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Mascotas

Perros vs. gatos, varios estudios miden la inteligencia de ambos

Un estudio revela cuál tiene mayor complejidad neuronal y, por tanto, puede utilizar su memoria de una forma más organizada.


17 de noviembre de 2021 - 18:23 CET

La batalla por determinar qué animal es más inteligente no parece tener fin. Los amantes de los gatos se basan generalmente en su carácter: nada dependiente, selectivo y con afinidad por los humanos. No en vano el maullido es un intento de imitar la voz de las personas con las que convive. Por otro lado, los perros son fieles, capaces de realizar búsquedas complejas y de servir de guías para invidentes y de ayudar a la policía en sus búsquedas. Pero ¿qué animal demuestra más inteligencia?

Primero habría que definir claramente qué significa “inteligencia”. En muchos aspectos las personas tratamos de humanizar el comportamiento de los animales, dándole un enfoque antropológico a sus actos y reacciones, cuando en el fondo lo que los perros y gatos hacen tiene una lógica propia para ellos que no se corresponde con la nuestra.

Qué es amor, enfado o desprecio merecería la misma atención que cuestionar qué es la inteligencia. Porque los animales no actúan movidos por estrategias, represalias o demostraciones de amor. Todo tiene un significado más sencillo, adaptado a ellos, con vínculos más primarios que apelan a sus instintos, necesidades y comprensión del entorno. En este sentido hay dos formas de medir la inteligencia de los animales: la memoria y la estructura cerebral.

Experimentos para reconocer su memoria: empate

Las investigaciones sobre la memoria de los animales son las pruebas más clásicas para determinar el grado de inteligencia que poseen. Recordar situaciones, actos y personas significaría que pueden “empaquetar” conceptos abstractos y guardarlos en su mente para utilizarlos en el futuro.

Los animales no razonan, es decir, no utilizan estos conceptos de su memoria para organizar objetivos. Esto quiere decir que no cuentan con la suficiente consciencia para plantear un diálogo interno que les permita organizar ideas y planes a futuro. Razón por la cual no cabe en ellos la posibilidad de enfadarse ni tampoco de organizar sus actos. Todas las reacciones son fruto de un impulso: necesidad propia (hambre, ganas de jugar, sueño) o incentivo externo (ofrecimiento de comida, juego, interacción social). Y mediante estos elementos se evalúan sus grados de inteligencia.

Un estudio realizado en la Universidad de Kyoto, bajo la dirección del psicólogo Saho Takagi, evaluó la facultad de recordar de los gatos, centrándose en experiencias positivas. El objetivo era determinar si los gatos eran capaces de recordar momentos y personas concretas, y no sólo la percepción general de una sensación o un refuerzo positivo/negativo. Esto implica un paso más allá evaluando la profundidad de su memoria. El resultado determinó que sí poseen cierta memoria “episódica”, descubrieron que los gatos pueden recordar periodos largos y, en varias pruebas mentales, pero no por encima del rendimiento de los perros, sino igualándoles.

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En búsqueda del cerebro más complejo: ganan los perros

La mayoría de las investigaciones para determinar la inteligencia de los animales se realizan de forma empírica, es decir, se proponen pruebas que los animales cumplen y en función de su comportamiento se evalúan los resultados. Sin embargo en la última década se han realizado varios estudios que analizan su estructura cerebral.

Un estudio de la Universidad de Vanderbilt en Estados Unidos ha determinado que los perros poseen un mayor número de neuronas corticales que los gatos. Por lo que desde un punto de vista anatómico se puede determinar que los perros pueden ser más inteligentes que los gatos.

En la comparativa entre perros y gatos se ha determinado que los canes tienen 530 millones de células neurales y los felinos solo 250 millones de neuronas. Esto no implica necesariamente que las utilicen ni que el uso que le den signifique para nosotros un estado de inteligencia equiparable a lo que para los humanos significa esta cualidad. Sin embargo, sí nos ayuda a comprender que los procesos neuronales por los que opera el animal son más complejos en el caso de los perros, tienen en cuenta variables más sofisticadas y, por tanto, están más cercanos a realizar acciones de comparación, predicción y selección. En suma, los perros pueden ser más reflexivos y menos impulsivos que los gatos, lo que en sí representa un rasgo ineludible de inteligencia.

Esto explica que los perros puedan trabajar en aspectos profesionales bajo el adiestramiento de los humanos, realizando tareas que les fuerzan a tomar decisiones condicionales, es decir, decantarse por alternativas. Cuando un perro guía pasea con su dueño debe utilizar su memoria para aplicar estos conocimientos en la toma de decisiones sobre su trayecto, debe ser autónomo en alguna medida. Este comportamiento se explica también a raíz de su complejidad neuronal, que es la suficiente como para evaluar situaciones y buscar soluciones a ciertos problemas.

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Los animales domésticos son igual de inteligentes que los salvajes

El mismo estudio de la Universidad de Vanderbilt arrojó un resultado sobre un debate constante. ¿Son los animales domésticos más inteligentes que los salvajes? Existían diversas teorías que buscaban una explicación al comportamiento de ambos.

Por un lado, los animales salvajes dependen de sí mismos, su sociabilidad con el resto de la manada es muy profunda y eso les hace vivir en plena actividad. Por lo que en algunos aspectos se consideraba que pudieran ser más inteligentes que los domésticos. Sin embargo, los animales que conviven con humanos han desarrollado un tipo de comunicación entre especies contínua y muy profunda, son capaces de relacionarse con un entorno que en principio no es su hábitat natural y consiguen identificar e interactuar con reglas humanas, lo que en último término podría determinar una mayor inteligencia.

Según los resultados del estudio, la relación entre tamaño y complejidad neuronal de ambos tipos de animales, los salvajes y los domésticos, no varía. Técnicamente desde un punto de vista anatómico son animales igual de inteligentes, ninguno de los dos ha evolucionado hacia una mayor complejidad neuronal, por lo que teóricamente su capacidad cognitiva es la misma.

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