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piernas cama© Adobe Stock

¿Piensas que puedes tener el síndrome de las piernas inquietas? Estos son sus síntomas

Aunque no es una enfermedad grave, sí que puede afectar mucho a la calidad de vida de quien la padece, sobre todo en relación a su descanso


Actualizado 23 de septiembre de 2021 - 14:15 CEST

Hormigueo, inquietud, calambres… si has padecido estas sensaciones en tus piernas cuando estás en tus momentos de descanso, sobre todo en la cama, tal vez padezcas el llamado síndrome de las piernas inquietas (SPI), también conocido como la enfermedad de Willis-Ekbom, una patología neurológica cuyos síntomas suelen aparecer o empeorar durante el reposo, acontecen al atardecer o anochecer y llevan al paciente a experimentar la necesidad urgente de moverse para aliviar estas sensaciones.

El doctor Víctor M. Campos Arillo, Neurólogo del Hospital Vithas Xanit internacional de Benalmádena, Málaga, nos detalla que se trata de un trastorno sensitivo que obliga a las personas a moverse para aliviarlo. “Suele aparecer por rachas y es mucho más frecuente de lo que parece”, nos cuenta, y cita estudios que lo estiman entre un 5-10% de la población mundial, aunque diagnosticados solo entre el 6 y el 9%. La Sociedad Española en Neurología (SEN) calcula que en España más de 2 millones de personas padecen esta enfermedad y que cerca de un 20% sufren una forma grave de este síndrome. ¿Afectan en mayor medida a algunas personas? “Sobre todo a aquellas con antecedentes familiares de procesos similares o que padezcan enfermedades generales, sobre todo si tienen alteración en el metabolismo del hierro”, nos explica. Lo que sí que sabemos es que el síndrome de las piernas inquitas es más frecuente en las mujeres, en una proporción de 2 a 1 respecto a los hombres. En edades tempranas no hay diferencias en cuanto a la distribución de sexos, pero al final de la adolescencia comienza a ser más frecuente en las niñas.

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piernas de mujer© Adobe Stock

¿Cuáles son sus síntomas?

“El síndrome de piernas inquietas suele aparecer al cabo de un rato de acostarse en cama o de sentarse en un sillón (por ejemplo, después de comer para descansar un rato). Consiste en una sensación desagradable, definida de forma variable (como hormigueo molesto, como calambres, como un malestar, un desasosiego) en las piernas, típicamente de rodillas para abajo, que se asocia a una sensación irresistible de moverlas; se alivia con dicho movimiento y sobre todo levantándose y caminando”, nos cuenta por su parte el doctor Javier A. Castro Dono, neurólogo del Hospital Vithas Vigo.

Este síndrome se manifiesta, tal y como detalla el doctor Campos Arillo, con sensaciones extrañas en las piernas o en otras regiones del cuerpo que aparecen en reposo, preferentemente en el inicio del sueño, siguiendo los ritmos circadianos (inversamente a la temperatura corporal). “Esto supone que puede repercutir significativamente en el sueño nocturno o impedir los momentos de relajación, lo cual puede afectar mucho a la calidad de vida”, añade el doctor de Vithas Xanit.

“El curso de esta enfermedad es fluctuante, con temporadas en que los síntomas son más leves u otras en que son más intensos y empeoran la calidad de vida. Por lo general afecta a las extremidades inferiores, generalmente en las pantorrillas y en los tobillos. En algunos casos las molestias pueden ser intensas e incluso manifestarse durante el día y también pueden involucrar otras partes del cuerpo, como las extremidades superiores o el abdomen. Por lo tanto es común que algunos pacientes lo confundan con molestias debidas a una mala circulación y, en determinados casos, no es hasta que implica un mal descanso, con insomnio o somnolencia durante el día cuando consultan”, comenta la Dra. Ana Fernández Arcos, Coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y Sueño de la Sociedad Española de Neurología.

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No reviste gravedad, pero afecta a la calidad de vida

Y hay que tener en cuenta que en los casos graves se trata de una enfermedad muy incapacitante. De hecho, uno de los últimos estudios realizados en España entre pacientes adultos señala la alta prevalencia de síntomas asociados como el dolor intenso, el insomnio, la depresión o la ansiedad entre los pacientes, que no solo hacen que disminuya su calidad de vida sino que produce importantes limitaciones en su vida diaria y en las relaciones sociales y laborales.

