Querer saber, aprender más cosas, tener curiosidad… todo ello es algo innato del ser humano. Y no es malo. El problema llega cuando se cruza la fina línea entre dicha curiosidad y el cotilleo, que lleva a la crítica, a veces despiadada, hacia el otro. Es la diferencia entre el cotilleo sano y el cotilleo patológico. Y la primera pregunta que nos hacemos es qué nos lleva a ser cotillas. “Hablar nos gusta. De nosotros... nos gusta menos. Pero cuando se trata de hablar de los otros, nos dejamos llevar tanto que llegamos a exagerar, inventar e incluso mentir”, nos cuenta el doctor Joan Ramón Soto, de Mundopsicologos.com, que apunta a ese dicho tan popular de que “siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el nuestro”.
Así, apunta a que la gente se convierte en pseudo-investigadores de las causas de determinadas situaciones de la vida de ciertas personas. “Al hablar de los demás creemos vivir algo de eso en nosotros. También el cotilleo es una manera íntima de ver si aquello que a ti te pasa, piensas o sientes, es normal y por eso nos interesa tanto ver en los demás nuestra propia intimidad”, nos cuenta el experto.
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¿Qué rasgos diferencian a una persona curiosa de otra cotilla?
Tal y como nos cuenta el doctor Joan Ramón Soto, de Mundopsicologos.com, “las personas con tendencia al cotilleo necesitan tener información para tener con que chismorrear, y la diferencia con las personas curiosas es que a estas les interesa más el aprender por puro placer, algo así como lo que les ocurre a los niños o por lo menos con esa inocencia”.
Y es que tener curiosidad por las cosas que nos rodean no es malo. “La curiosidad es intrínseca en el ser humano, desde que nacemos iniciamos el proceso natural del curiosear, como medio de exploración de nuestro cuerpo inicialmente a todo lo que viene del exterior como fuente de aprendizaje para crecer y aprender de los aciertos y errores”, nos cuenta.
Cotilleo insano
El problema llega cuando la curiosidad se convierte en cotilleo insano. “La distancia de la curiosidad al cotilleo a veces es una línea muy fina y es al cruzar esta franja donde entramos en el cotillear insano y tóxico, en muchos casos con intención de molestar o hacer daño, inventando, tergiversando, simplemente porque algo de esa persona nos ha molestado o directamente por envidia, suele ser una persona tóxica”, añade el experto.
“La rumorología puede llegar a ser divertida siempre y cuando no se difame o mienta. Que el cotillear no sea una manera de movernos en nuestras relaciones sociales y que no ocupe demasiado espacio en nuestras vidas. Un bulo provocado por un cotilleo puede llegar a ser peligroso. Se suele lanzar con esa intención perversa de provocar dolor indirectamente, ya que la gran mayoría de veces se tira la piedra y esconde la mano”, comenta el Dr. Joan Ramón Soto.
Y hace mención a algo muy actual, las redes sociales. “Creo que debemos prestar especial atención a los comentarios en redes sociales donde se puede viralizar todo en pocas horas, ya que un grano de arena se puede convertir en estos días en una montaña. Algunas personas han convertido el criticar y fomentar este cotilleo en una profesión. Claro que también en algún momento esta manera de actuar en contra de los demás se puede girar en contra y se les puede pedir que se hagan responsable de las críticas realizadas. También podríamos decir que el cotilleo es sano siempre que sea como algo gracioso y no haya implicación de provocar daño o conflictos”, determina.
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¿Es complicado relacionarse con una persona cotilla?
Seguro que si tienes que tratar a menudo con una persona que podríamos calificar de cotilla, sabes que no es sencillo. “El tipo de relación con la persona cotilla en principio no se verá afectada, a menos que se sienta consciente o inconscientemente atacada, ya que en el momento que se sienta atacada, en el fondo este tipo de personas suelen sufrir y tienen pensamientos negativos y de inferioridad, alguna cosa de su vida no acaba de funcionar y proyecta fuera de sí en forma de crítica lo que no es capaz de identificar”, nos explica.
