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¿Qué efectos psicológicos tiene el verano en nosotros?

Acabamos de estrenar la estación más esperada del año


22 de junio de 2021 - 12:24 CEST
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Acabamos de dar la bienvenida a la estación más esperada, para muchos, del año. El verano, en general, es sinónimo de más horas de luz, de una energía positiva que se contagia, de tiempo de relax, de romper con la rutina. Aunque cada persona es un mundo, lo cierto es que solemos relacionar el verano -hablando del Hemisferio Norte, donde suben las temperaturas y los días se alargan-, con una época placentera, de eso no cabe la menor duda. Por eso, hemos querido recopilar algunos de los beneficios psicológicos que puede traernos el estío que no son pocos, con la ayuda de Aída Rubio, directora del Servicio de Psicología y Psicóloga Sanitaria en TherapyChat.

 

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¿Qué beneficios psicológicos nos aporta el verano?

La especialista nos resume los que son, en su opinión, los beneficios del verano a nivel psicológico.

  1. Mayor estabilidad y bienestar emocional: durante las horas de luz nuestro organismo produce mayores cantidades de serotonina, la popularmente conocida como hormona de la felicidad. Teniendo en cuenta que en verano gozamos de mayor número de horas de sol, nos encontraremos más vitales y activos.
  2. Mejora de nuestro sistema inmune y salud mental: el verano nos invita a pasar más tiempo en la calle y hacer actividades de exterior (las tapitas, la piscina, la playa, el autocine, etc), lo cual no solo nos da un refuerzo positivo (nos da alegría, contacto social, etc.) sino que además nos ayuda a aprovechar mejor la vitamina D que el sol nos aporta, y esta vitamina refuerza nuestro sistema inmune y nuestra salud mental.
  3. Aumento de la vida social y reducción del impacto del estrés: las temperaturas de las que gozamos en España, sumadas a la cantidad de oferta de ocio y la vida tan de calle a la que culturalmente estamos acostumbrados, nos invitan a pasar mucho tiempo relacionándonos, más en verano, por supuesto. Y es bien conocido que nuestra vida social es un factor protector ante los eventos estresantes de la vida. Poder compartir momentos de estrés y tener la oportunidad de vivir momentos de esparcimiento y descanso mental, nos ayuda a afrontar los peores momentos con mejor cara.
  4. Más actividad y vitalidad: en verano se favorece un círculo muy beneficioso que se retroalimenta. El mejor tiempo nos invita a estar más en la calle y a hacer más actividades. A su vez, hacer más actividades nos aporta mayor vitalidad; lo que, de nuevo, nos lleva a pasar más tiempo en la calle, relacionarnos más y hacer mayor número de actividades reforzantes.
  5. Aumenta la relajación, la conexión con uno mismo, con los demás y con la naturaleza: al producirse una ruptura con la rutina de trabajo habitual, y al estar en mayor contacto con los demás, nos sentimos más relajados. Pero además, seguramente pasamos más tiempo en ambientes naturales (el campo, el mar…), lo que nos induce a una especie de estado meditativo leve en el que somos más capaces de vivir en el presente sin juzgarlo, y nos conecta más con nosotros y con lo que nos rodea.
  6. Mejora de la cognición y de la toma de decisiones: cuando nos sentimos más relajados, nuestro cerebro funciona mejor, frena las rumiaciones, aumenta nuestra concentración, la toma de decisiones es más eficiente y podemos ser más creativos.
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Beneficios del verano y de las vacaciones

Le planteamos a la experta si piensa que estos beneficios nos los aporta el verano en sí o el hecho de pensar en vacaciones, en un tiempo de descanso de la rutina. “Diría que ambos. El verano en sí tiene sus propios alicientes, como el poder disfrutar de mayor número de horas de luz y unas temperaturas más benignas, cuyos efectos positivos ya hemos visto. Pero además de esto, nuestro cerebro funciona creando fuertes asociaciones entre aquellos eventos que tienden a darse juntos. Por eso, para nosotros el verano es sinónimo de vacaciones, mientras que en el hemisferio sur será sinónimo de Navidad, y esto implica unos matices diferentes”, nos cuenta. Y añade que no solo el cambio en la rutina nos puede aportar un beneficio a nivel emocional. “No exclusivamente. Hay personas que por su tipo de trabajo no pueden tomar vacaciones en verano y, sin embargo, pueden seguir sintiendo los beneficios de tener días más largos, con más sol y mayor oferta de ocio en la calle”, añade.

 

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El calor como condicionante negativo

Hay personas que, sin embargo, no llevan bien estos meses de calor. “Por supuesto hasta ahora hemos hablado de la generalidad, pero esto no quiere decir que estemos todos cortados por el mismo patrón. Igualmente puede haber personas que no pudiendo irse de vacaciones, asimilen muy mal que el otro sí y el sentimiento de envidia sea tan potente que acaben por odiar el período de verano”, nos cuenta la experta de TherapyChat, que comenta que también hay personas que viven en zonas geográficas donde las temperaturas son extremadamente altas y, quizás, no están adaptados a ellas, porque para gustos, los colores. “La temperatura, como todas las sensaciones, se vive de forma muy subjetiva, es decir, dependiendo de nuestros gustos, de nuestro termómetro interno, de nuestro peso corporal, de nuestro nivel de tensión arterial, de si disponemos de medios para mitigar las altas temperaturas, etc. Es cierto que no es oro todo lo que reluce, aunque por lo general nos encontramos mejor con unas temperaturas más elevadas, hay cierto punto que si se sobrepasa puede generar mayor irritabilidad e impulsividad. De hecho, se asocian las altas temperaturas a una mayor muestra de agresividad”, nos explica la experta.

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¿Tiene connotaciones negativas del verano?

¿Puede tener, por lo tanto, por el contrario, el verano también alguna connotación negativa a nivel psicológico? Así es, en opinión de la psicóloga. “En definitiva, tenemos unos factores que objetivamente resultan positivos: el mayor número de horas de luz, el mayor contacto con la naturaleza si la hay, y el mayor nivel de actividad y contacto social siempre y cuando los aprovechemos. Pero también una temperatura excesivamente alta nos impide disfrutar en la misma medida de todo esto. Y por otro lado, más allá de lo objetivo, en nuestras mentes siempre tiene un peso enorme lo subjetivo (cómo interpreto la realidad), y eso es muy personal de cada uno, de modo que incluso algo que a priori puede ser muy positivo, hay quien lo puede transformar en algo insoportable”, apunta.

 

Y concluye poniendo un ejemplo más entendible. “La Navidad, cuando somos niños, es una época maravillosa y mágica, y cuando crecemos vemos que hay quienes la siguen disfrutando igual, y quien en cambio pasa a odiarla porque, por ejemplo, le recuerda la ausencia de quienes ya no están. Algo que a priori podría ser una época bella que proporciona mayores oportunidades de contacto social y el acceso a buenos reforzadores (los regalos, las comidas copiosas, etc.), en algunos puede vivirse como una tortura”, concluye.

 

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