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Pareja

¿Crisis o ruptura de pareja? La pandemia puede ser una de las causas

El confinamiento aumentó la crispación entre muchas parejas y ha crecido el número de divorcios. Te explicamos las causas del distanciamiento en las parejas y qué hacer para superar la herida del desencuentro así como otros problemas de pareja.


Actualizado 28 de julio de 2021 - 16:06 CEST

Tradicionalmente, los divorcios y expedientes de separación se incrementan en los meses de enero y marzo, y septiembre. Es decir, a la vuelta de las vacaciones de Navidad y Año Nuevo, y después del verano, como afirman los autores David Suriol y Miguel Jener, autores del libro 'Amor en tiempo de pandemia'. Durante el curso laboral o escolar, las exigencias cotidianas arrinconan los problemas de fondo; pero cuando llega el impás del tiempo libre, los problemas no resueltos, estallan. Y si esto ocurre en verano o en vacaciones, también es lo que ha ocurrido por la pandemia. El confinamiento, al que nos empujó la COVID- 19 a comienzos de 2020, hizo que las separaciones aumentaran. Según los datos facilitados por los expertos, después de confinamiento, las demandas de divorcio se dispararon entre un 20% y un 30%. Y es que los meses que hemos permanecido confinados, la convivencia tan estrecha sin la libertad de salir, viajar o encontrarnos con los amigos, sumado a las dificultades que han podido surgir post-confinamiento nos han podido llevar a que observemos y analicemos si funciona o no nuestra relación lo que nos puede conducir a buscar el modo de reencontrarnos o, por el contrario, a decidir que lo mejor es la ruptura. Rafael San Roman, psicólogo y experto en terapia de pareja, de la plataforma de psicología online iFeel, nos ayuda a comprender cuáles son los síntomas

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¿Cómo ha afectado a las parejas la COVID-19?

Todo depende de si han convivido o se han separado, del punto evolutivo en el que estuvieran en el momento de iniciarse la emergencia y de cómo les haya ido durante la misma a nivel de salud, trabajo, otros estresores... Seguramente, historias de pareja durante la pandemia habrá muchas. Algunas habrán consolidado más su relación, otras habrán acelerado los pasos que en otras circunstancias habrían tardado más tiempo en dar, otras, simplemente, habrán conservado la relación como hayan podido y, para algunas, la pandemia habrá supuesto una aceleración de su final.

¿Cuales son los síntomas de que una pareja no 'va bien'?

Algunas señales te puede hacerlo sospechar:

  • Desconexión emocional
  • Sensación de que la otra persona me resulta alguien desagradable o, simplemente, ajeno
  • Poca complicidad
  • Se hace difícil el entendimiento y la comprensión
  • No se comparte prácticamente ninguna afición
  • Se percibe impaciencia al estar juntos
  • No hay confianza
  • No hay un impulso a compartir tiempo ni actividades
  • Aumenta una sensación de estar solo dentro de la relación, incluso en presencia del otro

Y, por supuesto, aumento de discusiones, malos entendidos, faltas de respeto, subidas de todo... son signos ante los que hay que prestar atención.

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¿Qué hace que podamos 'arruinar' nuestras relaciones?

Las relaciones de pareja pueden tener problemas por múltiples causas. Para clasificarlos, podemos fijarnos por un lado en las características particulares de cada uno de sus miembros (edad, necesidades, momento vital, estilo de apego, tipo de personalidad, etc.), lo cual influye a su vez en el tipo de relación que establecen. Por otro lado, podemos fijarnos también en las circunstancias que les toca vivir, es decir, en lo que sucede a su alrededor y que puede afectarles: la ciudad y la casa donde viven, en qué trabajan, cómo son sus respectivos entornos sociales y familiares, el momento histórico que les toca vivir, etc.

Por tanto, el equilibrio y el bienestar de una relación de pareja puede potenciarse o perjudicarse por múltiples factores, aunque hay algunos que aumentan la probabilidad de problemas: la escasez económica, la convivencia (especialmente en una casa pequeña), el nacimiento de los hijos (especialmente cuando se es primerizo), un pico de estrés laboral, quedarse en paro, problemas de salud… Luego también podemos fijarnos en hitos evolutivos, o cambios normativos que prácticamente todas las personas o parejas tienen que pasar y que suponen un desafío para su bienestar: la jubilación, el nido vacío...

Por otro lado, los reproches, las comparaciones, la competitividad entre ambos miembros, los celos, la falta de comunicación, de empatía, el individualismo, la infidelidad o, incluso, la ausencia o escasez de intimidad también son factores que pueden hacer que una pareja vaya mal.

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Parejas estables pero mal avenidas

Separarse es una decisión que normalmente no se toma a la ligera, sino que es fruto de un proceso de desencanto, desvinculación afectiva, disonancia entre los respectivos proyectos vitales o acontecimientos puntuales que desencadenan una enorme crisis que acaba en ruptura (por ejemplo, una infidelidad, problemas graves de salud o la muerte de un hijo)… Cada pareja tiene sus propios motivos para poner fin a la relación.

Es importante señalar que el hecho de que una pareja sea “estable” no implica necesariamente que esté bien avenida. Muchas parejas se mantienen “estables dentro de la gravedad”, es decir, tienen una relación mala, o que directamente ya se ha roto y se limita simplemente a la convivencia, pero no hay altibajos, ni grandes dramas, sino estabilidad.

Por otro lado, una pareja puede estar bien avenida pero desde la simple complacencia, no tanto desde un vínculo afectivo intenso que se traduzca en un compromiso sólido. A veces llegan a la conclusión de que no merece la pena seguir así, o algún detonante les pone en ese escenario y, simplemente, rompen la relación. Si de verdad están bien avenidas no tiene por qué ser una ruptura traumática o conflictiva, sino más bien amistosa. Aunque les dé pena, en el fondo les satisface sentir que están haciendo lo correcto, lo coherente, al romper.

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¿Qué podemos hacer para superar los problemas de pareja?

La mayoría de los problemas que surgen, aunque sean fruto de la evolución natural de una relación de cierta duración, suelen tener detrás dificultades en la comunicación, falta de atención del uno por el otro, que llevan a no darse cuenta de qué le pasa a la pareja, cómo ha cambiado a lo largo del tiempo, qué me está demandando. Los conflictos son difíciles de gestionar, sobre todo si no hay una voluntad madura de ponerles una solución, pero lo importante es tirar de honestidad, un esfuerzo por expresar las propias emociones y pensamientos, escuchar y comprender los del otro sin estar a la que salta.... y eso toma un tiempo, no se logra de un día para otro -especialmente, si no se tiene costumbre de buena comunicación- y tampoco en una única conversación.

Una terapia de pareja nos puede ayudar a poner en palabras aquello que no acabamos de tener claro, verbalizarlo delante del otro de una manera ordenada, contar con un observador externo y neutral de nuestra relación, alguien que puede orientarnos en la toma de decisiones, la toma de conciencia de cómo hemos ido llegando hasta el punto actual, el aprendizaje de maneras más constructivas de comunicarnos y reencontrarnos. Eso puede tener como resultado la certeza de que la relación ha llegado a su final: no se desea prolongarla, no hay un deseo de compromiso, es decir, de seguir compartiendo la vida con esa persona. Y no pasa nada, es duro, es triste, puede generar problemas de diferente tipo que habrá que ir ajustando, pero no es el fin del mundo, es mejor admitirlo y despedirse bien, a conciencia, con seguridad, que permanecer juntos dando tumbos, discutiendo, en la incomprensión.

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