Tenemos muy claro que tenemos que poner nuestro cuerpo a punto, haciendo ejercicio físico. Pero tal vez no le prestamos la atención que se merece a nuestro cerebro. Y teniendo en cuenta el aumento de la esperanza de vida, es un aspecto que no debemos descuidar Recientemente la revista médica The Lancet ha publicado un estudio donde llega a la conclusión de que en pocos años nuestro país pasara a ser, del cuarto puesto actual, al primero del mundo en esperanza de vida, llegando a superar los 85 años de media (hombre y mujeres) por delante de Japón y de Suiza. Esta trascendente noticia, que nos da pie a valorar positivamente nuestra genética, nuestros hábitos de vida, nuestra sanidad y nuestras instituciones, es también un aviso para nuestra sociedad, pues esta circunstancia provocara el progresivo envejecimiento de la población y con ello, el aumento en los problemas neurológicos, que esta situación puede proporcionarnos en un cercano futuro.
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Como envejece nuestro cerebro
A medida que cumplimos años todo nuestro organismo envejece. La piel, los órganos de los sentidos, los músculos, las articulaciones, nuestro corazón y, también, nuestro cerebro. Sin embargo, tenemos que decir que el cerebro, afortunadamente, es el órgano que pierde menos capacidad funcional a lo largo de la vida y que tarda más en hacerlo, aunque cuando esto sucede, es de los que más se nota.
Se calcula que, en ausencia de enfermedad o de involución, su función a los 60 años se mantiene en un 94% y que a los 90 años puede llegar en algunos casos al 85% de la que fue su máxima capacidad. Los signos iniciales del deterioro cognitivo suelen afectar al fallo en la memoria para los hechos recientes, a la disminución de la agudeza de las percepciones sensoriales y a la capacidad de abstracción y debemos recordar que su nivel de deterioro y su rendimiento están íntimamente ligados a la circulación de la sangre, tanto a la presión arterial como a la oxigenación.
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Patologías neurológicas asociadas a la edad
La edad avanzada no es una enfermedad, pero la edad es un factor que gran trascendencia en el origen de muchas enfermedades. Pues bien, las enfermedades neurológicas involutivas de las personas mayores son unas de las más frecuentemente asociadas al envejecimiento. En algunos casos su origen es claro y evidente, pero en otros se desconoce su etiología.
1. Enfermedad de Alzheimer.Es la causa más frecuente de demencia asociada a la edad. Presenta un deterioro cognitivo progresivo y alteraciones del comportamiento, que al comienzo y en muchas ocasiones, se atribuye a “cosas de la edad”. La pérdida de la memoria, sobre todo para hechos recientes, suele presentarse también al comienzo. Se desconoce cuál es su origen y no existe actualmente tratamiento curativo ni preventivo eficaz. Es una enfermedad progresiva e invalidante, donde la dependencia se hace máxima y donde el entorno familiar estable es de vital importancia para su manejo.
2. Enfermedad Cerebrovascular. El origen de esta demencia se encuentra en el deterioro y el envejecimiento de las arterias cerebrales. La arterioesclerosis con formación de ateromas en los vasos cerebrales dificulta y disminuye el riego cerebral. También presentan pérdida progresiva de la memoria y se acompaña de alteraciones del lenguaje, alteraciones de la coordinación senso-motriz, dificultad para el reconocimiento de personas y objetos y dificultad en la capacidad de planificación y de abstracción.
3. Demencia Senil. Este término médico, ya en desuso, define a un grupo de pacientes en los cuales el deterioro neurológico proviene de la sumación de diversos factores, metabólicos, circulatorios, degenerativos y ambientales, pero en los que la edad avanzada es la condición presente en todos ellos. Se caracteriza por la desorientación temporo espacial, deterioro del lenguaje, cambios del humor y de la personalidad, pérdida de la memoria, pérdida de interés por el entorno, apatía y tendencia a la depresión.
4. Enfermedad de Parkinson. Esta enfermedad, que también está producida por la degeneración de determinadas células cerebrales (neuronas de la substancia negra) afecta con más intensidad a las capacidades físicas de los pacientes que la padecen, produciendo rigidez, temblor y bradicinesia. El Parkinson no se acompaña de demencia, aunque con el tiempo y los tratamientos médicos prolongados pueden aparecer diversos déficits neuropsicológicos.
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Cómo ejercitar nuestro cerebro
Es casi seguro que la actividad física y mental, mantenida por largo tiempo tras la jubilación, ralentiza el envejecimiento y retrasa y mejora la vejez, pues está demostrado que los estímulos que ejercen sobre el cerebro determinadas actividades intelectuales aumentan la producción de conexiones neuronales, estimulan las ya existentes y retrasan la perdida de las neuronas funcionalmente activas.
Por ello es tan importante que nos mantengamos mentalmente activos a lo largo de la vida y que prolonguemos cuanto podamos los estímulos psico afectivos y la actividad intelectual.
- Practicar la memoria, con juegos, recuerdos familiares, recordar fechas, rememorar eventos, memorizar poesías.
- Estudiar, aprender nuevos conocimientos, revisar el idioma o aprender nuevos idiomas.
- No abuses de la tecnología. Mejora tu capacidad ambidiestra.
- Realizar mentalmente actividades de cálculo.
- Prolongar la actividad intelectual-laboral todo el tiempo que sea posible.
- Leer cuanto se pueda. Escribir manualmente sobre papel. Resolver crucigramas, sudokus, juegos de mesa, otros juegos. Jugar al ajedrez.
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Cómo conseguir un cerebro sano y duradero
Puesto que la genética no la podemos modificar, si podremos actuar sobre nuestro organismo, el entorno y el ambiente y por tanto, estos consejos pueden ser muy útiles para conseguir un cerebro sano y activo por largo tiempo.
- Mantenerse activo intelectualmente.
- Actividad física moderada adaptada a edad y condición.
- Evitar la obesidad y el sobrepeso.
- Dormir ocho horas al día. Tratar la apnea del sueño.
- Tener bajo control tu tensión arterial.
- Mantenerte socialmente activo. Colabora y participa en actividades familiares y de grupo.
- Llevar una dieta sana, pobre en grasas y azucares refinados y rica en frutas y verduras.
- Evitar substancias nocivas, la medicación para dormir, el tabaco y el alcohol.
- Tener una vida afectiva y emocional, rica y gratificante y tener una actitud positiva ante la vida.