Este síndrome no reviste gravedad, pero puede perturbar de forma importante el descanso nocturno, afectando a la calidad de vida del paciente, tal y como nos explica el doctor Castro Bono. “El diagnóstico se hace por lo que el paciente cuenta y por la respuesta favorable al tratamiento, ya que las pruebas complementarias son normales (por ejemplo la analítica). Se sabe que hay un descenso de la dopamina cerebral, pero se desconoce el mecanismo fisiopatológico que lo produce”, nos explica.

Estamos ante un trastorno bien conocido por los neurólogos, pero en ocasiones, si el médico de atención primaria no lo tiene en mente, puede ser achacado erróneamente a nerviosismo o insomnio sin más, y retrasarse el diagnóstico. Y es que aunque como decíamos anteriormente se trata de una enfermedad bastante común, está altamente infradiagnosticada: algunos estudios apuntan que solo un 10% de los casos estarían diagnosticados y que esta cifra es aún menor en la infancia. Y en algunos casos incluso pueden trascurrir períodos de 10 años hasta que se realiza un diagnóstico correcto de ésta.

“Es importante, por lo tanto, recalcar la importancia de que tanto pacientes como familiares reconozcan y acudan al médico ante síntomas como los que hemos descrito, así como la relevancia que tiene la atención primaria en reconocer y derivar a Neurología pacientes que presenten alteraciones del sueño, del ánimo y molestias en las extremidades. El diagnóstico precoz puede mejorar su calidad de vida y disminuir la comorbilidad asociada y su repercusión escolar y laboral”, señala la Dra. Ana Fernández Arcos.

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¿Cuáles son sus causas?

El síndrome de las piernas inquietas puede ser primario o secundario. Las causas más frecuentes de SPI secundario son la carencia de hierro, insuficiencia renal, neuropatías, embarazo, lesiones medulares, ciertos fármacos u otras causas neurológicas como la enfermedad de Huntington, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la esclerosis múltiple, la enfermedad de Parkinson, etc. En cambio, la causa de las formas primarias no está del todo clara, aunque algunos autores estiman que el SPI primario es hereditario hasta en un 50-92% de los casos.

“Las causas son variadas, pero sobre todo son hereditarias o en relación con trastornos metabólicos o compresivos que afecten a los nervios periféricos. Existen muchas enfermedades generales que pueden producir neuropatías y estas a su vez aumentan la posibilidad de sufrir síndrome de piernas inquietas. Sobre todo, si afectan a los niveles de hierro en sangre, que parece que tienen relación”, apunta el doctor Campos.

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¿Y cómo podemos aliviar dichos síntomas?

Los expertos coinciden en que la forma espontánea de alivio es el movimiento, de cualquier tipo, da igual. “El hecho es que hay que mover las piernas (o las otras partes del cuerpo donde se siente el malestar) para reducir los síntomas. Sin embargo, existen tratamientos farmacológicos muy eficaces, tanto que cuando se prueban y son eficaces su éxito asegura el diagnóstico”, nos dice el doctor Campos Arillo.

En relación al tratamiento, el neurólogo de Vithas Vigo nos detalla que hay varias líneas de tratamiento eficaces:

  • Pueden utilizarse fármacos que aumentan la dopamina cerebral, llamados agonistas dopaminérgicos. Quizá los más usados sean el ropinirol y la rotigotina, esta última en forma de parche cutáneo de liberación prolongada.
  • Otro grupo de fármacos que funcionan bien pertenecen al grupo de los antiepilépticos, como la gabapentina y la pregabalina.
  • Y también va bien un tranquilizante: el clonazepam.

“Ante un paciente con SPI secundario deberemos tratar la causa en la medida de lo posible retirando posibles fármacos implicados y aportando suplementos de hierro en los casos en los que haya un déficit. Mientras que en pacientes con SPI primario, podemos ofrecer tratamientos sintomáticos cuando los síntomas interfieren en la calidad de vida de los pacientes. En todo caso, y sobre todo en niños, donde el tratamiento farmacológico solo es recomendable en los casos más graves, es aún más importante establecer unas adecuadas normas de higiene de sueño como parte del tratamiento de esta enfermedad”, explica la Dra. Ana Fernández Arcos. “Esto incluye intentar dormir el tiempo suficiente y necesario para cada edad, establecer un horario regular de sueño, evitando cenas copiosas o el ejercicio intenso en las horas previas a acostarse, reducir las actividades estimulantes antes de acostarse, como ver la televisión o los videojuegos, realizar ejercicio de forma moderada, porque no solo mejora los síntomas del SPI, sino que disminuye la ansiedad y la depresión y favorece el sueño. Y, en general, evitar todo aquello que pueda dificultar el descanso”.

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