raquel perera© Félix Valiente

Por ellas y por todos

‘No puedes evitar que las aves de la tristeza vuelen sobre tu cabeza, pero puedes evitar que construyan nidos en tu cabello’ (Proverbio chino)


4 de noviembre de 2021 - 16:32 CET

Nos preparan desde que somos pequeños para formarnos de cara a la vida profesional. Nos entrenan, nos educan y nos dicen: “Tienes que estudiar, tienes que saber idiomas, hacer un master...”, para estar preparado para la vida. Tener éxito y triunfar. Irremediablemente, nos enfocan el triunfo hacia lo puramente académico.

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Pero nadie nos ha educado desde pequeños a entrenar nuestra mente para lidiar con el dolor, nadie nos prepara emocionalmente para las adversidades de la vida. Más bien todo lo contrario, vamos creciendo evitando el dolor y el sufrimiento. Nadie quiere sentir dolor, ni sufrir. Yo no conozco a nadie que quiera sufrir, y, sin embargo, todos pasamos por periodos de preocupación casi constantes.

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Porque la vida duele. La vida es maravillosa y fascinante, pero también duele, y mucho. De repente, un día se vuelve muy tenso y nos trae un episodio inesperado de mucho dolor. En ese momento aparece un gran desconcierto emocional que afecta a nuestra salud física y mental. Afecta a nuestras relaciones personales, a nuestros hábitos y a la relación con nosotros mismos. Para mí, este último punto es el eje.

Se habla muchísimo de cómo la actitud es importante a la hora de enfrentar un episodio muy negativo e inesperado en nuestras vidas, como puede ser una enfermedad. No hay evidencia científica de que, exclusivamente, una emoción negativa y un estado de preocupación permanente desarrolle una enfermedad. Pero sí se ha demostrado alguna relación entre las emociones y las patologías.

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Está demostrado que los pensamientos generan unos sentimientos que afectan directamente al sistema inmunológico. De la misma manera que una actitud positiva ante una enfermedad hace que el proceso en el tratamiento vaya de manera más rápida y eficiente.

Todo ser humano es capaz de soportar y hacer frente a las adversidades de la vida, a las penurias, a las injusticias y a las desgracias. El dolor es inevitable en la vida, forma parte de ella. El sufrimiento, sin embargo, se puede gestionar, y depende de la voluntad y el conocimiento que se tenga sobre él. El sufrimiento dura el tiempo que demoras en aceptar la realidad. Y aceptar la realidad no significa resignarse, ni conformarse, no significa estar de acuerdo con lo que te está pasando o ser indiferente a lo que te pasa. Significa comprender lo que te está pasando.

En un proceso de ‘luto’ ante una experiencia dolorosa, lo primero que aparece es la negación, frases como: “Esto no me puede estar pasándo a mí” o “yo no me merezco esto”. Esos pensamientos nos envuelven en tristeza, rabia, miedo, incluso culpa… Emociones absolutamente naturales. Porque no es lo mismo la tristeza que la depresión. La tristeza es una emoción natural e inevitable siempre y cuando no se alargue en el tiempo. Si conseguimos entender cómo y para qué funcionan las emociones, conseguimos que bajen los niveles de sufrimiento.

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Todo esto es una decisión, tenemos la opción de hacernos la víctima del mundo o hacernos responsables activamente de lo que nos está pasando. En este proceso, hay momentos para llorar y hay que permitiste llorar, y hay momentos para sentir felicidad en medio del desierto y hay que permitirse tenerlos. Nosotros no somos nuestras emociones ni nuestros pensamientos, somos la conciencia despierta que observa eso. Un pensamiento deja huella, siempre terminamos haciendo lo que pensamos, creamos lo que creamos.

Las emociones te ayudan a entender lo que te está pasando y cómo aprender a sobrellevar los cambios físicos y emocionales. Las emociones son útiles y nos mueven hacia delante, nos permiten hacernos conscientes. Y lo más importante y difícil a la vez: las experiencias de sentimientos negativos tienen una parte de crecimiento personal y aparecen con la aceptación, aceptarnos en la vulnerabilidad...

Mi hija me preguntó un día para qué valía la tristeza, y en realidad para lo único que puede valer es para entrar dentro de ti, explorarte, sentirte vulnerable, te hace fijarte en lo valioso y en el infinito potencial que tenemos, la capacidad para demostrar nuestra valía.

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Las personas que yo he conocido que son supervivientes a experiencias dolorosas, como una enfermedad o cualquier otro episodio duro en su vida, han trabajado para entenderlo como un reto y no como un problema. Se les nota el renacimiento en sus ojos, se les nota el renacimiento en su forma de ser, son mejores que antes, han aprovechado la adversidad para transformarse en personas mejores, relativizan las cosas, son más compasivas, más sabias, más valientes y más elevadas. Han aprendido de la resiliencia, se empoderan desde el interior, no solo desde el reconocimiento exterior, trabajan en su amor propio, en la autoestima, en quererse.

Quererse cada día, desde el punto donde estemos, hoy podemos hacer cosas por nosotros y para nosotros.

Nos encontramos en www.terapiaunclick.com.

Salud y rock,

Raquel.