A estas alturas de la pandemia, a la sensación, por un lado, de hartazgo y, por otro, de preocupación por los datos que vamos conociendo cada día, y a la espera de que toda la población pueda recibir la vacuna que inmunice contra la COVID-19, se ha unido desde hace ya algún tiempo otro foco de inquietud: las secuelas que este coronavirus ha dejado en muchas personas que han pasado la enfermedad. Hasta tal punto preocupa a la comunidad científica que ya se le ha puesto un nombre: COVID-19 persistente.
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De momento, los científicos siguen investigando y tratando de hallar explicación y remedio a una serie de síntomas que siguen acompañando a muchas personas semanas y meses después de haber superado la infección. Según detallaba Sonia Villapol, Profesora asociada en el Methodist Hospital Research Institute de Houston, en un reciente artículo para The Conversation, se han llegado a detectar hasta 55 efectos persistentes tras haber pasado la COVID-19, algunos de ellos, si bien es verdad, tal y como detalla esta investigadora, compartidos con otros coronavirus, como los SARS y MERS.
Aunque desde estas páginas ya hemos hecho referencia a los síntomas persistentes más comunes (fatiga, dolor de cabeza, caída del pelo, disnea o falta de aire o anosmia, es decir, pérdida del olfato, ansiedad, depresión...) queremos centrarnos en un síntoma muy concreto: el impacto de la COVID-19 en la memoria, en la capacidad de atención y concentración. Un síntoma persistente que ha sido definido de una manera muy gráfica como ‘niebla mental’.
El impacto de la COVID-19 en nuestra salud mental
Y es que independientemente de otros síntomas neurológicos más graves que han ido describiendo las investigaciones que se están llevando a cabo, lo cierto es que esta pandemia que venimos sufriendo durante tantos meses está impactando de manera importante a nivel neurológico en muchas personas: “está provocando en nuestra estructura cerebral un enlentecimiento en la capacidad de aprendizaje”, señala Catalina Hoffmann, experta en estimulación cognitiva y entrenamiento cerebral. Según esta experta, hay un factor decisivo que influye directamente en la pérdida de las capacidades cognitivas del cerebro, y es la inactividad: “Todo lo que haga que dejemos de tener activo nuestro cerebro puede hacer que este se deteriore muchísimo más rápido. Las situaciones de nervios, un poco la parálisis, el desconcierto que vivimos actualmente con la pandemia hace que nuestro cerebro se bloquee, que no permita estar tan activo como se está habitualmente. Y eso puede provocar con mucha más facilidad una situación de aislamiento. Es por ello que es importantísimo, diariamente, seguir rutinas y hábitos de vida saludable en cuanto a la salud cerebral se refiere”.
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Y es que para Catalina Hoffmann un aspecto fundamental es sacar al cerebro de su zona de confort, es decir, hay que forzarlo a aprender, a ejecutar, se le debe motivar a que esté constantemente activo, lo que es fundamental, tanto para los casos en los que hay una sintomatología de depresión, ansiedad, estrés, como también para todas aquellas personas que quieran, simple y llanamente, prevenir y cuidar su cerebro.
La ‘niebla mental’, un síntoma persistente
Como hemos comentado anteriormente, una de las secuelas que más ha dado que hablar es lo que popularmente se ha llamado ‘niebla mental’ (fog brain, en inglés), un término con el que se quiere describir el estado de confusión mental y pérdida de memoria que están padeciendo algunas personas que han sufrido el coronavirus. Por el momento, los científicos lo están estudiando porque está afectando, incluso, a personas que tuvieron síntomas leves de la COVID-19 y no padecían enfermedades preexistentes. “Hay estudios recientes donde se ha visto que personas que han pasado la COVID-19, a los tres meses aproximadamente de haberlo pasado, empiezan a tener pérdidas y afectación de memoria”, comenta Catalina Hoffmann.
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Por otro lado, hay expertos que afirman que en las exploraciones neurológicas que se han podido hacer a los pacientes afectados (normalmente mediante TAC) se observa un proceso de inflamación evidente que afecta principalmente al hipocampo, el área cerebral que regula el aprendizaje y donde reside la memoria. Es más, hay investigaciones (una de las últimas publicada en la revista The Lancet) que relacionan la pérdida del olfato con una alteración del sistema límbico y el hipocampo.
