La pérdida de un hijo -al igual que su nacimiento, pero de una manera completamente diferente- es uno de los estresores más intensos que puede sufrir una relación de pareja. A nivel psicológico la pérdida de un hijo tiene una dificultad añadida respecto a otras muertes, dado que estamos muy mentalizados para que haya un progreso ordenado en cuándo morirá cada generación (primero mueren los abuelos, luego los padres, luego los hijos), y la pérdida de un hijo altera ese orden, lo que para muchas personas resulta muy desconcertante. Además, a nivel de identidad, los padres tienen muy asumido que una de las partes más definitorias de su rol como tales es la de proteger al hijo, de manera que la muerte de este resulta muy confrontadora para ellos desde este punto de vista. Rafael San Román, psicólogo de iFeel, nos explica cómo se puede superar el fallecimiento de un hijo en pareja.
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Cuando un hijo muere, nos encontramos a dos personas que han tenido “la misma” pérdida pero que pueden tener dos estilos de afrontamiento completamente diferentes y que, incluso, choquen mucho entre sí, porque cada uno necesita cosas muy diferentes.
Si tenemos en cuenta que estas personas, además, tienen que convivir, pueden encontrarse con grandes conflictos entre ellos a la hora de armonizar sus respectivos procesos de duelo. Muchas parejas tarde o temprano acaban haciendo los ajustes necesarios y mantienen una buena relación de pareja a pesar de lo sucedido. Otras, sin embargo, encuentran durante su proceso de duelo la causa para poner fin a la relación.
Lo primero de todo, deben entender algunos aspectos generales del duelo: en qué consiste, qué deben esperar de sí mismos, por qué ocurre… También deben entender que ahora ambos están en duelo y que la pérdida que han sufrido es la misma en muchos aspectos pero a la vez no es la misma en muchos otros.
Por tanto, durante el tiempo que tienen por delante van a experimentar cosas parecidas pero también diferentes, o bien las mismas cosas pero no a la vez sino en momentos diferentes. Eso puede extrañarles, confundirles, hacer que se empiecen a juzgar mutuamente al ver que el otro no reacciona de la misma manera o no necesita las mismas cosas en los mismos momentos.
Sin embargo, es crucial que entiendan que esto es normal, que ambos son personas diferentes, cada uno tenía su propia relación con el hijo que ha fallecido y, por tanto, viven duelos diferentes pero que, por el hecho de ser pareja y de convivir, tienen que armonizar.
Conseguir esto es todo un proceso que no tienen por qué hacer solos (siempre existe la posibilidad, muy recomendable, de recibir ayuda especializada o, al menos, contar con la experiencia de gente que haya pasado por la misma experiencia o similar).
El duelo es doloroso, es largo, pero también es una oportunidad para aprender a conectarnos a la vida de una manera diferente. En el caso de los padres que pierden un hijo, también es un reto enorme para la relación. Van a tener que armarse de paciencia y generosidad consigo mismos y con el otro, saber que habrá días normales, buenos, malos y horribles, pero que así debe ser y que, aunque en ciertos momentos se sientan muy desconectados entre sí, eso no tiene que significar necesariamente que su relación ha acabado. No deben ser impulsivos y deben tomarse el tiempo y la ayuda necesarios para examinar cuán afectada ha quedado su relación de pareja tras la muerte de su hijo.
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