“Un buen antídoto para protegerse de las personas cotillas es poner lo que nos cuentan en cuarentena, en observación y le aplicaremos el filtro de la duda observando y reflexionando lo que cuenta, cómo nos lo cuenta y de quien habla, los pros y los contras de esas críticas, qué beneficio saca de ello, y por qué tiene necesidad de explicarlo”, recomienda el experto. “Compartir intimidades con una persona que en algún momento nos ha desvelado confidencias de otra mostrando frialdad con el tema, con poca sensibilidad, falta de empatía... nos hará pensar que podrá comportarse de la misma manera si somos nosotros quienes les desvelamos alguna confidencia. ¿La persona que realiza esos actos merece mi confianza, me lo puedo tomar en serio o soy víctima del cotilleo...? Si el cotilleo no va contigo, pues sé valiente y exprésale amablemente a la persona chismosa que no te interesa el tema en cuestión. Este acto de valentía te empodera como persona y te libera de entrar en ese bucle de degradación y de bajas pasiones”, nos cuenta.
¿Una destreza social?
Hay quienes ven el cotilleo incluso como una destreza social, más que como un defecto. “El cotilleo se puede considerar en muchos casos como una herramienta social y no solo no es un defecto o rasgo negativo de la personalidad, sino que se convierte en una destreza y herramienta social muy afilada y adaptada socialmente. Por el contrario, todas aquellas personas que no tienen esta habilidad y la intentan ejercer, se quedan en tierra de nadie y les afecta en las relaciones interpersonales hasta el punto de sentirse rechazados y con cierta dificultad para acoplarse a los grupos de amigos o familiares”, detalla.
¿Pueden tener determinados déficits emocionales las personas que podemos enmarcar como cotillas patológicas? El experto nos cuenta que desde el punto de vista del desarrollo emocional, la capacidad de negación de la persona cotilla la lleva a tener dificultades para reconocer e identificar la dimensión del qué y el cómo lo está diciendo sin valorar la dimensión del posible daño que pueda provocar. Esto estaría directamente asociado a las personas que apuntan hacia la envidia. "Dependiendo del grado e implicación y afectación moral y psicológica del propio cotilla y del nivel de sufrimiento, puede ser patológico", añade.
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Y si el cotilla eres tú, ¿cómo aprender a dejar de cotillear?
“Depende de la situación que estés viviendo, si cotillear te va y lo tienes identificado pero no puedes dejar de hacerlo porque, por ejemplo, te acabas de separar y tienes necesidad de cotillear y quieres pero no puedes evitarlo porque te produce dolor, pregúntate si es solo un acto reflejo puntual y concreto o se te está escapando de las manos. Entonces, llegado a este punto, seguramente estés pasando por una fase obsesiva y necesitas recurrir a un profesional que te pueda a ayudar a solucionarlo con una serie de técnicas y herramientas psicológicas para poder liberarte de esa compulsión a controlar”, nos cuenta el experto, que da un consejo: alejarse del móvil, de las fotos y de las redes sociales una temporada para que te puedas centrar en ti y hacerte preguntas que te hagan pensar sobre lo que te interesa a ti, qué te hará más feliz, empezando a mirar hacia adentro enfocándote en todo aquello que sea productivo y satisfactorio.
“Es momento de reinventarse y sacar la mejor versión de ti, recomienda el Dr. Soto. Si todo esto te falla, entonces intenta ser más radical y bloquea toda la información necesaria para cuidarte física y emocionalmente. Las ganas y la persistencia te harán ganar en autoestima y fuerza para conseguir liberarte del dolor que produce ciertas prácticas tóxicas”, concluye.
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¿Son personas de las de debemos desconfiar?
Lo más normal que puede suceder es que este tipo de personas utilicen la información que has compartido con ellas y antes o después las pueda utilizar contra ti, uno tiene que ser responsable y darse cuenta si te interesa tener algún tipo de relación con este tipo de personas y, si accedes, luego olvídate, ya no hay marcha atrás: lo dicho queda flotando en el ambiente.
“Muchas veces, este tipo de prácticas se contagia por simpatía que tienes a esa persona con este tipo de manera de proceder y acabas sumándote al carro, se contagia y aunque seas una persona muy positiva, si alguien que tienes cerca se pasa el día hablando del vecino, los riesgos de ser una de sus víctimas es muy alto, decide”, nos cuenta.