Los avances en genética suponen una auténtica revolución en muchos campos de la medicina. Pero, ¿sabías que también pueden influir en tu alimentación? Es lo que se ha bautizado como nutrigenética, y lo primero que tenemos que hacer es comprender de qué hablamos cuando hacemos mención a este campo. Natalia Galán, nutricionista de BluaU de Sanitas, nos detalla que es la disciplina que estudia la predisposición que tiene una persona a padecer una enfermedad relacionada con la nutrición en función de las variantes recogidas en su ADN. Así, en un test nutrigenético, se estudia cómo responde nuestro organismo a diferentes nutrientes en función de su perfil genético. “Dicho de una forma más coloquial, a través de estos test, podremos saber si tenemos predisposición genética a padecer ciertas enfermedades que están relacionadas con la dieta y así poder instaurar unos hábitos alimentarios adecuados y saludables basándonos en la prevención”, nos explica la especialista.
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Buscar la predisposición a padecer determinadas enfermedades
Así, las predisposiciones que suelen medirse son a patologías como la hipercolesterolemia, diabetes, hipertensión, obesidad o enfermedad cardiovascular. “También nos puede dar información acerca de cómo responde el organismo ante algunos nutrientes valorando la predisposición a sufrir déficit de vitamina D, alteración del ácido fólico o intolerancia a la lactosa”, nos cuenta la nutricionista, que detalla que al obtener los resultados, si son positivos en alguna de estas patologías, es decir, si nuestros genes tienen una predisposición a padecer alguna de estas enfermedades a medio/largo plazo, podemos comenzar a llevar una alimentación adecuada para ello y unos hábitos de vida saludables y esto ayudará a que en ocasiones no se llegue a desarrollar la enfermedad, o que si se desarrolla, se haga de una forma más leve.
“Por ejemplo, si se detecta una predisposición genética a sufrir diabetes, se recomienda comenzar un plan orientado a la prevención de la misma con una alimentación y hábitos de vida adecuados, para intentar que así la enfermedad no llegue a desarrollarse, ya que se trata de una predisposición, no quiere decir que siempre se vaya a desarrollar y es por ello fundamental el cuidado para prevenirla”, nos cuenta la nutricionista de Sanitas.
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¿Quién debe hacérselo?
Están recomendados para aquellas personas que deseen mantener y mejorar su estado de salud actual, previniendo, en la medida de lo posible, las enfermedades crónicas frecuentes de la edad adulta, así como para personas con antecedentes familiares de enfermedades frecuentes de la edad adulta, o con enfermedades crónicas, con el objetivo de mejorar la calidad de vida mediante la nutrición. También son útiles para quienes desean adaptar su dieta a su predisposición genética, conociendo cuáles son los factores que les influyen a la hora de conseguir su peso ideal.
Se realiza con una muestra de raspado bucal o un test sanguíneo. Además, en muchos de estos test, se realiza un estudio antropométrico y de hábitos de vida para predecir la pérdida de peso, analizando factores tan relevantes como el sexo, la edad, el peso inicial, la energía consumida, la actividad física, posibles patología y alergias, datos clínicos y bioquímicos (colesterol, glucosa y presión arterial), así como otras características de preferencias personales.
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Un plan nutricional adecuado
Con los resultados, se obtienen recomendaciones para personalizar nuestra alimentación, asegurándonos de que le aportamos a nuestro organismo los nutrientes que realmente necesita (requerimientos de vitaminas, minerales, oligoelementos, así como posibles intolerancias, sensibilidad a los carbohidratos simples, a las grasas…).
Sin duda, es un paso muy importante en la medicina preventiva. “El beneficio que tiene este test es que si nos anticipamos y empezamos a cuidarnos antes de que la enfermedad aparezca, puede ser que llegue a no aparecer o que si lo hace se pueda manejar mucho mejor”, afirma la experta, que insiste en que, no obstante, siempre es importante llevar una alimentación saludable y realizar ejercicio físico regular, a pesar de no tener una predisposición genética a padecer obesidad u otro tipo de patología, ya que unos malos hábitos alimentarios y de vida también pueden desencadenar patologías derivadas de la nutrición. En muchos casos, la obesidad no se debe a un componente genético sino a unos hábitos inadecuados.
“En definitiva, la prevención es la base fundamental para evitar la aparición de muchas enfermedades relacionadas con una mala alimentación y estos test nos pueden ayudar en ese sentido, aunque recordar que es importante cuidarse siempre y llevar unos buenos hábitos aunque tengamos una buena predisposición genética”, concluye Natalia Galán.
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