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Aparato digestivo

Enfermedad Inflamatoria Intestinal: qué es, los síntomas, el diagnóstico y su tratamiento

Bajo este nombre se incluyen un grupo de enfermedades intestinales en las que existe una respuesta inflamatoria exagerada y crónica en el intestino dirigida contra la microbiota intestinal. Varios expertos nos explican cuáles son los factores de riesgo, las señales más comunes y qué tratamientos existen.


Actualizado 19 de mayo de 2021 - 15:59 CEST

Hoy celebramos el Día Mundial de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII), un grupo de enfermedades del aparato digestivo cuyos síntomas pueden ser leves o severos. Para hablarnos de los factores de riesgo, diagnóstico y tratamiento, hablamos con el Dr. Eugeni Domènech, jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Univeristari Germans Trias i Pujol, Badalona y expresidente del Grupo Español de Trabajo en Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa (GETECCU). Además, el Dr. Javier Martín de Carpi, jefe del Servicio de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica del Hospital Sant Joan de Déu, Barcelona, nos hablará de las pecularidades de esta enfermedad en niños y adolescentes.

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¿Qué es la Enfermedad Inflamatoria Intestinal?

Bajo el concepto de Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) se incluyen un grupo de enfermedades crónicas del intestino que son la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa y la EII inclasificable. Se trata de enfermedades mediadas por la inmunidad (como la artritis reumatoidea, la psoriasis o el lupus), en las que nuestro organismo presenta una respuesta inflamatoria exagerada y autoperpetuada a nivel del intestino dirigida contra la microbiota intestinal. Se trata, pues, de enfermedades crónicas, que se desarrollan fundamentalmente en la adolescencia o primera edad adulta (si bien pueden aparecer en edad infantil o incluso en la vejez) y que a día de hoy todavía no tienen curación.

Factores de riesgo

  • Genética. El principal factor de riesgo es el tener un familiar afecto. Sin ser una enfermedad hereditaria, alrededor del 15% de los pacientes tienen antecedentes familiares de la enfermedad. Esto se explica por el hecho de que ya se han descrito más de 200 alteraciones genéticas que, sin que sean necesarias ni suficientes para presentar la enfermedad, implican un incremento en la susceptibilidad para desarrollarla. En otras palabras, la genética importa pero no lo es todo.
  • Factores ambientales. Son los que realmente precipitan el desarrollo de la EII. Lamentablemente, únicamente existe un factor ambiental bien establecido: el tabaco. El tabaquismo no solo incrementa el riesgo de desarrollar una enfermedad de Crohn sino que, en estos pacientes, el seguir fumando implica una peor evolución.
  • Otros factores como las infecciones gastrointestinales o el uso de antibióticos en la primera infancia parecen también estar implicados.
  • Cambios en los hábitos. También sabemos que estas enfermedades son casi inexistentes en países subdesarrollados y que su prevalencia se incrementa con el desarrollo y la “occidentalización” del estilo de vida; en países emergentes como China, Brasil, Argentina o los países de Europa del este están asistiendo a un incremento en el número de casos. Esto podría implicar otros factores como los cambios en la dieta (con incremento de alimentos procesados), la contaminación o la propia higiene.

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¿Cómo ha impactado la COVID?

La pandemia ha comportado cambios en muchos aspectos de nuestras vidas. En el ámbito sanitario, el miedo a consultar a centros sanitarios ha comportado que muchas enfermedades (no solo la EII) se diagnostiquen con mayor demora o que los pacientes consulten más tarde de lo que lo hubiesen hecho normalmente por empeoramiento de la enfermedad ya diagnosticada. En este sentido cabe destacar que España dispone de un elevado número de hospitales con unidades multidisciplinares dedicadas a la atención de la EII, lo cual garantiza una calidad asistencial puntera a nivel mundial. Por otra parte, la EII per se no implica un mayor riesgo ni un peor pronóstico para desarrollar la COVID, siempre que la enfermedad esté inactiva.

¿Cuáles son los síntomas?

Los síntomas de esta enfermedad pueden variar, según donde se desarrolle la inflamación y su intensidad. Además, pueden ser leves o severos.

  • En el caso de la enfermedad de Crohn, el dolor abdominal y la diarrea son los síntomas más habituales, siendo también frecuente la pérdida de peso.
  • En la colitis ulcerosa los síntomas más frecuentes son la diarrea con sangre y la urgencia defecacional. En ambas enfermedades pueden, además, existir síntomas generales como cansancio, anemia o manifestaciones a nivel de articulaciones o la piel.

