No es fácil para la mayoría de las personas comprender los actos violentos. Cuesta entender por qué una persona hace daño a otra de forma premeditada. Y cuando hablamos de violencia hacia la infancia, es más, hacia los propios hijos, el panorama adquiere un cariz aún más turbio, más desolador. Lo hemos vivido recientemente, hace apenas unas semanas, con la desaparición de Anna y Olivia, las hermanas de Tenerife, presuntamente a manos de su padre, Tomás Gimeno, quien al llevarse a las pequeñas aseguró a su expareja y madre de las niñas que no volvería a verlas nunca. Finalmente, Olivia apareció muerta en el Océano y nada se sabe aún del padre y la menor de las hermanas. Fue entonces cuando empezó a sonar de nuevo el concepto violencia vicaria.
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“La llamada violencia vicaria es aquella en la que el agresor ejerce sobre los hijos o hijas para hacer sufrir a la mujer. De manera que los menores se convierten en una herramienta para controlar, dañar, manipular a la mujer”, nos cuenta la psicóloga Pilar Conde. Es algo difícil de entender, de asimilar, el hecho de que un padre puede llegar a querer causar un daño a su expareja que llega a afectar a sus propios hijos, hasta el punto de causarles un daño irreparable en ocasiones, como hemos visto recientemente.
“Cuando se utiliza a los menores como instrumento, se suele dar la circunstancia que la mujer ha ido desvinculándose de la pareja, lo que deriva a que el agresor perciba menor control sobre la mujer, y empiece a utilizar otro tipo de recursos, como son los que comentamos”, comenta la psicóloga, que añade que dicha violencia puede expresarse de diferentes maneras, desde amenazas, vejaciones, agresiones, o, en casos extremos, el asesinato. “En todos estos casos, la base es la violencia machista, el hombre agresor considera que tiene derechos sobre la mujer, y tiene el derecho de controlarla, manipularla. Se combinan otros factores como los rasgos de personalidad o los valores personales. En los casos extremos se puede inferir que existe una alta frialdad afectiva, así como falta de empatía, primando sus derechos y necesidades por encima del respeto del derecho más fundamental de cualquier persona, como es el derecho a vivir”, nos explica.
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¿Acto de una persona enferma?
Nos planteamos si son casos en los que podríamos calificar al padre de enfermo. Pilar Conde no lo considera así: “No, no hay que confundir trastorno mental con violencia de género, o rasgos psicopáticos. Es importante, dado que se tiende a estigmatizar a las personas que presentan trastornos mentales graves, como esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo, siendo personas con síntomas clínicos, pero no con frialdad afectiva y falta de empatía”.
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¿Por qué lo hacen?
Causar dolor de por vida a nuestra expareja: ¿es, tal vez, esa la motivación que lleva a actuar así a estas personas? “La motivación es seguir controlando el bienestar-malestar de la persona, causar dolor y seguir siendo víctima del verdugo. Seguir controlando, y seguir demostrando el poder que tiene sobre la víctima. Volvemos a ratificar la necesidad de sentirse por encima de la mujer, la violencia machista”, nos cuenta Pilar Conde.
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La cruel manipulación de los hijos
Todos conocemos casos en los que los hijos son, en muchas ocasiones, sin llegar a este extremo, utilizados y manipulados en los casos en los que un a pareja se rompe. “Cuando la pareja consigue desvincularse del maltratador, éste deja de tener control en el día a día, ya que ésta ha puesto distancia de por medio. En esa situación, el maltratador tiene que buscar nuevas herramientas de manipulación, para seguir impactando en el bienestar de la persona, seguir teniendo influencia. De ahí, que nos refiramos a que se instrumentalizan a los hijos. No puedo hacerte daño ni influir en ti directamente, pero puedo utilizar aquello que sé que te puede hacer sufrir”, considera la psicóloga.
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¿Un maltratador puede ser un buen padre?
Mucho se ha hablado estos días de que un maltratador nunca podrá ser un buen padre. Le planteamos esta cuestión a la psicóloga Pilar Conde. “Mi opinión es que para que una persona agresora realice un cambio de verdad, requiere de la toma de conciencia de que efectivamente ha realizado maltrato. Si hay toma de conciencia, arrepentimiento, y trabajo terapéutico para cambiar los patrones, podría llegar a haber un cambio. Realizar terapia de manera forzada no es seguro para que se produzca este cambio. Ya que como comento tiene que haber una toma de conciencia y una actitud real de cambio”, apunta.
Las mil caras de la violencia
Violencia de género, violencia intrafamiliar, violencia racista, violencia vicaria... ¿tiene la violencia muchos rostros o al final hablamos de lo mismo, de un comportamiento violento que se manifiesta en distintas situaciones de nuestra vida? “Es importante identificar los tipos de violencia, dado que permite identificar actos violentos, que no sean solo agresiones directas y poder identificarse como víctima y poner freno a la situación. En todas ellas sí que podemos decir que la violencia de género o machista está en la base”, nos cuenta la psicóloga.
Superar un drama así
Lo que está claro es que la vida de una madre (o un padre en el caso de que la situación se dé a la inversa) se viene abajo cuando se enfrenta a una situación tan límite, tan dramática. ¿Puede llegar a recuperarse de un golpe tan duro como el que hemos vivido recientemente en Tenerife? “Los duelos de pérdida de un hijo, se caracterizan por no ser normativos, y ya tienen un carácter especial de afrontamiento. Si además se añade, lo trágico de la circunstancia, la persona que sufre la pérdida va a tener que recibir un elevado apoyo para afrontarlo, tanto por parte familiar, social y terapéutico”, concluye la psicóloga.
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