Este año, más que nunca, hemos hablado de nuestro sistema inmunológico y de su implicación enfermedades como la COVID-19, de cómo fortalecerlo o por qué se debilita. Nuestras defensas, como llamamos coloquialmente a esta red de diferentes tipos de células que luchan para mantenernos sanos y combaten infecciones, se ven afectadas por casas internas y externas. Entre estas últimas, el tiempo influye. Por ejemplo, todos sabemos que cuando llega el frío nuestro sistema inmunológico se resiente y debemos buscar cómo fortalecerlo. Pero las altas temperaturas también interfieren en el buen funcionamiento de este batallón defensivo. Así nos lo cuenta Iñigo Uriarte Ruiz, farmacéutico y biotecnólogo de Melio.
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¿Cómo afecta el aire acondicionado?
Sabemos que algunos virus respiratorios como el de la gripe o los del resfriado prefieren los ambientes fríos y húmedos. En cambio, el calor y la sequedad ambiental altera su estructura y les dificulta su supervivencia. Por otro lado, las bajas temperaturas impactan en nuestro sistema inmunológico.
Como nos explican desde Melio, "Tras varios días de exposición al frío, se observa una mayor producción de citoquinas proinflamatorias, pequeñas proteínas que facilitan la comunicación intercelular y activan la respuesta inflamatoria. Además, el aire frío disminuye la movilidad de los cilios respiratorios, que son estructuras en forma de pequeños pelos presentes en gran parte de nuestro tracto respiratorio y que se encargan de arrastrar continuamente la mucosidad junto con el polvo y los patógenos hacia la nariz, expulsándolos fuera del cuerpo o hacia nuestro tracto digestivo". Ello puede hacer que nos volvamos más susceptibles de contraer una infección.
El aire acondicionado actuaría de un modo parecido.Quizá peor, por los cambios bruscos de temperatura que se generan. Por ello, el equipo de científicos nos aconseja evitar poner el aire a máxima potencia para que la diferencia entre el interior y el exterior no sea muy grande.
La falta de sueño nos hace más vulnerables a los virus
Si las noches de verano son muy calurosas pueden dificultar la calidad del sueño. Una función inmunitaria óptima requiere un sueño adecuado, ya que las personas que no tienen un sueño de calidad o que no duermen lo suficiente son más propensas a enfermar tras exponerse a un virus, como el del resfriado común.
No se sabe exactamente por qué la privación del sueño afecta a la función inmunitaria. Se piensa que algunos mecanismos fisiológicos y bioquímicos provocan cambios en la producción de citoquinas (moléculas de señalización inmunitaria) así como en las hormonas del ritmo circadiano (cambios físicos, mentales y de comportamiento que experimenta un cuerpo en 24 horas).
"Tanto las citoquinas como las hormonas (cortisol, hormona del crecimiento etc.) afectan a la interacción entre las células presentadoras de antígenos y las células T helper, un proceso necesario para la formación de la memoria inmunológica. Además, la privación del sueño puede afectar a la adhesión de las células T a las células infectadas por virus o a las células cancerosas, debido a un aumento de la adrenalina y la noradrenalina", explican.
El estrés térmico por calor debilita el sistema inmune
"Se ha visto mediante estudios científicos realizados en modelos animales que el estrés térmico por calor puede repercutir en la capacidad del sistema inmunitario para combatir las infecciones y generar una respuesta eficaz a la vacunación". El estrés térmico por calor aparece cuando el cuerpo no es capaz de deshacerse del exceso de calor, aumentando la temperatura corporal y la frecuencia cardíaca, y que puede ocurrir después de una exposición prolongada a un calor intenso, como durante una ola de calor.
Pese a que por el momento se disponen de datos en animales, en el caso de que nuestro sistema inmunológico reaccionara igual, se debería evitar la exposición a altas temperaturas durante largos periodos de tiempo, en especial, después de la vacunación.
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La vitamina D influye en la función inmunitaria
A pesar de que la función principal de la vitamina D es regular la cantidad de calcio y fósforo, también es importante para la función inmunitaria. Unos niveles bajos de vitamina D pueden aumentar el riesgo de infección de enfermedades respiratorias (incluida la COVID-19) y autoinmunes.
Nuestro cuerpo produce vitamina D cuando nuestra piel se expone a la luz solar, pero debido al estilo de vida moderno (pasar demasiado tiempo en interiores y cubrir nuestra piel), la deficiencia de vitamina D es muy común incluso en países soleados como España.
El calor y la constante exposición al sol para soportar las altas temperaturas, obliga a que usemos protectores solares, esenciales para prevenir problemas cutáneos. Sin embargo, factores de protección muy altos pueden interferir en la síntesis de vitamina D. A pesar de todo, no se recomienda poner en peligro la piel para obtener la dosis óptima de vitamina D.
Se desconoce el tiempo exacto de exposición al sol necesario para satisfacer las necesidades diarias, ya que depende de muchos factores, como el tipo de piel, la hora del día, la estación del año y la latitud en la que se encuentre. En general, se considera suficiente exponer nuestras manos, antebrazos y piernas sin protección durante 5-10 minutos al mediodía o 30 minutos por la mañana o por la noche.
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