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¿Cómo afectan las alergias de primavera a tu piel?

Los cutis sensibles sufren más en esta época


21 de abril de 2021 - 12:20 CEST
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Cuando llega la primavera, la piel también lo nota, y afronta una época en la que se debe cuidar y preparar especialmente para la posterior entrada del verano, en que es más castigada por la sobreexposición al sol y calor excesivo. Además, las alergias estacionales también pueden hacer mella en tu piel. Y es que si tienes el cutis sensible, tal vez notas cómo en primavera tienes que prestarle más atención. Y es que partimos de la base de que las pieles sensibles son siempre las más afectadas con los cambios de estación.

 

“En primavera, por ejemplo, se produce un aumento de las temperaturas, un descenso de la humedad, se pasan más horas al aire libre o por una mayor contaminación atmosférica”, nos cuenta la doctora Mildred Sánchez, dermatóloga del Instituto de Dermatología Integral, que nos detalla que la suma de estas situaciones y factores externos se puede traducir en numerosos problemas.

 

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Señales de alerta

Por eso, hay que vigilar la aparición de algunos síntomas, entre los que la especialista destaca los siguientes:

-La piel sensible está más seca y/o descamada.

-Desarrolla prurito (picor e irritación que hace que sea necesario rascarnos más).

- Puede aparecer también eritema (enrojecimiento e inflamación de la piel por un aumento de la vasodilatación), así como dermatitis de contacto, etc.

 

“Especialmente se da en las zonas expuestas (cara, cuello, escote, manos, brazos, piernas). En los últimos años, debido a los bruscos cambios de temperatura provocados por el cambio climático, han aumentado las personas que desarrollan estos problemas con la llegada de la primavera”, constata la doctora en función de su propia experiencia.

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Aumento de los síntomas

En esta época, por lo tanto, los síntomas se incrementan de forma considerable. “Los síntomas, descritos anteriormente, se producen especialmente en esta época del año y en las zonas expuestas. De esta forma, los síntomas pueden aparecer cuando el polen (dermatitis de contacto) se posa en la piel, cuando nos sentamos en la hierba o cuando nos exponemos al sol sin fotoprotector. Además, se pueden producir quemaduras solares porque se piensa que el sol todavía no es lo suficientemente fuerte para provocarlas, con el incremento de las posibilidades de sufrir un cáncer de piel posteriormente”, añade el doctor.

 

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Un aumento de la reactividad

¿Pueden notar, además, un incremento de la reactividad de su piel en esta época del año? “La respuesta es sí. La sequedad, descamación, irritación, picor, inflamación, etc. hacen más débil la barrera hidrolipídica de la piel (que nos protege de las agresiones externas) por lo que la piel se vuelve más sensible y reactiva a cualquier agente externo, ya sea las partículas que se quedan suspendidas en el ambiente, los rayos ultravioletas o, incluso, los cosméticos que hemos estado usando durante el resto del año”, nos cuenta la especialista en cuidado de la piel.

 

“Si, cuando tienes la piel sensible, la pones en contacto con algún ingrediente y reacciona mal, podrás crear reacciones cruzadas, pudiendo desencadenar incluso una mastocitosis. Los mastocitos son componentes de nuestro sistema inmunitario que se liberan cuando tenemos un brote de alergia. Por ejemplo, si te pica y te rascas, pica más. Esto ocurre por esos bichitos, por llamarles amistosamente”, explica la doctora  la doctora María José Burgués, del centro Médico Estético MESBUR, en Huesca. Por eso, la clave será analizar si la piel ha sufrido un proceso de sensibilización y si requiere un cambio de prescripción hacia fórmulas más pensadas en aplacar esos síntomas en este momento, y no tan enfocadas a las preocupaciones que se estuvieran tratando previamente (arrugas, finas líneas, manchas, etc.).

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¿Cómo debemos actuar?

La clave está en saber qué podemos hacer para reducir esa reactividad y tratar las pieles delicadas en esta estación. Y la dermatóloga nos da algunos consejos útiles:

  • Utilizar cremas que sean hipoalergénicas que ayuden a calmar la piel de picores, irritaciones o rojeces. Si no tienen perfumes ni alcoholes, mucho mejor.
  • Emplear cremas hidratantes (incluso varias veces al día) que ayuden a reparar la barrera hidrolipídica de la piel y así estar protegidos de cualquier agresión exterior. Son ideales aquellas con ingredientes como los azúcares o el ácido hialurónico, que ayudan a retener la mayor cantidad de agua en la piel.
  • Usar, siempre que se vaya a estar en el exterior, cremas con un fotoprotector solar con pantalla total.
  • Optar por tejidos naturales como el algodón, la seda o el lino, ya que absorben el sudor y son los que menos reacciones alérgicas producen en la piel.
  • Evitar ponerse bajo árboles que desprendan polen y ducharse al llegar a casa para eliminar del cuerpo cualquier tipo de polen que se haya podido quedar adherido a la piel.
  • Por supuesto, visita al dermatólogo si los síntomas se agravan a pesar de tomar medidas para prevenir o minimizar los síntomas.

 

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No dudes en consultar con un experto

Tal y como explica Elisabeth San Gregorio, directora técnica de Medik8, "en estas situaciones, recomendamos que el paciente acuda a su médico para asegurar que está tomando la medicación adecuada. En cuanto a la piel, normalmente aconsejamos cambiar y reducir su régimen de belleza. Esto lo hacemos porque los productos que usamos a diario responden a unas necesidades de la piel, pero esas necesidades cambian en estas situaciones y los productos que usamos de forma continuada pueden resultar demasiado fuertes, intensificando los síntomas que presente la piel”.

 

“Se debe extremar el cuidado general de la piel, evitar contacto con sustancias que sean irritantes y buscar la máxima hidratación del tejido. También se recomienda aumentar el nivel de probióticos, tanto a nivel tópico como alimenticio”, comenta Raquel González. Y es que hay una serie de alimentos que son apropiados cuando suben los niveles de histamina, caso de la manzana o el aguacate, las bebidas de avena o sésamo, las infusiones sin teína, la yema de huevo y las verduras de hoja verde, legumbres -salvo garbanzos- y las carnes, salvo las de cerdo o los derivados, como los embutidos.

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