplo, de ejercicio en bicicleta estática,  permite mejorar la independencia funcional, la potencia muscular, el consumo de oxígeno y la fatiga. “Este tipo de ejercicio se puede separar y realizar otro día diferente de la sesión de ejercicios de fuerza. Tanto el ejercicio de fuerza como aeróbico realizado a intensidades moderadas es beneficioso en estas personas, ya que ayuda a evitar el desacondicionamiento y la atrofia muscular resultante de la inactividad progresiva”, concluye.

 

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