Según Catalina Hoffmann entre los principales síntomas de esta ‘niebla mental’ se han detectado problemas de memoria (pérdida de atención y concentración, falta de foco), dificultades para encontrar las palabras, sensación de confusión, incluso, a veces, sensación de mareo. Aunque el mayor porcentaje de estos casos parece darse entre mujeres de mediana edad, hay que tomar el dato de forma relativa porque se están produciendo casos en todas las edades y en ambos sexos.
¿Existe algún tratamiento para la ‘niebla mental’?
Lo que sí es cierto es que es un trastorno altamente incapacitante y que conlleva un importante impacto en la calidad de vida de las personas que lo sufren. Para recuperar las alteraciones que se hayan podido producir en la memoria, en la capacidad de atención, concentración y retención, Catalina Hoffmann es muy clara: “Es necesaria la actividad cognitiva. El neurofitness y la estimulación cognitiva se convierten en básicos para el día a día de las personas que han sufrido la COVID-19 y tienen este tipo de secuelas. En primer lugar, hay que analizar las áreas directamente afectadas en cada persona de manera individual, ya que la afectación es distinta en función de cada caso. Y a partir de ahí entrenar, ver los núcleos neuronales que están activos y sanos en el cerebro y potenciar la neuroplasticidad cerebral, la creación de nuevas rutas neuronales para que se empiece a compensar y mejorar todas estas alteraciones y volver a cuasi la normalidad que tenían antes de la lesión”.
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Para esta especialista es fundamental centrarse en los procesos, es decir, la persona tiene que realizar ejercicios que la hagan salir de su zona de confort: “Pongamos un ejemplo: si yo soy un lector y he leído muchísimo durante toda mi vida y me siento muy cómodo leyendo, ahí lo que estamos haciendo es manteniendo las áreas cerebrales de manera correcta, pero estamos ejercitando el mantenimiento, no el entrenamiento”. Y al parecer, según Catalina Hoffmann, si realmente se ejercita el cerebro las mejoras pueden ser muy llamativas. De hecho, “hay personas que se han logrado recuperar el 100% de la memoria perdida y otras que, en función de las multipatologías o patologías que puedan tener, pueden recuperarlo, no total, pero sí de manera parcial. La buena noticia es que el cerebro siempre puede mejorar, ya que siempre podemos estimular y activar nuevos núcleos neuronales, y esto es la base del entrenamiento cerebral”, comenta Catalina.
¿Cómo podemos cuidar nuestro cerebro?
Puede parecer una obviedad, pero la adopción de hábitos de vida saludable influye decisivamente en nuestra salud cerebral. Catalina Hoffmann afirma que la hidratación es importantísima para el cerebro, de la misma manera que llevar una dieta sana en la que se incluyan alimentos ricos en Omega 3 y antioxidantes, como por ejemplo, los frutos secos y los pescados blancos, y frutas como el aguacate, que tiene un gran aporte vitamínico y nutricional. Pero también debemos prestar atención a otros aspectos: “También es importantísimo la oxigenación de áreas cerebrales, es decir, hacer respiraciones completas inspirando por nariz, elevando pecho, diafragma y tripa, expirando por boca y deshinchado tripa, diafragma y pecho; esto se puede hacer diariamente un mínimo de tres veces al día al despertar por las mañanas. Igualmente es muy necesaria y recomendable la actividad física que permite también ayudar a la oxigenación y a la circulación. Y lo más importante: dedicarle un mínimo de 15 minutos al día a los ejercicios de neurofitness. El entrenamiento cerebral es fundamental. Se ha visto que, aproximadamente, en tres meses se consiguen crear nuevas rutas neuronales y se empiezan a ver mejoras. Se producen cambios no solo en la parte cognitiva, sino también en la fluidez. Además de, evidentemente, en la autoestima y en la parte emocional, cuando se comprueba que se puede ir recuperando poco a poco, con constancia y con mucha perseverancia, las capacidades perdidas debidas a la afectación del coronavirus”.