Hay, en ocasiones, hábitos tóxicos que, sin duda, perjudican la vida en pareja. Puede ser que, casi de forma instantánea, pienses en la falta de confianza, pero hay muchos más. Nos encontramos con un conjunto de pensamientos, emociones y conductas que nos pueden llegar a afectar directamente. "Una relación se considera tóxica cuando genera niveles intensos de malestar y destrucción a una de las partes que forman la relación o incluso a las dos”, nos cuenta la psicóloga clínica Pilar Guerra Escudero, quien nos ha ayudado a comprender mejor cuáles son dichos hábitos.
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Falta de complicidad
La falta de complicidad en una relación tiene que ver con que la pareja se encuentre en continuo desencuentro. En el momento en que dos personas comienzan a priorizarse ellas mismas, sin tener en cuenta al otro, la pareja comienza a ser tóxica, ya que los compromisos adquiridos al principio empiezan a no respetarse.
Falta de sinceridad
La falta de sinceridad lleva también a contaminar la relación con mentiras, base de la conducta de ocultismo. Negar la verdad a la pareja es una manera de manipulación, es privarle de la libertad de elegir si permanecer o no en esta relación.
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Adicciones
La relación puede volverse tóxica cuando uno de los dos tiene una adicción importante. La ludopatía, el alcoholismo, el consumo de drogas e incluso la sexo-adicción generan uno de los mayores pilares para que la relación deje de tener salud mental. Relacionarse desde estas conductas adictivas y compartirlas es negar una coherencia en la madurez de la interrelación. Aún es más grave cuando uno de los miembros es adicto y el otro no, genera un nivel de frustración altísimo porque en la mayoría de las ocasiones, uno se convierte en el “tutor” del adicto, por lo que la relación ya no es de igualdad.
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Ausencia de confianza
La ausencia de confianza genera también el que se rompa el hilo conductor de una relación sana. Las situaciones de infidelidad derivan en que no podamos volver a creer en el otro. La herida es tan profunda que la misma infidelidad se convierte ya en un peso histórico en la pareja, donde algo que se ha quebrado es difícil de restablecer. La otra persona que ha sufrido la infidelidad en muchas ocasiones se sigue quedando en la pareja bajo un autoengaño de esperanza en un cambio en el otro, cuando en realidad permanece en el sitio a causa de un auténtico terror a marcharse por la tan conocida llamada dependencia emocional.
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Maltrato psicológico
En esta relación de sumisión-dominancia se encuentra el maltrato psicológico, tan sutil en ocasiones. Los insultos, la conducta cínica, la prepotencia, el desacreditar al otro, e incluso el someterlo, es un claro ejemplo de maltrato encubierto. Y es que parece que solo las agresiones físicas son lo más grave y lo único que se tiene en cuenta para definir una relación peligrosa con alto grado de toxicidad.
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Trastorno de personalidad
"Afortunadamente en nuestra profesión, ya somos muchos los psicólogos que identificamos que en las relaciones tóxicas se encuentra el que uno o los dos tenga un trastorno de personalidad afectivo que dificulta una relación sana. El dúo entre el trastorno narcisista de la personalidad por parte de un miembro y la estructura empática por parte del otro es un claro ejemplo de desigualdad en la relación, dando lugar a verdaderos dramas, ya que el empático puede incluso llegar a tener síntomas graves de trauma psicológico tras lo que llamamos abuso emocional o violación del alma", nos cuenta. La conducta más perversa que genera más daño es el refuerzo intermitente: tratar al otro a veces muy bien y a veces muy mal, dando lugar a que el sumiso llegue a tener pérdida de su propia identidad por comenzar a tener dudas continuas sobre su culpabilidad o no, en el momento de la discusión de la relación.
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Desigualdad
Las relaciones tóxicas son relaciones de desigualdad. Generalmente esta diferencia entre las dos personas se da porque uno de los dos adquiere el rol de dominancia y el otro de sumisión. Hay un refuerzo enfermizo entre los dos. El sufrimiento es la base del día a día, convirtiéndose en la 'normalidad'. Se fluye desde la energía que provocan las batallas, un halo bélico envuelve la relación, convirtiéndose en hábito las disputas y en anormalidad, los momentos serenos y placenteros.
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Conducta de triangulación
Otro efecto devastador es la conducta de la triangulación. No se trata 'solo' ser infiel con otras personas, sino que el maltratador tiende a dar más importancia a todo lo que no tenga que ver con la pareja. De esta forma, prioriza el trabajo, los hobbies, la mascota de casa, los amigos o incluso a los propios hijos, no se hace con una base de auténtico cariño, sino que se suele utilizar como una base para dañar al otro y menospreciarlo.
Cosificación
Otra conducta que se da en las relaciones tóxicas es la llamada cosificación. La persona dominante no trata al otro como un ser humano, sino como un objeto para su uso y disfrute. Le quita el valor de persona y solo adquiere el papel de suministro para poder utilizarlo de chivo expiatorio donde canalizar toda su frustración y hacerle responsable de todos los fracasos.
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¿Cómo darnos cuenta?