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Diagnóstico

Para su diagnóstico, la colonoscopia es la prueba más decisiva, si bien en el caso de la enfermedad de Crohn suelen ser necesarias otras exploraciones como el TAC o la resonancia magnética intestinales, entre otras. Esto es debido a que la colitis ulcerosa solo afecta el colon (intestino grueso) mientras la enfermedad de Crohn puede afectar cualquier segmento del intestino, siendo lo más habitual el tramo final del intestino delgado.

¿Qué consecuencias tiene?

Teniendo en cuentas los síntomas y la edad de aparición, es fácil deducir que estas enfermedades interfieren en la vida social, laboral y académica de muchas personas. Mientras la enfermedad está activa, la calidad de vida se ve notablemente deteriorada. Sin embargo, la apariencia de estas personas puede ser absolutamente normal; por este motivo hablamos a menudo de “enfermedades invisibles”. A pesar de los avances que se han producido en los tratamientos en las dos últimas décadas, todavía la mitad de pacientes con enfermedad de Crohn requieren intervenciones quirúrgicas a lo largo del curso de la enfermedad y el 5-10% de los pacientes con colitis ulcerosa se verán abocados a la cirugía, con lo que sus consecuencias puede conllevar.

Tratamiento de la enfermedad inflamatoria intestinal

Dada la naturaleza inmunológica de la EII, en la mayoría de casos de enfermedad de Crohn y alrededor del 50% de los pacientes con colitis ulcerosa es necesario utilizar tratamientos que de alguna forma actúan sobre nuestra propia respuesta inflamatoria o inmunológica. Hasta hace 20 años solo disponíamos de corticoides e inmunosupresores convencionales como la azatioprina o el metotrexato. En las dos últimas décadas se han desarrollado terapias más dirigidas a bloquear factores o actores concretos de la respuesta inmunológica como el TNF, algunas interleuquinas (factores proinflamatorios) o tratamientos que evitan la migración de células inflamatorias desde el torrente circulatorio hacia el tacto intestinal como linfocitos, o como en el caso de la granulocitoaféresis, los neutrófilos.

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¿Cuáles son las peculiaridades de esta enfermedad en pacientes niños y adolescentes?

Hay peculiaridades importantes en la EII pediátrica en muchos aspectos. En cuanto al diagnóstico, hay que señalar que en el niño y el adolescente la EII es menos frecuente que en el adulto, y muchas veces se puede confundir con otras enfermedades más habituales a estas edades, como son las gastroenteritis infecciosas o las alergias o intolerancias alimentarias, lo que hace que en muchos casos el diagnóstico se demore en el tiempo. También eso hace que desde la asistencia pediátrica durante mucho tiempo quizás no hayamos sabido abordar estas enfermedades como realmente requieren, o no hayamos estado preparados.

Al escaso número de pacientes que hasta hace pocas décadas veíamos los pediatras, se unía el hecho de que no tuviéramos unidades especializadas que pudieran dar una respuesta global a todas las necesidades del paciente. Ambos factores (demora diagnóstica y falta de un adecuado abordaje asistencial global), hacía que muchas veces el paciente sufriera un deterioro importante previo al diagnóstico, lo que podía afectar su estado nutricional y su crecimiento.

Este hecho, la repercusión importante y a veces definitiva en un proceso tan importante a estas edades como es el crecimiento es otro de los hechos diferenciales del niño y adolescente, y que condiciona siempre la necesidad de un control lo más completo posible de la inflamación, de cara a minimizar dichas consecuencias. En las últimas décadas estamos experimentando un aumento importante en la incidencia de estas enfermedades en pediatría, por lo que el conocimiento de las mismas entre los pediatras es mayor, y esto debería repercutir en que dicha demora y sus consecuencias fueran menores.

Respecto a la extensión y gravedad de la enfermedad, también hay que señalar que la enfermedad pediátrica se manifiesta muchas veces de manera más extensa, más grave y con peor respuesta a los tratamientos habituales. Por todo lo anterior, consideramos que la atención precoz y global al paciente, desde una esfera multidisciplinar en Unidades especializadas en el diagnóstico y tratamiento de estos pacientes es fundamental para el correcto control de estas enfermedades.