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hepatitis© Adobe Stock

Día Mundial de la hepatitis

Conoce los diferentes tipos de hepatitis y los avances en el tratamiento y diagnóstico

Este grupo de enfermedades ocasionadas, en general, por virus pueden prevenirse si sabemos qué las producen y cómo podemos cortar la vía de transmisión


Actualizado 28 de julio de 2021 - 14:22 CEST

Todas sabemos que la hepatitis es una enfermedad del hígado que aumenta el riesgo de cáncer hepático. Lo que quizá no sepamos es que cada treinta segundos fallece en el mundo una persona por síntomas relacionados con las hepatitis víricas, según la Organización Mundial de la Salud. Estas son infecciones que inflaman el hígado y provocan diversas enfermedades graves, entre ellas el carcinoma hepatocelular. Existen diferentes tipos de hepatitis, pero las más frecuentes son aquellos producidos por virus, los llamados virus A, B y el C. Hoy se celebra el Día Mundial de la Hepatitis y por ello, explicamos cómo se transmiten y cuáles han sido los avances más significativos. Además, te hablamos de la vacunación, una herramienta fundamental que ayuda a prevenir estas enfermedades.

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Tipos de hepatitis

La hepatitis A se transmite por vía fecal-oral y, cuando produce síntomas -es frecuente pasar la infección sin dar ninguna señal provoca ictericia (coloración amarillenta de la piel), deposiciones pálidas, dolor de vientre en la zona del hígado y fiebre. Salvo algunos casos poco comunes, la enfermedad se cura completamente y no deja ninguna secuela. Es la más común especialmente, en los niños en los que tampoco da síntomas.

La hepatitis B es fundamentalmente una enfermedad de transmisión sexual y también por contacto sangre-sangre. Los síntomas que produce suelen ser menos evidentes que los de la enfermedad provocada por el virus A, pasando a veces desapercibida. Sin embargo, el virus B tiene tendencia a permanecer dentro del organismo (en el 10% de los casos), pudiendo ocasionar alteraciones del hígado persistentes (hepatitis crónica) y favoreciendo la aparición de cáncer de hígado. También se puede transmitir de madre a hijo durante el embarazo o el parto. En los niños contagiados perinatalmente, la tendencia a la infección crónica es especialmente alta.

La hepatitis C, por su parte, se transmite principalmente por contacto sangre-sangre y raramente por vía sexual o por transmisión de madre al feto. No obstante, cuando los afectados son los niños o los adolescentes en la mayor parte de los casos no se puede identificar cuál ha sido la forma de contagio. Este tipo de hepatitis vírica se suele hacer crónica (en el 50% de los casos), con brotes o reactivaciones sucesivas.

Otras menos habituales son la hepatitis D (o delta), de transmisión sanguínea y que sólo afecta a los que ya sufren una hepatitis por virus B, agravando su evolución, y la hepatitis E, que se contagia como la provocada por el virus A (vía fecal-oral) y que no suele cronificarse.

Por otro lado, están las hepatitis por un consumo excesivo de alcohol, las hepatitis tóxicas, por medicamentos, venenos u otras sustancias tóxicas, y las autoinmunes, un tipo de hepatitis crónica provocada por el ataque del sistema inmunitario al propio hígado.

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Diagnóstico y tratamiento

El desarrollo tecnológico ha logrado que, en los últimos años, haya mejorado la precisión y calidad de las técnicas de diagnóstico y seguimiento de la evolución de las enfermedades hepáticas crónicas. En concreto, la ecografía, y en menor medida la resonancia magnética por su menor accesibilidad, han conseguido un avanzado desarrollo en la calidad de las imágenes y han incorporado la elastometría, una técnica que permite cuantificar el estadio de fibrosis del hígado. Estas pruebas, junto con los nuevos índices serológicos de fibrosis hepática, que son muy fáciles de usar, accesibles y fiables, plantean numerosas ventajas para el diagnóstico de pacientes con enfermedades hepáticas.

Además, al ser técnicas menos invasivas y que pueden repetirse todas las veces que sean necesarias, “permiten que los pacientes se encuentren en continuo seguimiento del estado de su enfermedad, lo cual mejora el pronóstico de la misma en muchos casos”, ha afirmado el doctor Antonio Olveira, médico especialista de la Unidad de Hepatología del Hospital Universitario la Paz, en Madrid.

La hepatitis C o virus de la hepatitis C (VHC) es la que se ha beneficiado de importantes avances en los últimos años. La aparición e introducción de los antivirales de acción directa como Sofosbuvir, Simeprevir, Ledipasvir, Ombitasvir o Daclastavir, entre otros, cuya eficacia es superior al 90% (cercana al 100% en algunos casos) en todos los grupos de pacientes con hepatitis C, incluidos los que ya han evolucionado a cirrosis, ha cambiado la evolución de la enfermedad y, utilizados en combinación con peginterferón o en combinaciones libres de interferón, ha supuesto un cambio muy relevante respecto al tratamiento con las terapias clásicas. “Si seguimos en esta línea terapéutica y con los resultados actuales -augura el Dr. Just- podemos afirmar que la evolución del arsenal terapéutico antiviral nos hace pensar que la erradicación de la hepatitis C está más cerca y puede ser una realidad en pocos años”, según el Dr. Josep Just, del Servicio de Gastroenterología y Hepatología de Creu Blanca, grupo de centros médicos especializados en prevención, diagnóstico y tratamiento de la salud.

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Vacunación, una herramienta imprescindible de prevención

La vacunación es la herramienta más efectiva para prevenir las hepatitis A y B. Desde el Comité Asesor de Vacunas (CAV) de la AEP recuerdan que la mejor forma de prevenir la hepatitis, además del control sanitario y la higiene (especialmente el lavado de manos después de cambiar a los niños en escuelas infantiles), es la vacunación, especialmente en el caso de la Hepatitis B.

“La vacunación universal contra la hepatitis B, implantada desde hace años en España en la población infantil, ha provocado la práctica desaparición de nuevos casos en niños y jóvenes”, asegura Francisco Álvarez, coordinador del CAV. De hecho, la campaña “Las Vacunas Cumplen” de la AEP destaca el hito de la vacunación sistemática frente a la hepatitis B: la tasa de infección crónica en menores de 5 años antes de la vacuna rondaba un 5% y en 2019 se situó por debajo del 1%.

Además, existe otra medida de control, implantada también en nuestro país, que es “realizar análisis en el embarazo para detectar a las madres portadoras del virus B y reforzar el tratamiento preventivo del recién nacido, administrándole gammaglobulina específica, además de la vacuna al nacer”, añade.

Para la hepatitis A existe una vacuna eficaz comercializada en nuestro país, pero solo se indica en casos especiales, como contactos domiciliarios de enfermos, enfermos crónicos del hígado, varones homosexuales o viajeros a zonas endémicas; si bien en Cataluña, Ceuta y Melilla, como excepción, se administra de forma rutinaria en la infancia. En el caso de la hepatitis C, no existe por el momento una vacuna eficaz.

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