Una de las dudas que nos surge es si, en medio de la vorágine del día a día, podemos no darnos cuenta de que se están produciendo estos hábitos tóxicos. “Seguramente no, pero de lo que sí nos damos cuenta es de que nos encontramos mal emocionalmente e incluso físicamente, aunque quizá tardemos tiempo en identificar de dónde viene ese malestar. Arrastramos aún el paradigma de ‘quien bien te quiere te hará llorar’, ‘todas las parejas discuten’ o el de ‘la vida en pareja es un sacrificio y ha de ser un sacrificio’. Estas creencias tan arraigadas contribuyen a que nos cueste ver que empezamos a tocar el infierno en nuestra pareja. Las parejas se crean porque existe entre ellos algo único y especial, que va de la mano de lo que se supone es sentirse sereno, tranquilo y feliz con alguien a quien eliges y te elige para vivir una vida plena”, nos cuenta la experta.
Y añade que es cierto que en cualquier convivencia surgen desencuentros. El enfado, la frustración o la tristeza son parte intrínseca de nuestro repertorio de emociones. Sin embargo, hemos de empezar ya a distinguir lo que son los roces humanos que están dentro de lo cotidiano, frente a lo que es una relación tóxica con forma de maltrato encubierto. “Me gustaría insistir en que las relaciones tóxicas, en la mayoría de las ocasiones, son relaciones de maltrato. Lo común es que hablemos de maltrato cuando hay agresión física, pero es importante señalar que en pareja cuando una persona trata mal a la otra, y ésta lo sufre, estamos hablando de situaciones de abuso psicológico. Es complicado de identificar porque la persona maltratada en una relación tóxica se queda sin herramientas de gestión ejecutiva, es decir, que lo primero que se daña es la psique y el sistema emocional y sin eso es casi imposible darse cuenta puesto que se produce un bloqueo mental e intelectual”, nos comenta.
Cómo abordar esta situación
¿Cuáles son las estrategias que tenemos a nuestro alcance para abordar estos problemas que pueden debilitar nuestra relación? En opinión de la experta, para hablar de estrategias tenemos que hablar antes de dependencia emocional. “La dependencia emocional es priorizar el querer estar acompañados aún con un conflicto insostenible en una relación, frente a estar solo y estar en paz. Nuestra sociedad todavía aún se queda atónita cuando alguien elige convivir solo y ha encontrado un equilibrio en relación con su propia existencia en soledad”, comenta. Y apunta a que estas creencias contaminan la realidad, cuando hay conflictos realmente devastadores en las parejas. “El matiz está en conocer que hay un término medio entre mantener una relación tóxica y elegir separarse o divorciarse, teniendo en cuenta que, en mi opinión, las rupturas sentimentales son también devastadoras. El término medio es la estrategia de herramientas de solución de conflictos, que solo se puede trabajar en terapia y con profesionales de la salud mental porque lo primero que nosotros hacemos es ver si hay posibilidades de rehabilitar la relación de pareja. Y las hay, siempre y cuando se identifique que hay un problema y se tenga la voluntad de poner soluciones”, matiza.
Y partiendo de esta base, nos cuenta que tenemos estas estrategias a nuestro alcance:
- El pacto de no agresión. Darnos cuenta de que discutir también es un acto de amor, ya que para discutir con alguien tienes que darle mucha importancia y es un desgaste a su vez. Por tanto, la estrategia consiste en identificar los daños que está habiendo y llegar a un compromiso con uno mismo con respecto a no continuar con la toxicidad. Es decir, apelar a la identificación y la información.
- Distinguir entre víctima y victimismo. Esto último es el “disco rayado” que hace estar en la autocompasión con uno mismo, con la familia o con las personas a las que se hace partícipes. Esto tiene que ver con la queja activa, sin dar soluciones. Sin embargo, si estamos ante una relación tóxica, sí hay que considerar víctima a la persona que lo sufre, para identificar las acciones de toxicidad.
- La conversación. Para poder conversar con nuestra pareja, hemos de tener confianza. En muchas ocasiones, la conversación no es posible porque falta confianza y la comunicación es violenta. Y es importante ser consciente de ello para poder gestionar nuestras expectativas como estrategia para no frustrarnos y no seguir dando vueltas sobre lo mismo.
- La lista de horrores. Es la estrategia de apuntar todas y cada una de las situaciones que nos producen angustia y malestar en la relación. Ser prácticos y ver los hechos que realmente están ocurriendo. Si un miembro de la pareja es víctima del refuerzo intermitente, suele perder la perspectiva y tiende a idealizar la relación, recordando solo las cosas positivas. Aunque haya toxicidad, siempre va a aparecer un momento de bienestar que suele prevalecer sobre lo demás. Por ello, es importante conseguir escribir los hechos.
- Generalmente ante estas situaciones de abuso y tóxicas, también se encuentra la figura de los cómplices, personas cercanas que minimizan y restan importancia a los conflictos. Esto dificulta el desahogo y el poder contar con alguien como cómplices. Tiene mucho que ver con que las personas de nuestra sociedad no lo identifican tampoco. Hemos de dar y buscar personas (aparte de terapeutas) que nos entiendan y no quieran dar soluciones rápidas, sino que puedan acompañar en el proceso.
- Reconocer si la persona con la que se tiene la relación de toxicidad es una persona que sabe reparar o es reincidente. Cuando los miembros se someten a terapia de solución de conflicto, se adquieren una serie de compromisos y éstos a su vez dan lugar a cambios. Pero hay personas que no pueden preservar los compromisos y reinciden. Si es así, se trata de una relación tóxica con nulas posibilidades de solución.
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